1. Adeline Fairchild

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Adeline Fairchild

Mi cumpleaños número dieciocho había llegado, tampoco era algo que deseara con todas mis fuerzas, era como un día normal, pero para mi madre no. Ella era más de celebrarlo a lo grande que eso es lo que haría hoy y a pesar de que quisiera librarme era algo imposible, así que me tocaría soportar a mucha gente.

Algo que me encantaba era ir al bosque con mi caballo y mi arco para practicar. El Reino de Tharia estaba situado a unos kilómetros de las montañas que separaban el Reino de Tharia con el de Elfring. El Reino de mi supuesto padre que nos dio la espalda a mi madre y a mí.

Sinceramente, no me importaba en absoluto, estaba claro de que me vengaría tarde o temprano, y eso pasaría pronto. Era algo que había preparado desde hace años. El inútil de mi padre pagaría por todo el daño que le había causado a mi madre.

No dejaría que se saliera con la suya.

Nunca le perdonaría por todo lo que nos causó y aún estaba segura de que si ponía un pie en su reino estaría muerta en cuestión de segundos. Porque seguía habiendo soldados buscando a mi madre y a mí, pero ninguno podría infringir las leyes de los reinos, así que a mi maldito progenitor solo le quedaba tener paciencia y esperar a que una de las dos entrara.

De pronto escuché un ruido, y tuve que bajarme del caballo para preparar mis flechas. Siempre estaba alerta, después de todo lo que estaba pasando tenía que estarlo.

Me alejé un poco de mi caballo para poder investigar, de donde provenía ese ruido, y me escondí en unos arbustos para ver a unos metros de mí a un soldado de Arthur.

Le apunté con el propósito de dispararle, ¿tenía razones coherentes?, tal vez no, pero estaba en el reino de mi padre, el que protegió a mi madre cuando no tendría que hacerlo y me cuidó como si fuera su hija, aunque no compartiéramos sangre.

Podría apiadarme de él, y podría llevármelo al castillo para encerrarlo por sobrepasar los límites. ¿Y como sabía que era soldado de Arthur? Porque llevaba el uniforme de su reino, además, este soldado no era la primera vez que accedía a este reino.

Era un maldito arrogante y las veces que le había visto, estuve acompañada de mi padre, un hombre sabio y demasiado bueno para este mundo.

—Anda sal de ahí, ya sé que estás escondida, porque te estoy sintiendo —bufé saliendo de mi escondite.

—¿Qué demonios haces aquí? —espeté molesta, que yo sepa nadie le había invitado a entrar y la verdad es que lo quería lo más lejos posible. 

—¿Acaso despertaste con el pie izquierdo mi querida Addie? —bufé, odiaba que él me dijera de esa forma, o cualquier persona. Pero no me quedaba de otra que aceptarlo y seguir adelante.

—¿Cuántas veces te he dicho que no me digas de esa manera? Ni que fuéramos amigos o algo para que me dijeras así. Ahora, por favor, te pido que te largues. Agradece que soy amable y no te regale una flecha en tu podrido corazón —él me miró ofendido colocando su mano en el pecho. Volteé los ojos ante eso, maldito dramático. 

Él se acercó a mí.

—¿Acaso no te enseñaron a ser educada con tus invitados?

—Soy educada con la gente que de verdad se lo merece, y créeme que tú no te mereces nada bueno de mi parte —él bufó, buscando algo de su bolsillo, así que como una buena persona que era le apunté con el arco, lista para dispararle. 

Él rápidamente levantó las manos.

—Oh vamos Addie, solo era un pequeño detalle para ti, me dijo un pajarito que era tu cumpleaños —bufé, no necesitaba que él me regalara nada, quería perderlo de vista lo antes posible, pero creo que esa no sería mi suerte.

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⏰ Última actualización: Aug 08 ⏰

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Adeline Fairchild ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora