2. Nada fuera de lo habitual.

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—¡Roseline! ¡Eres guapísima!— sus ojos verdosos brillaban mientras detallaba cada rasgo de mi rostro, como si no pudiese creer que de verdad está frente a mí.

—Muchas gracias querida. Yo...— traté de tomar una bocanada de aire pero la presión que ejercía al abrazarme era tan descomunal que hasta dudé en que fuese una niña.

—¡Nikoletta! ¡Vas a asfixiar a la pobre chica!— su ¿Cuidadora? Hizo fuerza para quitar sus brazos de mi abdomen. Solté una risa ante las dos últimas palabras que dijo e hice una seña para que no interviniera.

—Tranquila. Para mí es un placer conocerte, Nikoletta.— le acaricié su cabello negro que a propósito, era largo y brillante. Su agarre fue suavizado de a poco.— Discúlpame que te tutee.

—¡Soy tu mayor admiradora desde siempre! ¡He querido asistir a por lo menos a una de tus presentaciones y por fin pude lograrlo!— su voz salía entrecortada por tanta emoción que transmitía y solo me limitaba a sonreír.

Suelo encontrarme con muchas niñas y personas adultas que son fanáticos del ballet, me piden autógrafos y fotografías. Ya era algo a lo que estaba acostumbrada y me gustaba mucho llamar la atención.

Pero con esta pequeña, sentí una conexión increíble. Román nos veía entre risas y negaba cuando la hermosa Nikoletta lanzaba algún comentario imprudente.

—¡Nikoletta! ¡Tu hermano está en el celular!— la misma chica que acompaña a Nikoletta, le pasó el celular para que hablara con su hermano.

—Hola hermanote... Sí, lo sé. Pero tienes que creerme... Tengo frente a mí la mismísima... ¿Podrías dejar de pelear, gruñonsote? Te pondré en altavoz para que la saludes.— presionó un botón, haciendo que la voz del hermano se escuchara en voz alta.

—¡Ni una mierda! ¡Te he dicho que vayas a casa! Me importa un carajo si estás con el mismísimo Dios, o vas o te busco.— la voz del sujeto era seca y concisa, su tono era grave. Tanto así que provocó un escalofrío por todo mi cuerpo. Imponía mucho miedo y respeto.— y sabes que si voy no será por las buenas.

Nikoletta tragó fuerte e hizo un puchero, miró a su cuidadora; quién era una chica castaña de ojos marrones y, secó una lágrima fugaz que recorrió por su mejilla.

Me tomé el atrevimiento de quitarle el celular, detesto a las personas groseras y que hagan sentir de menos a los demás.

—Exiges que la pequeña debe volver a casa pero nunca escuché que dijeras por favor.— mi voz salió temblorosa, Román y todos los presentes abrieron sus ojos de par en par.— ¡Menudo grosero!

El sujeto hizo el intento de refutar pero antes de que formulara una sola palabra; colgué la llamada.

—Señorita, no debió de hacer eso.— la cuidadora tomó el celular de mis manos.— ¡Estamos muertas!

—Se lo merecía, cuando se lo propone puede ser un verdadero odioso.— Nikoletta se encogió de hombros.— Ahora te admiro más.

Volvió a abrazarme muy feliz y solté otra carcajada, esta niña era una monada.

—Guarden la calma, a las personas aveces hay que ponerlas en su lugar para que nos respeten. Y tú...— señalé a Nikoletta, quién ante toda la situación estaba muerta en risas.— Eres burlona y... Valiente.

Le devolví el abrazo y le dediqué una pequeña sonrisa.

—No me bañaré nunca más.— no paraba de dar saltitos.— Luego trataré de calmarlo, solo se molestó porque salí de casa sin su permiso.

Abrí mi boca asombrada y miré a su cuidadora quién tomó la mano de la niña con nerviosismo.

—Se nos hace tarde.— me recordó Román. Asentí y vi como su cuidadora se llevaba a la pequeña a rastras.

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⏰ Última actualización: Aug 14 ⏰

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