Graduado

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A lo largo de tu vida habrá un montón de ocasiones en la que te pongas traje, o, en el caso de las mujeres, vestido, pero muy pocas veces sentirás lo que sientes esa primera vez que te arreglas para despedirte de una etapa que cambia la vida de todas las personas que pasan por ella.

Nadie puede negar que la persona que entra en primero de la ESO es totalmente distinta a la persona que sale en cuarto. Durante esos cuatro años la vida da demasiadas vueltas y no hace más que darte lecciones para que procures no volverte a tropezar con la misma piedra. En mi caso, lo único que he hecho ha sido darme cuenta que no debo cambiarme. Al principio de la ESO pensé que debía dejar de ser yo mismo para encajar, pero ni siquiera eso funcionaba. Era y siempre he sido el rarito. Un día me cansé y decidí pasar desapercibido y si me preguntaban, no me importaría hablar de lo que realmente me gustaba. Me fue bien, hice amigos. No me costaba. Llevaba tanto tiempo buscándolos que no me resultaba difícil, pero entonces entendí aquella frase: "mejor estar solo que mal acompañado". Me fie demasiado rápido de gente que apenas conocía. Montones de persona que consideraba mis amigos me fallaron, me traicionaron y me hicieron mierda. Ahí decidí que nunca más iría muy rápido a la hora de hacer amistades. Hasta que no me viera realmente cómodo con la otra persona no lo llamaría "amigo".

También, a lo largo de la ESO me he dado cuenta de que extrañamente no congenio con ningún tío. Ni uno solo. Todos me caen mal. Yo siempre he sido de llevarme con chicas y de hecho, a veces me da miedo la de cosas que sé de ellas. Mi prima siempre se ríe al respecto, pero es verdad, las conozco mucho mejor que cualquier otra persona. No digo que sea un experto, ni mucho menos, pero las comprendo y entiendo muchas cosas que los chavales no son capaces de entender. Entiendo que todas digan que "todos son iguales" porque lo son, unos auténticos gilipollas y me alegra saber, que ya no se me incluye en ese saco, puesto que mucha gente se ha dado cuenta de lo que valgo.

Después de afirmar que tercero de la ESO fue un curso de transformación, puedo decir que cuarto de la ESO ha sido mi curso. He conocido a gente de la que jamás me voy a olvidar, aunque se vayan a otro instituto, siempre las llevaré conmigo y las que se quedan, intentaré que no se olviden de que siempre me van a tener ahí, aunque esté en la clase de al lado. Realmente he podido ser yo mismo y por primera vez, no me he sentido juzgado. La gente se ha reído conmigo, me ha ayudado y me ha apoyado en todo momento. La mayor casualidad que no se la espera nadie: todo eran chicas. No sé porqué siempre estoy más cómodo con ellas. A veces me apetece juntarme con chicos, pero recuerdo como son y me echo para atrás.

Este último año es el único en el que puedo decir que lo echaré de menos. Es difícil explicar con palabras todo lo que he sentido y todo lo que me he reído, pero a veces, solo tienes que ser tu mismo y postrarte frente a toda una clase para que tanto tú, como el resto, sean capaces de admirar lo mejor de cada uno.

Y así, me subo a un escenario para despedir la ESO. Doy un discurso, hago un pequeño baile, pongo un vídeo que he estado preparando y me llevo un premio al más pesado de la clase y, todo eso, con una sonrisa. Después me voy a cenar con mi clase y por un momento, cierro los ojos y me paró a pensar en todo aquello que he pasado para estar allí, con esa gente y digo: wow, así que esto es lo que he estado buscando desde primero de la ESO.

Siempre pasamos por algún bache, pero no debemos dejar que eso nos frene, hay que levantarse y continuar, porque tarde o temprano seremos recompensados por ese esfuerzo.


"Se amable, porque todo el mundo libra una dura batalla y si de verdad quieres ver como es la gente, no tienes más que mirar".

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