ⅤⅠ

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Su mirada se dirigió a la imponente puerta de roble que se alzaba frente a él, tallada con intrincados motivos que parecían susurrar historias de tiempos pasados. Aún indeciso en tocar, se preguntó preocupado: ¿qué diría al entrar? Habían pasado solo unas semanas desde que se habían restablecido las relaciones diplomáticas que él, influenciado por las presiones de Estados Unidos, había roto abruptamente. Maldijo internamente al estadounidense; siempre encontraba la manera de hacer que lo detestara un poco más.

No culparía a URSS si no confiaba en él, aunque realmente nunca habían tenido ningún tipo de relación. No es que se consideraran amigos ahora que todo se había aclarado. Sinceramente, creía que lo dejaban quedarse más que todo para asegurarse un aliado, y por su parte, él se mantenía en su territorio principalmente para alejarse del gringo.

Suspiró con pesadez. No podía entrar y decirle que sabía de la existencia de los niños. Suponía que lo había estado guardando con recelo, y él solo se había percatado de su presencia por casualidad. Tampoco, podía darse la libertad de decirle que quería cuidar de sus hijos, no cuando ni siquiera se los había presentado formalmente. Tal vez se enojaría con él.

El sonido de la maquinaria en movimiento lo sacó de sus pensamientos. Su mirada se oscureció; no podía olvidar que estaban en guerra. Entonces, tomó el pomo y abrió la puerta. El ambiente pesado lo golpeó de inmediato, y el olor a tabaco y vodka inundó sus fosas nasales. Sentado tras un escritorio pulcramente tallado, se encontraba URSS, con un cigarrillo en una mano y un par de documentos en la otra. Sus ojos se dirigieron hacia él cuando finalmente entró, y pareció estar complacido hasta que vio cómo fruncía el ceño y sus ojos se posaban en la pequeña figura que había entrado tras él.

Le había dicho al niño que permaneciera a sus espaldas, pues no sabía cómo sería la reacción de la URSS. Sin embargo, el niño, para su sorpresa, lo siguió con valentía. Aunque ahora, ante la mirada penetrante de su padre, el pequeño extendió su mano y se aferró con fuerza a su pierna, buscando un poco de protección en medio de la tensión palpable que llenaba la sala.

— Rusia - escucho como llamaba al infante con su voz profunda.

El pequeño tomó aire profundamente y avanzó unos pasos, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto - Lo lamento - Fue lo primero que salió de sus diminutos labios.

Así que Rusia era el nombre del niño, pensó par sí mismo. Avanzo protectoramente para estar delante del niño - URSS - lo llamo - Necesitamos hablar —dijo con voz firme mientras posaba su mano en el hombro del pequeño. URSS, sin apartar la mirada del niño, dio una calada profunda a su cigarrillo antes de hablar.

—Deberías estar en tu cuarto junto a tus hermanos —replicó el soviético con enojo. El humo del cigarrillo formaba figuras caprichosas en el aire, creando una atmósfera aún más opresiva.

—Padre, fue mi error —respondió el pequeño — Mis hermanos no tienen nada que ver en esto, por favor, solo castígame a mí - pidió con firmeza.

 México trató de medir las reacciones del soviético. Sabía que cualquier error podría agravar la situación. Se inclinó ligeramente hacia el niño y susurró:

—Todo estará bien, Rusia. Déjame hablar con tu padre.

URSS apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal con un movimiento lento y deliberado. Sus ojos fríos se encontraron con los suyos, llenos de interrogantes y desconfianza.

—México — lo llamo URSS, su voz gélida resonando en la habitación - Requiero hablar con mi hijo en privado.

—URSS —empezó—, me encontré con ellos por accidente. Así que el culpable soy yo —dijo, tratando de mantener la calma—. Pero eso no es por lo que quiero hablar contigo. Creo que es imperativo que discutamos la seguridad y bienestar de los niños —expresó con firmeza—. La guerra no es lugar para ellos.

El soviético se quedó en silencio por un momento, sus ojos clavados en México, evaluando cada palabra. Luego, hizo un gesto con la mano, indicando al niño que saliera de la habitación.

—Rusia, ve a tu cuarto —ordenó URSS con voz autoritaria.

El niño miró a México con preocupación, pero obedeció, saliendo de la sala con pasos lentos. Una vez que la puerta se cerró detrás de él, URSS se volvió nuevamente hacia México. 

—Habla —dijo, su voz cortante.

Respiró hondo, consciente de la importancia de lo que estaba a punto de proponer.— Quiero encargarme de ellos, asegurarme de que estén protegidos y bien cuidados —expresó con firmeza—. Sé lo importante que es mantener este tema en secreto. También comprendo que, en la situación actual, no es factible que alguien permanezca cerca de los niños. Sé que no puedes encargarte de la guerra y de los niños al mismo tiempo. Déjame ayudar - Pareció suplicar.

El silencio que siguió fue pesado, lleno de tensión y pensamientos no dichos. URSS lo miró, evaluando cada palabra, cada gesto. Se inclinó hacia adelante, sus ojos amarillos perforando los suyos.

—¿Y por qué harías eso? —preguntó con sospecha evidente.

—Porque son niños —respondió México con sinceridad—. No merecen estar en medio de este conflicto. Además, quiero ayudar y compensar lo ingenuo que fui al romper nuestras relaciones diplomáticas - Pareció excusarse.

El soviético se quedó en silencio, sus ojos fríos y calculadores estudiando a México. Finalmente, se levantó de su silla y se acercó, deteniéndose a solo unos pasos de distancia.

—¿Y cómo puedo confiar en ti después de lo que sucedió con USA? —preguntó URSS, su voz baja pero llena de desafío y su cuerpo parecía cubrir el suyo.

México sostuvo su mirada, sabiendo que este era el momento decisivo. no podía vacilar, ni ser intimidado.

—No espero que confíes en mí de inmediato —dijo—, pero déjame demostrarte con acciones lo que mis palabras no pueden. Permíteme cuidar de los niños y te mostraré que puedo ser un aliado confiable. - Se mordió el labio evitando pronunciar su último pensamiento "Eso es lo que quieres, no, un aliado confiable."

URSS lo observó por un largo momento antes de asentir lentamente.

—Muy bien —dijo finalmente—. Pero si algo les sucede a esos niños, tú serás el responsable. Y no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte de mí. - Lo amenazó.

México asintió solemnemente, entendiendo la gravedad de la situación.

—Te prometo que haré todo lo posible para protegerlos.

La tensión en la sala parecía disminuir ligeramente, aunque no del todo. Ambos hombres sabían que este era solo el primer paso en un camino largo y complicado. Pero, por ahora, era un paso en la dirección correcta. O eso quería creer México.

Con un último vistazo a URSS, México se dio la vuelta y salió de la habitación, decidido a cumplir su promesa y proteger a los niños a cualquier costo. La guerra continuaba, pero en ese pequeño gesto de confianza, había una chispa de esperanza para un futuro mejor. Que ingenuo había sido.

Un momento
Una decisión
Una palabra
Una oración
Un sentimiento
Una traición

Nota: Publicaré este capitulo sin terminar de editarlo, espero comprendan. Lo modificare en los próximos días. Gracias, con cariño LiveKacs.

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⏰ Última actualización: Jul 12 ⏰

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Mentiras de un amor en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora