Tres días después, por fin me dieron el alta. Me vestí con la ropa que Yasmín, la madre de Nabil, me había traído en una maleta. Estaba muy agradecida con ella; sin ella no tendría donde ir ni ropa para ponerme. Ella me estaba esperando afuera, así que me di prisa y salí. Fuimos hasta su casa. Ya había estado en la boda, pero no me había fijado en lo grande y bonita que era. Y solo vivía ella ahí.
—Siéntete como en tu casa, cariño, y si quieres hablar de algo, estoy aquí.
—Muchas gracias, de verdad —dije dándole un abrazo.
Fui a la habitación donde me dijo que podía estar. Iba a ducharme, pero al ver que no tenía ni productos de cara ni de ducha, bajé a preguntarle a Yasmín.
—Voy a salir a comprar productos de cara y de pelo —dije.
—No hace falta, cariño. Todo está en el baño del pasillo de arriba.
—Muchas gracias, perdón por molestar.
—Tranquila, no molestas.
Subí y me duché. Me puse un pijama de manga larga y me solté el pelo para que se secara. Bajé y vi que estaba viendo una serie. Al acercarme, vi que era turca. Iba a sentarme con ella, pero antes fui a la cocina y miré si había palomitas. Las encontré y las hice. Fui y me senté con ella a ver.
Estuvimos hablando de la serie hasta que alguien tocó la puerta. Me quedé paralizada en mi sitio. ¿Y si era Nabil? ¿Qué hago? ¿Qué hago? Me dije a mí misma.
—Voy a ver quién es —me dice ella al ver mi cara.
La puerta se abrió y escuché la voz de Nabil.
—Nadia no está en el hospital —dijo él.
—Se habrá ido.
—Pero no tiene dónde ir, no habrá venido aquí, ¿no? —dijo él.
—No la he visto —respondió Yasmín.
Menos mal, lo que menos quería ahora era lidiar con Nabil. Nabil se fue y Yasmín volvió conmigo.
—No puedo mentirle más, tendrás que hablar con él de esto —me dijo ella.
—No sé...
—Sé que es difícil y que te ha hecho daño, pero todo tendrá una explicación.
No supe qué responder. Por mi mente solo pasaban las palabras del padre de Nabil.
Flashback
—Si algo sale mal, si de verdad quieres a Nabil, si no quieres que lo mate, aléjate de él y no le haré nada.
—¿Por qué? —pregunté llorando.
—Eres su única felicidad y yo se la quitaré, como él lo hizo conmigo —dijo él.
Fin
No podía volver con Nabil, no quería que le pasase nada. Lo mejor era dejarlo ir, me dije a mí misma.
Ya llevaba una semana en casa de la madre de Nabil. Había vuelto al trabajo y todo iba bien, no he vuelto a ver a Nabil desde el día del hospital y eso me calmaba y me dolía al mismo tiempo. Odiaba estar lejos de él, odiaba no ver sus ojos verdes.
Estaba con Yasmín en el salón; yo trabajando y ella leyendo un libro. Iba a ir al baño, pero al levantarme sentí un mareo que casi me hace caer al suelo.
—¿Estás bien? —preguntó ella levantándose.
—Sí, sí, habrá sido una bajada de tensión por levantarme de golpe —dije.
Fui al baño y me limpié la cara, pero me volvió a dar el mareo y comencé a vomitar. Me costaba respirar y no paraba de vomitar.
—Nadia, te he escuchado toser, ¿estás bien? —dijo ella detrás de la puerta.
—No puedo respirar... —dije cortadamente.
—Abre la puerta —dijo ella.
Conseguí abrirla y ella entró. Esta semana había tenido varios mareos, pero con hoy ya me empecé a preocupar.
—Respira por la nariz y expira por la boca —dijo ella.
Hice lo que me dijo y me ayudó a levantarme. Me puse el hijab, me cambié la ropa y fuimos al coche. Al llegar al hospital, me atendieron y me hicieron unas preguntas.
—Te haremos unas pruebas —dijo dándome un pote para poner una muestra de orina.
La doctora apareció media hora después.
—Felicidades, está embarazada de cuatro semanas.
En ese momento el mundo se me vino encima. ¿Qué iba a hacer?
—Señora, ¿está bien?
—Sí. ¿Cuándo me voy? —dije.
—Ya puede irse si quiere.
—Gracias —me levanté, cogí mis cosas, me limpié las lágrimas y salí.
—¿Qué te han dicho, cariño? —me preguntó Yasmín.
—Nada grave, es por falta de agua me ha dicho el doctor —vi duda en sus ojos pero no dijo nada más.
Estuve todo el camino pensando en cómo decírselo a Nabil. Era su hijo, nuestro hijo, él más que nadie lo tenía que saber. Ya habíamos llegado, estaba en mi habitación con el móvil en el chat de Nabil, no sabía qué hacer, si era mejor llamarle o mandarle un mensaje. No sabía, las manos me temblaban, el corazón me latía a mil. ¿Y si no lo quería? ¿Y si después de lo que le dije ya no me quiere?
Todo esto eran pensamientos del shaitán, así que escribí rápido:
"Estoy embarazada".
NABIL
Estaba conduciendo cuando me sonó el móvil. Decidí no mirarlo ya que estaba en la carretera, pero al pararme en el semáforo lo cogí. Al leer el mensaje de Nadia comencé a temblar. Ya no puedo recuperarla, la he perdido para siempre, me decía a mí mismo, hasta que llegó otro mensaje:
"Es nuestro".
Se me hinchó el corazón de felicidad al leer "nuestro", mío y de ella. Llegué a una calle para aparcar y la llamé. Me lo cogió al primer pitido.
ESTÁS LEYENDO
Fiha kher
RomanceNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...