Mientras el eco del portazo resonaba en mi cabeza, me dejé caer sobre la cama, sollozando silenciosamente. El silencio que quedó tras la salida de Nabil era ensordecedor, un recordatorio cruel de la soledad que sentía en ese momento. Me acurruqué, abrazando mi vientre, sintiendo una punzada de desesperación y tristeza.
No sé cuánto tiempo pasó. Podrían haber sido minutos o tal vez horas. Todo lo que sabía era que el dolor en mi pecho no disminuía. Yasmín subió las escaleras con cautela, asomando la cabeza por la puerta entreabierta.
—Nadia, hija, ¿estás bien? —preguntó con suavidad, su voz cargada de preocupación.
—No. No estoy bien —respondí con un hilo de voz. No tenía sentido fingir lo contrario.
Yasmín entró en la habitación y se sentó a mi lado, acariciando mi cabello con ternura. Sentí su amor y su fuerza, pero también su impotencia. Quería ayudarme, pero sabía que no podía arreglar el caos en el que se había convertido mi vida.
—Lo siento tanto, hija. Ojalá pudiera hacer más por ti.
—No es tu culpa. Todo esto es... complicado.
Nos quedamos en silencio, solo el sonido de mis sollozos llenaba el espacio. Finalmente, Yasmín rompió el silencio.
—¿Qué piensas hacer ahora?
Suspiré profundamente, intentando ordenar mis pensamientos. No tenía todas las respuestas, pero sabía que debía ser fuerte por mi hijo.
—Nose.
Yasmín asintió, apretando mi mano con fuerza.
—Siempre estaré aquí para ti, Nadia. No lo olvides.
***
Los días siguientes pasaron en una especie de neblina. Me esforzaba por mantenerme ocupada, preparando todo para la llegada del bebé. Pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de Nabil y nuestra última conversación volvían a mi mente.
Una tarde, mientras organizaba la pequeña habitación que sería la del bebé, coji el móvil y entre a fotos, había una foto de Nabil y yo en ls playa . La tomé entre mis manos, permitiendo que los recuerdos inundaran mi mente.
Recordé ese día, éramos felices, la chispa inmediata entre nosotros, las risas compartidas y los sueños que estábamos pensando en construir juntos . Lágrimas silenciosas comenzaron a correr por mis mejillas. ¿Cómo habíamos llegado a este punto?
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Me limpié las lágrimas rápidamente y fui a abrir. Para mi sorpresa, era Safia mi amiga, la que estuvo en la cena conmigo. Su rostro se iluminó al verme, aunque sus ojos reflejaban preocupación.
—Nadia, ¿puedo pasar? —preguntó suavemente.
Asentí y la dejé entrar. Nos sentamos en el salón, el silencio entre nosotras era pesado.
—Me enteré de lo que pasó —comenzó Safia—. Y estoy aquí para lo que necesites.
No pude evitar romper a llorar. Safia me abrazó con fuerza, dejándome desahogar todo lo que tenía dentro. Finalmente, cuando logré calmarme un poco, comencé a hablar.
—Todo es un desastre. No sé cómo seguir adelante.
Sara me miró con determinación.
—Lo primero que tienes que hacer es cuidarte. Tienes que ser fuerte por tu bebé. Pero no estás sola, Nadia. Estoy aquí contigo.
***
Los días pasaron, y aunque la tristeza seguía presente, poco a poco comencé a encontrar una rutina. Safia se convirtió en un apoyo invaluable, como Yasmín, me ayudaban a preparar todo para la llegada del bebé y dándome fuerzas cuando más lo necesitaba.
Una noche, mientras estábamos en el salón, la puerta se abrió de golpe. Nabil estaba allí, empapado por la lluvia, con los ojos llenos de desesperación. Sentí que el corazón me daba un vuelco.
—Nadia, tenemos que hablar —dijo con voz ronca.
Sara se levantó, dispuesta a intervenir, pero yo la detuve con una mirada.
—Está bien, Safia. Necesito hablar con él.
Safia dudó, pero finalmente asintió y se retiró, dejándonos solos. Nabil se acercó, su mirada llena de angustia.
—Nadia, no puedo dejarte así. Necesito explicarte todo, y que tú me expliques, por favor —suplicó.
Tomé aire, intentando mantener la compostura.
—Está bien, Nabil. Habla.
—No tienes idea de cuánto he sufrido desde que desapareciste. La culpa me ha estado carcomiendo, y se que ya te lo he dicho. Sé que cometí errores, pero nunca quise hacerte daño. Aquella noche de la cena... me equivoqué, y lo sé. Pero ella ya no significa nada para mí. Lo único que quiero es estar contigo y nuestro hijo.
Sus palabras me llegaron al corazón, pero también despertaron la ira y el dolor que había estado reprimiendo.
—¿Y crees que eso lo arregla todo? —pregunté, mi voz temblando—. ¿Crees que puedes aparecer aquí y simplemente borrar todo lo que ha pasado?
Nabil cayó de rodillas, con los ojos llenos de lágrimas.
—No, no lo creo. Pero estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para demostrarte que he cambiado, que puedo ser el hombre que tú y nuestro hijo merecen.
Quería gritar, golpearlo, decirle que era demasiado tarde. Pero una parte de mí seguía amándolo, seguía deseando creer en sus palabras. Antes de que pudiera responder, un dolor agudo me atravesó el abdomen. Me llevé las manos al vientre, sintiendo cómo el pánico se apoderaba de mí.
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Fiha kher
RomanceNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...