Leah Sterling
Me desperté y pude ver como alguien me agarraba de la mano, giré mi mirada para encontrarme a Atlas dormido, su cabeza estaba apoyada en la cama, pero estaba arrodillado.
¿Qué hacía Atlas aquí?
Además, estaba durmiendo, demasiado incómodo, pero seguía sin saber qué hacía todavía aquí. ¿Acaso no habían llegado ya? Solté un pequeño suspiro, y aproveché para mirarle un poco.
No era una acosadora, pero quería verlo, solo por un rato. Aunque con la poca luz que había era algo un poco imposible. Le acaricié el pelo con cuidado de que no se despertara y sonreí un poco.
Se había quedado despierto hasta a saber que hora, y ni siquiera me conocía.
¿Por qué lo había hecho? No iba a negar que me parecía algo demasiado lindo, porque después de todo solo tuvimos un encuentro hace unos días y aun así, él se había quedado conmigo y había hecho varias cosas.
Sonreí un poco más y me solté con cuidado de su agarre, para poder levantarme despacio y me acerqué a él para poder despertarlo un poco para que me pudiera ayudar aunque sea para acostarlo en la cama. Por mucho que no nos conociéramos, se había quedado conmigo cuidándome.
—Atlas —susurré moviéndole un poco, pero ni siquiera se inmutó. Así que como pude le acosté en la cama, me había costado bastante porque tampoco es que tuviera muchas fuerzas para hacerlo, pero lo había conseguido.
Sonreí un poco y salí con cuidado de mi habitación para ir a la cocina. Pude ver una olla en el fuego, pero no estaba encendido. No podía creer que él hubiera cocinado para mí, todo esto era demasiado surrealista para mí y aún seguía asimilándolo.
Encendí el fuego y esperé a que se calentara aunque fuera solo un poco. Se me había abierto el apetito con solo abrir la olla. Había que admitir que tenía una pinta demasiado increíble, ahora esperaba que estuviera buena.
—¿Qué demonios haces levantada? —di un brinco soltando un pequeño grito, dejando caer la cuchara de madera que tenía en la mano.
Me giré para encontrarme a Atlas de brazos cruzados, y el pelo desordenado. No estaba para nada contento.
—Qué joder, ¿acaso me quieres matar? —le espeté molesta, agarrando la cuchara de madera del suelo y lanzándosela.
Él se agachó rápidamente esquivándola.
—¿¡Estás loca!? ¿Acaso el resfriado destruyó toda tu cordura? —le miré mal.
—Eres un maldito grano en el culo, que lo sepas —él soltó una pequeña risa.
—Creo que debemos mejor tus insultos, pero ya lo haremos cuando ya estés recuperada al cien por cien. Hasta entonces vas a descansar, así que vete a la cama —negué.
—No pienso irme a la cama, así que te aguantas —él bufó acercándose a mí para sentarme en la silla y ocuparse él de todo.
Tampoco estaba tan mal para no poder hacerlo por mí misma, ¿o sí? El caso es que ya había mejorado un poco, y podía hacerlo yo sola perfectamente.
—Podía hacerlo yo —ni siquiera se giró para verme.
—No digo que no sea cierto, pero deberías seguir descansando para que puedas mejorar cuanto antes Leah —solté un suspiro, tal vez estuviera en lo cierto, pero no pensaba admitirlo—. Ya sé que tengo razón, así que no te preocupes.
Bufé viéndole más y le escuché soltar una pequeña risa.
—¿Y tú de que te ríes idiota? ¿Qué es lo que te hace tanta gracia? —se giró para verme divertido, y se acercó a mí.
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Un Amor Inesperado en Estambul ©
Fiksi RemajaDonde Leah viaja a Estambul. O Donde los caminos de Atlas y Leah se cruzan.