Dolor...Muchos cortes en mi carne; magia que queman mis heridas. Desesperación profunda. Debe sentirse similar cuando te arrancan el alma, poco a poco. Nunca lo sabré con certeza; no tengo alma. La luz y los colores comienzan a desaparecerse, cediendo paso a la oscuridad que envuelve mis ojos.
—Jimin... Jimin.
Una mano agarra la mía, alejándome del borde del olvido, aunque sea por un momento.
—¡Jimin, tenemos que largarnos de aquí! —reconozco su voz de inmediato.
—¿A dónde?
—¡A dónde sea!
Él da otro tirón, levantándome de un charco de mi propia sangre, y empezamos a correr. Me duele moverme, pero si me detengo, dolerá más.
—¡Allí, delante! —gritan atrás de nosotros —. ¡No dejen que se escapen!
Las flechas lanzadas contra nosotros cortan el aire, corremos hacia los árboles buscando refugio. Es difícil seguir corriendo y al mismo tiempo pasar desapercibidos.
—¡NO!
Mi compañero cae al suelo con dos flechas incrustadas en su espalda. Rápidamente lo arrastro detrás de un enorme árbol, que sirve tanto de escudo contra las flechas como de jaula de posibilidades limitadas.
—¡Esta es nuestra oportunidad, capturemoslos! —uno de ellos grita.
—¡No subestimen a los demonios antiguos! ¡Esperaremos a que pierdan el conocimiento y luego nos acercaremos!
Extraigo las flechas encantadas de su espalda, pero no ayuda mucho. Las puntas están impregnadas de magia para exterminar demonios; la misma que silba en mis heridas. Lo han herido peligrosamente cerca del corazón.
Lo miro a los ojos.
—No voy a salir de esta, Jimin. Continúa sin mi...
Su fuerza disminuye con cada palabra, cae en mis brazos, apenas capaz de sostenerse. Noto como los cazadores de demonios se acercan lentamente a nosotros, y un miedo abrumador se transforma en ira; mi voluntad demoníaco tomando el control.
—No te dejaré. Vamos, somos más fuertes que esos gusanos. Haré que se arrepientan de habernos enfrentado, lucharé contra ellos aquí y ahora, disfrutaré de sus últimos suspiros.
Él suavemente toca mi mejilla, riéndose y sin prestar atención a la sangre que fluye de su boca.
—Bien... no dejes que esta llama se apague. Será tu guía en la oscuridad que te espera adelante...
Primero lanza una mirada cautelosa a los cazadores de demonios que se han detenido a una corta distancia, y luego mete la mano en su cuello y saca su colgante. Lo arranca bruscamente de su cuello y me lo extiende.
—Aquí tienes, Jimin, tómalo...
El cristal está frío al contacto, no por su naturaleza, sino por la magia contenida en su interior.
—¿Qué es esto?
—Un fragmento etéreo... que ha absorbido un hechizo de teleportación prohibido. Hace cientos de años hice un trato con una hechicera que lo creó para mi . Nunca pensé que llegaría el día en que tendría que usarlo.
—¿Quieres decir que... podemos salir de aquí?
—Nosotros no. Tú... estoy demasiado débil para soportar la teleportación y necesitamos tiempo para completar el hechizo.
—¡No, no te dejaré!
—No empieces a comportarte como uno de esos insignificantes mortales. Sabes cuánto detesto esos sentimentalismos sin sentido.
Toma mi otra mano y la coloca sobre la que sostiene el colgante, obligándome a apretarlo fuertemente. Luego, sacando un cuchillo, lo pasa por su palma y levanta su mano sobre la mía. Su sangre gotea entre los espacios de mis dedos, cayendo sobre el cristal.
—¡No pueden quedarse escondidos eternamente! ¡Salgan y les prometemos una muerte rápida!
—O tal vez, podrían unirse a nosotros... tenemos una sorpresa para ustedes —respondió mi compañero mal herido.
Los cazadores de demonios murmuran entre ellos, pero no se atreven a acercarse. Mi compañero baja la voz en un susurro.
—Mis fuerzas se están agotando, Jimin. No discutas conmigo, ellos lo entenderán en cuánto empiece a recitar el hechizo, así que hay que retenerlos mientras lo termino. Quédate aquí y sigue apretando el colgante, no salgas pase lo que pase.
Hago una negación con la cabeza.
—Te he dicho que no discutas conmigo.
Durante doscientos años de existencia, nunca lo he desobedecido; esta vez no es la excepción. Cada parte de mi ser se resiste a esta decisión, pero no puedo desobedecer.
—Yo...
—Todo estará bien —señala su sangre en mis manos. Todavía está tibia. —. Dónde quiera que vayas, estaré contigo.
—¿A dónde voy a ir?
—A otro mundo, pero no sé exactamente a cuál. Pocos demonios tienen poder en su sangre capaz de activar tal magia y pocos brujos se arriesgan a pronunciar este hechizo prohibido —lo escucho con sumo atención—. Solo sé que aquellos que han usado este hechizo de teleportación, nunca han regresado para contar dónde han estado.
¿Ninguno de ellos?
—¿Crees que han muerto? ¿Cuantos mundos existen?
—¿Como podría saberlo? Aunque espero que este hechizo te permita descubrir uno de ellos.
Sus ojos comenzaron a brillar. Sé que está tomando su verdadera forma para enfrentarse a la última batalla; una batalla por mi supervivencia. Los demonios no derraman lágrimas, pero siento una carga insoportable, un dolor más profundo que las heridas en mi cuerpo. En esas palabras, por vacías y breves que sean, se reflejan doscientos años de estar juntos; un vínculo que pronto será roto.
—ORI ZA LUMIN MU TARA TE GRUVEX YEFERA... ZABLOR VENETE SEPHOTIKU NAKA ORI ZA...
—¡Es un hechizo... están tramando algo! —grita un cazador—. !Detenganlos¡
Se acercan rápidamente, pisando hojas secas y rompiendo ramas. Yo soy su primer objetivo. Mi compañero bloquea ambas flechas con su cuerpo, luego me obliga a apoyar mi espalda contra un árbol. Su figura demoníaco se convierte en mi escudo.
—MUTIVE GRUVE TEFER NAKAIA LUMIN MU...
Y entonces lo siento. La oscuridad desciende sobre mi. Mi existencia se convierte en algo diminuto, algo que se puede describir con simples palabras. Pero todavía siento; es la sensación más inquietante.
—YESEPHIA TETIKU GRUVEX YERUM ORI ZA....
La sangre caliente salpica mi rostro, no entiendo si es de mi defensor o de uno de esos gusanos. No veo nada y no puedo moverme.
—OBLIVIO MUNDE TRANSITUS ETERNIA...
—¡Muere, demonio! —el cazador.
—Adiós, Jimin...
Su voz se desvanece, convirtiéndose en un eco; al igual que yo.
Ya no estoy...
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A Black Demon In The City
FantasyDemonios; criaturas sin alma, impulsadas por el instinto, pero algunos de ellos aún pueden experimentar emociones.