LXVII

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Nada más abrir la puerta, notando todavía cómo la herida de la palma de su mano le palpitaba bajo la venda, su confusión incrementó al ver a la rubia mirándola fijamente, hasta que sus oscuros ojos se toparon con la herida que Lisa ocultaba con su otra mano. A pesar de todo, a la odontóloga le hizo gracia haberle preguntado aquello, ya que era lo mismo que Rosé solía decirle siempre.

-"¿Qué te ha pasado?" le preguntó frunciendo el ceño e ignorando la pregunta.

-"Me he cortado sin querer" respondió con en realidad parte de razón.

-"Ahora la verdad, Limario" insistió Rosé aun desconfiando.

-"No te he mentido" replicó la odontóloga encogiéndose de hombros.

-"Entonces, ¿por qué parece que has llorado?" preguntó acercándose más a ella. "¿Eso son mocos?" mintió, consiguiendo que Lisa se delatara al limpiarse rápidamente el falso rastro. "Lo sabía" sonrió victoriosa.

Aun en el umbral de la puerta, con la puesta de sol a punto de terminar, Luca apareció entre las piernas de su dueña. Rosé, al verlo, se agachó quedando cerca de él. El pequeño felino no se ahuyentó, tan solo siguió con la mirada el dedo índice que la rubia movía de un lado a otro. Lisa, mientras tanto, observaba la escena mientras pestañeaba varias veces consiguiendo que las lágrimas que le quedaban, desapareciesen.

-"Es increíble que un gato tenga los ojos más bonitos que yo" comentó, volviendo a quedar a la altura de su amiga.

-"¿Qué haces aquí?" preguntó la odontóloga por segunda vez.

-"¿Así tratas tú a tus visitas?" replicó Rosé riéndose.

La hubiera dejado pasar desde un principio, pero el marco seguía tirado en el suelo junto con los cristales que había recogido, y los que quedaban en el suelo. Si la rubia entraba en su pequeña casa, entonces no tendría más remedio que contarle la verdad a pesar de no querer hacerlo del todo. No obstante, Lisa se quedó varios segundos en silencio notando aun el dolor en la palma de su mano.

Dando un suspiro, se decantó finalmente por la opción de dejarla pasar a pesar de que no le hubiera respondido a su pregunta, haciéndole un leve gesto con su mano sana. Era la primera vez que Rosé entraba allí, y aquello se notó bastante por la forma en la que sus ojos recorrieron todo el espacio alcanzable para su vista.

La rubia había ignorado los comentarios de Irene sobre lo fría que parecía la casa de la odontóloga por la decoración que ésta tenía, sin embargo, se tragó sus propios pensamientos al ver que su amiga tenía razón. Le faltaba algo, algo como un toque de cariño, algo que rellenase los cuadros que decoraban el salón sin ninguna foto en ellos, excepto una que reconoció al instante.

Inmóvil en la entrada, con Lisa detrás y la puerta ya cerrada, Rosé mantuvo la mirada en aquella foto del cumpleaños de Jisoo, pero solo duró escasos segundos ya que algo le llamó más la atención, concretamente un puñado de cristales esparcidos por el suelo. Rápidamente, miró a su amiga sabiendo cuál había sido la causa de su corte.

Sin decir ni una palabra, la odontóloga pasó por su lado y se agachó para seguir recogiéndolos, esta vez sin ninguna lágrima que le nublara la vista y con mucho más cuidado. Ya no había vuelta atrás, ya Rosé lo había visto.

Y efectivamente así era, pero con lo que Lisa no contó fue con que la rubia se agachase a su lado y la ayudara a recoger, no sin antes regalarle una sonrisa a la que respondió curvando un tanto los labios. Un par de minutos en silencio fueron suficientes para acabar con aquel estropicio.

-"Gracias" dijo la odontóloga, a lo que la rubia le respondió con otra sonrisa mostrando esta vez sus pequeños dientes.

Sin decir nada más, ambas se dirigieron hacia la cocina con Luca siguiendo sus pasos después de acabar rasgando la bola formada por el papel de regalo que Lisa había lanzado sin importarle donde acabase. Allí, la rubia se fijó también en la decoración, pero se mantuvo en silencio. No dijo nada hasta que volvieron al salón y pudo ver aquel retrato de ella desnuda que colgaba en la pared del pasillo.

adaptación- cenizas - JenLisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora