Chiara despertó al sonido de su alarma. Con cansancio, se tapó la cara con sus manos cuando los primeros rayos de sol se filtraron por las cortinas de su habitación. Con lentitud, Chiara se sentó en su cama aún algo dormida mientras bostezaba.
Sabía que hoy debía tomar una decisión final ahora que la oferta de FC Barcelona estaba sobre la mesa y el tiempo para dudar se estaba agotando. Chiara sentía que estaba atrapada en un callejón con dos salidas, un camino la llevaba a lo nuevo y desconocido y el otro la mantenía en la comodidad de lo conocido.
Los pensamientos de la conversación con Joan Laporta seguían rondando por su mente. Sus palabras sobre su potencial y el deseo del equipo de tenerla le motivaban a aceptar el fichaje y empezar su vida desde cero en Barcelona, pero aquello no borraba el miedo de lo que implicaba aquel cambio de vida.
Chiara decidió salir a correr un rato para tratar de despejar su mente. El aire fresco de la mañana y los rayos del sol saliendo por las montañas romanas la ayudaban a pensar con claridad. Recorrer las calles en las que había crecido le traían sentimientos nostálgicos sobre su infancia, sin embargo, un presentimiento en su mente le decía que aquel cambio era lo que su carrera necesitaba si quería enfrentar nuevos retos, crecer y convertirse en la jugadora que siempre había soñado ser.
Al regresar a casa, cansada y acalorada pero con la mente clara, Chiara tomó su teléfono y llamó a su representante sin pensárselo dos veces.
—Acepto la oferta —dijo con firmeza una vez su representante le cogió la llamada.
Cuando su representante, feliz, le comunicó que avisaría al FC Barcelona de que Chiara aceptaba el fichaje, supo que ya no había vuelta atrás y a partir de aquel momento, su vida iba a cambiar drásticamente.
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—¡Chiara, tienes que ver a los jugadores del Barcelona! —exclamó Martina mientras reía—. Los italianos no son nada comparados con los jugadores del Barça.
Al anochecer, Chiara organizó una cena de despedida con Martina y Nicoletta, las dos chicas con las que más había conectado durante estos años en el AS Roma. Las tres se reunieron en su restaurante favorito, donde acudían tras los partidos parar celebrar todas las victorias del equipo femenino.
—Sí, si yo fuera tú —se unió Nicoletta con una sonrisa pícara—, no me lo pensaría dos veces y me lanzaría tras ellos.
—Oíd, ni siquiera he tenido tiempo para pensar en chicos —les cortó Chiara mientras negaba con su cabeza—. He estado tan enfocada en el fútbol que no he tenido tiempo para pensar en chicos. Además, no es con ellos con quien voy a jugar, estoy en el equipo femenino, no soy un chico.