Capitulo 28

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Las semanas siguientes fueron un torbellino de emociones y desafíos. Aunque Nabil se mostraba decidido a apoyarme y estar a mi lado. La traición, el miedo y la incertidumbre por la amenaza de su padre se mezclaban con la esperanza y el amor que aún sentía por él.

En el hospital, Nabil estaba a mi lado en cada consulta, cada examen. Su dedicación era innegable, pero también lo era el dolor que ambos llevábamos dentro. Una tarde, mientras estábamos en una cita con el obstetra, el doctor nos dio una noticia que cambiaría todo.

—Nadia, tu embarazo es de alto riesgo debido al estrés y la situación que has pasado. Vamos a necesitar mantenerte en reposo absoluto las próximas semanas para asegurar el bienestar del bebé.

Sentí cómo el peso de la noticia caía sobre mí. Nabil apretó mi mano con fuerza, sus ojos llenos de determinación.

—Haremos lo que sea necesario, doctor —dijo, sin dudarlo.

Al regresar a casa, Yasmín y Sara habían preparado todo para que pudiera descansar cómodamente. Pero el peso emocional seguía siendo aplastante. Cada vez que cerraba los ojos, revivía aquellos momentos en el sótano, el miedo, la desesperación. Y siempre, la imagen de Nabil y su traición volvían a mi mente.

Una noche, después de una cena silenciosa, Nabil se acercó a mí en la habitación. Se sentó en el borde de la cama y me miró con una intensidad que me dejó sin aliento.

—Nadia, sé que te he fallado. Pero por favor, dame una oportunidad para demostrarte que puedo cambiar. Que podemos ser una familia.

—Nabil, no se trata solo de ti. También se trata de mí. De lo que necesito para sentirme segura y en paz. Y ahora mismo, no sé si puedo tener eso contigo.
— Dije mientras una piedra me aplastaba el corazón con cada palabra, esto era culpa de su padre pero el no lo podía saber.

Él asintió, con dolor en sus ojos, pero también con comprensión.

—Entiendo, Nadia. Pero no voy a rendirme. Te amo y amo a nuestro hijo. Haré lo que sea necesario para ganarme tu confianza de nuevo.

Los días se convirtieron en semanas, y el reposo absoluto comenzó a afectar mi ánimo. Estar confinada en casa, sin poder hacer mucho más que pensar, era una tortura. Nabil seguía a mi lado, cumpliendo con cada promesa de apoyo, pero la tensión entre nosotros no desaparecía.

Una tarde, mientras Nabil estaba en el trabajo y Yasmín había salido a hacer unas compras, Safia vino a visitarme. Se sentó a mi lado y me miró con una expresión seria.

—Nadia, tienes que hablar con el   sobre lo que pasó con su padre. No puedes seguir guardando todo eso.

La miré, sorprendida por su insistencia.

—Safia, no es tan fácil. Cada vez que intento hablar de eso, siento que me ahogo, y no puedo dejar que le pase nada

—Precisamente por eso necesitas hablarlo. No puedes sanar si no enfrentas lo que pasó. Y no tienes que hacerlo sola. Estoy aquí para ti.

...

Nabil respetó mi espacio, aunque se notaba que deseaba saber más, entender mejor. Una noche, después de una sesión particularmente difícil, lo encontré en el salón, mirando una foto nuestra de tiempos más felices.

—Nabil, tenemos que hablar —dije suavemente.

Él levantó la vista, sus ojos llenos de preocupación.

—Claro, Nadia. Lo que necesites.

Me senté a su lado, tomando un respiro profundo antes de comenzar.

—Estoy tratando de enfrentar todo lo que pasó. Y quiero que sepas que, aunque te estoy dejando fuera de eso por ahora, es porque necesito hacerlo sola, y no puedo ponerte en peligro, hay cosas que no sabes, y no puedo hacerte eso— dije mientras lloraba.

Nabil asintió, su expresión era de respeto y comprensión.

—No me vas a hacer nada Nadia, y si hay cosas que nose por qué no me las cuentas ?

—No, no puedo dije entre lágrimas.

La impotencia me mataba.

Nabil decidió no insistir más, aún que sabía que esto no se quedaría así.

A medida que pasaban las semanas, mi embarazo avanzaba y, aunque la relación con Nabil seguía siendo tensa, había momentos de paz y conexión que me recordaban por qué alguna vez lo quise tanto. Estaba claro que ambos estábamos luchando por encontrar un camino juntos, aunque lleno de obstáculos.

Una noche, mientras nos preparábamos para dormir, sentí un movimiento fuerte en mi vientre. Tomé la mano de Nabil y la coloqué sobre mi barriga.

—¿Lo sientes? —pregunté, con una sonrisa.

Nabil sonrió, clargo y lleno deon los ojos llenos de emoción y amor.

—Sí, lo siento. Nuestro hijo.

En ese momento, supe que, a pesar de todo el dolor y la confusión, había una esperanza. Una posibilidad de reconstruir lo que habíamos perdido.

Fiha kherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora