Capítulo 16

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Pete estaba curando las manos de Ae mientras pensaba en la manera más adecuada de preguntar qué es lo que estaba pasando. Terminó de vendar sus manos e intentó mirar a Ae a los ojos, pero él seguía con la vista clavada en el suelo.

-Se curará rápido—dijo Pete en un intento de hacer que Ae lo mirara.
- ¿Y qué hago con todo lo demás? —preguntó Ae sin pensar, más como un susurro que un comentario intencional.

Fue entonces cuando por fin se atrevió a mirarlo. Sus ojos estaban rojos debido al intento de detener sus lágrimas. Simplemente no parecía él mismo y si eso dañaba el corazón de Pete, no quería imaginar lo Ae debería de estar sintiendo.

-Ae, sabes que puedes confiar en mí.

El general solo asintió con la cabeza.

-Ni siquiera sé por dónde empezar. 

Se miró las manos sintiendo el proceso de curación y solo comenzó a hablar.

-Pete, ¿crees que soy un cobarde?

La pregunta lo sorprendió, sobre todo por la forma desesperada en que Ae lo miraba, pero sin dudar, Pete tomó suavemente su mano y dejó reposar su cabeza en el hombro de Ae.

-Eres la persona más valiente que conozco.

El alfa sonrió por primera vez de manera honesta en esas dos semanas y dejó que sus dedos se entrelazaran.

-Ae, ¿tú padre te hizo algo?

Pete sintió como el cuerpo de Ae volvía a ponerse tenso, lo vio cerrar los ojos un momento y dejar salir un enorme suspiro.

- ¿Recuerdas cuando te conté sobre la manera en que mi padre me educó?
-Sí. ¿Eso tiene algo que ver con lo que acaba de suceder?
- ¿Seguro que quieres saber? —preguntó Ae.
-Solo si quieres decirme.

Ae se acomodó en su lugar, preparándose para lo que tendría que enfrentar de nuevo. 

-Cuando era niño le tenía un miedo incontrolable a la oscuridad, me aterraba estar solo en la noche en mi cuarto, así que le pedí a mi padre que me comprara una linterna y hasta la fecha, es de las cosas más estúpidas que he hecho.

Tenía la mandíbula tensa y Pete podía sentir el temblor en sus manos al sostenerlas.

-Dijo que no había necesidad de comprar nada y al día siguiente me encerró en el sótano.

Pete se incorporó de golpe y lo miró perplejo. A pesar de haber visto de lo que era capaz de hacer ese hombre, seguía sin comprender como es que no tenía límites, ni siquiera con su propio hijo.

- ¿Tú padre fue capaz de hacerte eso?

Deseo con todas sus fuerzas que Ae estuviera mintiendo, pero la mirada en sus ojos le respondió su pregunta.

-Todas las tardes después de la escuela me arrastraba hasta ahí. No importaba cuanto le rogara que no lo hiciera, él seguía diciendo que no tendría a un hijo cobarde. ¿Sabes? Ahora que lo pienso bien, creo que de cierto modo él lo disfrutaba. 

Pete jamás creyó ser capaz de odiar a alguien. La imagen de un pequeño Ae asustado en un sótano oscuro lo estaba destrozando y pensar en la posibilidad de que ese hombre realmente lo haya disfrutado lo volvía todo tan espeluznante e impotente.

- ¿Cuántos años tenías?
-Diez.
- ¿Y cómo es que tu madre nunca supo algo de esto?
-Decidí vivir con mi padre un tiempo, sentía una especie de lastima por él al saber que se había quedado solo. Mamá lo entendió perfectamente, pasaba vacaciones con ella—el silencio era preocupante, cada vez que Ae dejaba de hablar, Pete tenía la sensación de que se rompería—Después de un mes encontré la forma de escapar del sótano. Tomé la llave del cuarto de mi padre y cuando él se iba yo salía de ahí. Pero un día volvió temprano a casa y...

Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora