9. Días de casada

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El tiempo había pasado demasiado rápido, no podía creerlo, en unos días estaría ya empezando mis clases y estaba un poco asustada por como sería todo.

Ese día conocí a sus padres, que por cierto, los dos eran personas maravillosas.

Llamaron a la puerta y yo miré a Atlas nerviosa. Él simplemente se dedicó a regalarme una pequeña sonrisa.

—Relájate, te prometo que todo irá bien —asentí con una pequeña sonrisa y él fue a abrir la puerta en lo que yo me quedaba en la sala pensando en posibles respuestas coherentes, no queríamos que nos descubrieran así que había que hacerlo bastante bien.

—Ahí está la hermosa Leah —levanté la mirada para ver a una preciosa mujer de pelo castaño recogido, de ojos claros y muy elegante.

Ella se acercó a mí con una gran sonrisa para abrazarme, así que le correspondí el abrazo.

—Que bien guardado se lo tenía nuestro hijo —escuché la voz de su padre que me regalaba una sonrisa dejando la mano apoyada en el hombro de Atlas.

—Lo sé papá —le dijo Atlas divertido, su padre soltó una suave risa y su madre se separó un poco de mí para verme.

—Sin duda alguna, eres una chica realmente hermosa —me sonrojé un poco y miró a su hijo—. Más te vale cuidarla muy bien Atlas, porque dudo que encuentres a alguien como ella, que pueda aguantarte tanto.

Solté una pequeña risa.

Atlas me miró divertido.

—No tienes que preocuparte de nada mamá, no soy tan tonto para arriesgarme a perderla —aparté un poco la mirada.

Maldito imbécil.

Luego la cena con su familia transcurrió con normalidad, muchas risas gracias al padre de Atlas. Fueron muy cercanos y en ningún momento me hicieron sentir incómoda, incluso podría jurar que me sentía como en casa, como si fuera una más de la familia.

Lo cual estaba bastante agradecida, no nos hicieron muchas preguntas, pero Atlas y yo habíamos preparado un poco nuestra historia para que fuera lo más creíble posible y lo habíamos conseguido.

Además, eran una gran familia, porque tenía tres hermanos, el mayor se llamaba Kian, el siguiente era Atlas y luego estaba Erik y por último estaba Ava que tenía la misma edad que yo, según me habían contado sus padres.

Ahora me encontraba en el apartamento de él preparándome porque debía ir a trabajar, menos mal que tenía mi coche.

Atlas había salido temprano para ir a la empresa, por lo que yo cuando se fue recogí un poco. Después de todo era como una más y debía hacerlo, y tampoco es que me gustara no hacer nada.

Así que si podía ayudar de alguna forma lo haría, además a mí me gustaba que todo estuviera limpio y ordenado.

Cuando acabé salí de ahí cerrando la puerta, él me había hecho una copia de las llaves, así que ya no tendría ningún problema.

Salí del gran edificio en busca de mi coche, todo esto era raro, no lo iba a negar, pero no era malo tampoco.

Sí que era grande el garaje y había muchos coches los cuales según Atlas me contó que eran suyos. Incluso el edificio era suyo. Maldito rico de cuarta, ojalá yo también lo fuera, aunque incluso si lo fuera seguiría trabajando porque no podría estar quieta.

Encontré mi coche y me subí a él con una pequeña sonrisa para arrancar el coche y ponerme rumbo al trabajo.

Lo bueno de todo es que no había tanto tráfico y pude llegar temprano, justo en el momento en el que Adela estaba preparando todo. Salí del coche y fui hacia ella para ayudarla.

Un Amor Inesperado en Estambul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora