La noche parecía haber pasado en un abrir y cerrar de ojos, dejando a Angelo con la sensación de no haber descansado en absoluto. Despertó mirando el techo, con un dolor punzante en la cabeza y una opresión en el pecho que parecía una constante desde el incidente. Un pesado suspiro rompió el silencio antes de decidir levantarse y enfrentar el día.
El agua caliente de la ducha lo ayudó a despejarse, aunque el reflejo en el espejo le devolvía la imagen de un cuerpo cubierto de cicatrices y heridas recientes que disimuló con cuidado al aplicar las curitas. Una vez listo, se arregló rápidamente, añadiendo su característico maquillaje, la falda, y sus botas largas, intentando mantener un aire de confianza que no sentía del todo.
Un vistazo rápido al reloj lo alertó de la hora. Tomó la canasta que Willow había olvidado el día anterior, con la esperanza de encontrarla temprano y arreglar, al menos un poco, las cosas. Caminó hacia la puerta, nervioso, con el corazón pesado y un cúmulo de emociones que luchaban por salir. En el camino, decidió recoger unas rosas de un arbusto cercano para adornar la canasta. Las espinas no tuvieron piedad, pinchando sus dedos mientras seleccionaba cuatro rosas perfectas. Las acomodó con cuidado antes de seguir su camino hacia la cabaña de Willow.
Al llegar, golpeó suavemente la puerta, intentando sonar despreocupado, aunque su voz temblaba ligeramente.
—Willow, querida, soy yo, Angelo. Tengo una sorpresa.
Por unos segundos, solo el silencio le respondió, lo que hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo. Temía lo peor: que ella no quisiera verlo. Se obligó a calmarse cuando escuchó pasos desde el interior. La puerta se entreabrió, dejando ver a Willow en pijama, con el cabello revuelto y una expresión de evidente descontento.
—Angelo, ¿qué haces aquí? ¿Qué quieres? —preguntó con voz ronca y mirada cansada.
Él tragó saliva, levantando la canasta con una sonrisa nerviosa que no alcanzó sus ojos.
—Quería devolverte esto. La dejaste en mi mesa ayer.
Willow tomó la canasta de sus manos rápidamente, sin siquiera invitarlo a entrar. El silencio que siguió fue tan incómodo que Angelo sintió que la culpa lo asfixiaba. Quería disculparse, pero las palabras se resistían a salir. Finalmente, Willow rompió el hielo.
—¿Hay algo más? Tengo cosas que hacer —preguntó, entrecerrando los ojos con evidente irritación.
—Bueno, sí... este asunto de la flecha ha sido un caos. No pensé que... no sabía que te afectaría tanto... —comenzó a explicar Angelo, visiblemente nervioso.
Willow lo interrumpió, su voz quebrada por la emoción contenida.
—¿Cómo crees que me siento? Era mi única oportunidad para que Mortis se fijara en mí y... —hizo una pausa, luchando contra las lágrimas— nada funciona.
Angelo, sintiendo la desesperación de su amiga, intentó animarla.
—Willow, nena, lo sé, es difícil. Pero quedarte aquí no te ayudará. ¿Qué te parece si vamos de compras? —propuso con entusiasmo forzado.
Willow negó con la cabeza, cruzando los brazos.
—No estoy de ánimo, Angelo.
—Vamos, querida, un vestido nuevo, maquillaje... ¡Vi un esmalte en una revista que te encantaría! "Oscuridad brillante", ¡te quedará espectacular!
Aunque Willow parecía indecisa, finalmente cedió con un suspiro, derrotada por la insistencia de su amigo.
—¿Estarás conmigo todo el día, verdad? —preguntó con cansancio.
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Cupido en problemas [Angelo x Mortis]
FanfictionUn poco de drama siempre es interesante de ver, pero no cuando te juega en contra. «...Una flecha de amor puede transformar hasta la más fría de las almas...» ¿Qué puede salir mal? ↢ ❦ ↣ Contenido de la historia • Los personajes pertenecen a Superc...