2 || Tú debes de ser Mara, ¿no?

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Barcelona: Agosto, 2016

MARA

Después de una hora y cuarenta minutos llegamos al aeropuerto de Barcelona-El Prat. Jordi habló anteriormente con mis padres, indicándoles que vendría un coche a recogernos y llevarnos directamente a La Masía. Al salir del aeropuerto había aparcado un coche negro con el escudo del barça, mi padre se dirigió hacia él y habló con el conductor.

— Es este. — nos avisó, metimos en el maletero todas nuestras cosas y entramos al coche.

No pasaron más de treinta y cinco minutos cuando el coche paró delante de un portón de un edificio que separaba la calle de las instalaciones, el hombre de la cabina pulsó un botón y la reja se abrió dejando pasar el coche, el cual volvió a estar en movimiento adentrándose a un aparcamiento, el hombre que conducía el coche lo aparcó y pudimos salir del vehículo. El conductor nos guió hasta llegar a la recepción en la que había un escritorio con una mujer trabajando al lado de la puerta principal y al otro lado había unos sillones y mesas con un par de niños de diversas edades, más de uno nos miraba con curiosidad.

Mi madre se acercó a la recepcionista y comenzó a hablar con ella, mi padre nos indicó a Alberto y a mí que también nos acercásemos, lo cual hicimos algo distraídos.

— ¿Puedes decirme el nombre completo del niño? — pidió la mujer rubia.

— Oh, no, es una niña. — aclaró mi madre — Mara Díaz Castillo.

La mujer tecleó en el ordenador, un sonido indicó que una impresora estaba en pleno funcionamiento y segundos después la mujer le extendió a mi madre una hoja y un bolígrafo. Mi madre leyó el papel junto a mi padre y lo comenzó a rellenar, minutos después le entregó de vuelta el folio a la recepcionista, la cual lo leyó un poco por encima y volvió a teclear en el ordenador.

— Ya está todo listo. Esta es la acreditación, con ella cuando vengas de fuera, tú la enseñas a quien esté en recepción o si quieres entrar por el aparcamiento se la enseñas a quien esté en la cabina y así podrás entrar a La Masía por cualquier puerta.

Me dio una tarjeta azul oscuro con mi nombre y el escudo del club, al tener una correa con un estampado del barça la colgué alrededor de mi cuello.

— Luego, tu habitación es la número veinticinco que está en la primera planta. Está nada más salir de la zona de las escaleras y el ascensor, al final del pasillo a la derecha. Es habitación doble, habitación compartida con una niña de tu edad, ella vino a La Masía el año pasado así que cualquier duda creo que se la podrás preguntar a Sofi. — me explicó para luego extenderme una carpeta — Aquí tienes los horarios de todo, esto está programado en base a lo que rellenasteis ya en julio. — le dijo a mis padres.

— Sí, sí, ya nos lo había comentado Jordi. — habló mi padre.

— Pues creo que eso es todo. Si tienes alguna duda, ya sabes, le puedes preguntar a quien esté aquí en recepción o a alguien del personal, o incluso a algún jugador de la cantera, aunque cuidado que vienen chicos y chicas de todas las edades — chasqueó la lengua — te lo digo para que no te extrañe que uno de diecisiete no te sepa contestar.

— Vale, lo tendré en cuenta. — le respondí sonriendo.

Anotó un par de cosas en una libreta y volvió a hablar con su voz calmada.

— Y ahora te voy a dar un consejo en lo personal, aquí todo el mundo quiere lo mismo: llegar al primer equipo del barça. Y todos van a intentar ser los mejores y destacar todo lo posible, en su mayoría son chicos; quitando dos jugadoras del primer equipo, algunas del filial y un grupo de chicas de quince o dieciséis años. Al principio vas a estar en el equipo jugando codo a codo con niños, hay algunos que son muy crueles a esta edad y como quieren destacar van a haber un par de niñatos de turno que van a intentar hacerte de menos de forma que no te des cuenta. Todo esto por ser una chica. — me intentó explicar — Necesito que me prometas que vas a dar todo de ti para demostrarle a todo el mundo que las chicas también pueden jugar al fútbol.

A BASE DE GOLES || HÉCTOR FORTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora