El viento nos arrastró hasta una despedida, una despedida irracional donde no era yo consciente de que en un futuro esto me iba a afectar. 40 minutos de distancia a vehículo, nuestras manos no pueden entrelazarse, a pesar de que el sentimiento no iba a ser correspondido. No dejaste atrás tu actitud de un chico cuyas ganas de tener cariño eran inferiores a las de una piedra. Era todo irrebatible, tus palabras mostraban un afecto nulo pero solo se daba en ocasiones exclusivas e impredecibles, ni siquiera cuando mi alma se alejaba de la tuya. En aquel momento sabía que no te iba a volver a ver en un buen tiempo, y de alguna manera la cual no podía escribir con simples versos, los nudos de garganta eran difíciles de desenredar.
5 días en una casa rural me aportaron una esencia distinta comparada a la que había estado viviendo durante todo el año, y la vuelta a la rutina no era lo ideal para una persona que había ampliado su círculo social para dar a conocer mi aquel pequeño yo. Pobre de mí, ansioso de sentir a aquel ser que me hizo ver lo impulsivo que estaba actuando y lo despiadado que podía llegar a ser con cualquier humano en mis alrededores.
Yo, que tu mano anhelaba, destruía nuestra relación con nuestras disputas constantes. No sabíamos tratarnos, solo sabíamos dañarnos o nuestra actitud era más que nada un daño constante, era una piedra afilada que penetraba en la palma fría de mi mano que no tenía tu calor porque tu cercanía era inexistente. Alguna vez mis emociones se disparataron y comenzaron a actuar de una manera. En esta danza, nadie podía impedir que la volviéramos a bailar y reavivar aquellas llamas desconocidas que surgían alrededor de nosotros y que nada conseguía apagarlas, salvo tu dolorosa lejanía. El número 40 me asustaba, y las letras ''km'' no las podía leer con claridad porque mis lágrimas volvían.
Los tiempos pasaban como trenes alrededor de mi pueblo cada media hora, y me conocía más a mí mismo. En medio atravesaba lo mejor algún que otro pasaje a un terreno donde supuestamente el amor florecía, pero al final las raíces fueron cortadas por mentiras, o porque yo amaba demasiado hasta tal punto de mandarme al cementerio. De alguna manera, e inconscientemente, el bolígrafo que yo uso para dictar mi destino esparcía la tinta de alguna manera que llegase a proyectarte en mi mente y volver a contactar contigo, a preguntarte cómo está el tiempo en tu planeta y las cosas en tu vida, tu familia... Sin embargo, mis inseguridades nublaban mi camino y pensaba que no podía tener algo contigo que se caracterizase como algo inefable. Siempre que leo esa palabra, su imagen atraviesa mi cabeza, pero creo que no se para a mirar por ambos lados: se proyecta directamente en mi cerebro y luego una imagen medio opaca en mis iris. Nadie se podría formular preguntas de por qué razón él no salía de mi cabeza.
Pasaron los meses, y vino el golpe de nuestras vidas: una jaula con beneficios que nos protege de un virus que acecha en todos los países, supuestamente proveniente de Asia. Fue una daga que se retorcía en mi caja torácica, puesto que justo el día en que nos confinamos, planeamos una juntada todos los chicos de la casa rural.
Nada podía no conducirme al mal presagio que se aventó hacia mí, y hacia todos nosotros, cuando la jaula endurecía sus hierros, los agrandaba, y una figura de autoridad en forma de mujer me lanzaba a diario pregones que afectaron a mi bienestar. Qué desgracia de mí no poder evitarlo, y aprender a convivir con ello como un soldado al ambiente bélico. Ese soldado era yo, cada día la montaña era más grande, y la trinchera de mayor o menor calidad.
A todo esto se le suma la distancia entre aquel chico y yo, donde crecían las confusiones, los malentendidos y las peleas. No queríamos vernos, eso decíamos en los mensajes, y acabar por cortar conversación (que posteriormente volvía) con un simple botón donde estableces tus límites comunicativos. Así era continuamente cada vez que él abría la boca por algo sin sentido, por algo que podría activar mis sentimientos de furia, o algo. Algo que en mi mente me separó de él, y muchas diferencias chocaron a tales niveles que no podía a veces tener una conversación sin un choque de antemano.
A mi fortuna, los astros se alinearon, y los vídeos que hacía me provocaban risa de lo carentes de sentido que eran, y entonces, aunque él no lo exteriorizaba, le desperté una sensación extraña, de esas que te hacen cuestionarte todo tipo de cosas, pero que por muchos factores te impide subir un escalón. Y yo estaba consumido por la ceguera, la distancia... Que no podía darme cuenta de que unos 40 minutos no me iban a conseguir eliminar tales ambiciones carnales que yo pensaba, nada más cumplir los 15 años. Y yo, como necio, revolcándome en el barro ignorante junto a cualquier otra persona que pudiera darme atención.
Pero a él parecía importarle nulo.
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Refugio en el faro
Novela Juvenil5 años de una amistad que perdura, como las hojas perenne que no tienden a caerse ; como un vino que cada año su sabor mejora. Solo hablan de nosotros, envidian nuestra amistad y sienten repudio cuando descubren que nosotros somos dos faros que bril...