Capítulo 10: Contracciones

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David junto con su padre se encontraba en medio de una multitud fervorosa en una iglesia del barrio.

El predicador dirigía su sermón desde un improvisado púlpito. Sus palabras, cargadas de pasión y fuego, narraban:

Pedro, Santiago y Juan, fueron hombres humildes llamados por Jesús a convertirse en "pescadores de hombres", y así pescar en la zona del caos, el riesgo y del peligro. Ellos se dedicarían a sembrar el orden, la bienaventuranza y la bondad.

El mar, símbolo de caos y de misterio, se convierte así en el lugar de origen, de quienes pasarán a la luz y al orden según los designios Dios.

Las palabras del predicador impactaron a David, quien sintió una extraña conexión con el mensaje, como si intuyera que su propio destino estaba entrelazado.

De repente un escalofrío recorrió la espalda de David cuando una mano lo tomó por el hombro. Al girarse, vio a Luis, su primo, con una expresión de preocupación en su rostro. Sin mediar palabra, Luis lo empujó junto a óscar hacia un auto destartalado donde lo esperaba Ángel. El motor rugió y el vehículo salió disparado, dejando atrás el barrio.

De pronto, motos y jeeps irrumpieron en la tranquilidad del barrio. Un grupo de hombres armados irrumpió en la iglesia, sembrando el pánico. Golpes, gritos resonaban en el aire mientras buscaban a Óscar. Al no encontrarlo, detuvieron al pastor y a varios miembros de la congregación. 

La noticia corrió como pólvora, encendiendo la ira e indignación de los vecinos, quienes presenciaron impotentes la escena de represión.

¡Toma el volante!, ordenó Ángel con urgencia. ¡Llévanos a casa de Verónica, rápido!  Óscar obedeció pisando el acelerador a fondo.

En el asiento trasero, David observaba atónito como Ángel desplegaba unas enormes alas que lo elevaban por encima del auto. De pronto, criaturas demoníacas surgieron de la oscuridad, rodeando el vehículo. Ángel, sin inmutarse, desató una ráfaga de energía que las repelió con violencia.

David, estupefacto, solo pudo murmurar: ¿Qué está pasando?. Óscar, sin apartar la vista de la carretera, le susurró: "Luego te explicaremos, por ahora guarda silencio".

El auto avanzaba a toda velocidad, perseguido por las sombras que acechaban en la noche. Ángel, tras el breve enfrentamiento se unió a óscar y David en el auto hasta que llegaron a una pequeña casa.

¡Ya estamos aquí!, exclamó Óscar, aliviado.

Un grupo de personas los esperaba en la puerta, entre ellas, verónica. 

David, todavía confundido y aturdido, solo pudo asentir en silencio. Mientras se adentraban en la casa, una pregunta resonaba en su mente: ¿Quién era ángel y qué misterios ocultaba?

Horas después de la frenética huida, la adrenalina comenzaba a disiparse, dando paso a una ola de nerviosismo. Era evidente que el gobierno trazaba un plan y ahora buscaban a Óscar con ahínco. La unificación del país, que Óscar representaba, estaba en juego.

Las manecillas del reloj marcaron la medianoche con un tictac resonante. El silencio de la noche se vio interrumpido por el chirrido de las llantas de una camioneta negra que se detenía frente a la casa de Verónica. Luis, descendió del vehículo con una mirada seria.

Fue entonces que David, rompió el silencio: ¿Y esta camioneta para qué será?

Óscar, con la mirada fija en el David, soltó un suspiro profundo. "Es para huir".

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