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Unique

No sabe desde cuando, ni como, solo sabe que aparecieron como pequeños sueños, esporádicos, a veces largos otras veces muy cortos, desde su infancia las memorias de unos tristes y desolados ojos grisáceos hacían pesado su corazón, no sabía el motivo de aquellos sueños, había visitado innumerables terapeutas psicológicos pensando en obtener algún tipo de respuesta sin encontrar nada, siempre la misma respuesta son solo tus fantasías. ¿Pero una fantasía podía sentirse tan real y dolorosa?, la misma sensación que tuvo cuando sus padres fallecieron, pero no sabía quién era el hombre que constantemente su memoría vislumbraba, recuerdos dolorosos de una trágica y prematura vida.

Gojo Satoru, 28 años de edad, un aclamado y famoso novelista y pintor, con una personalidad tan excéntrica que ningún editor podía soportarlo por más de seis meses, rechazaba todo tipo de propuesta relacionada con mostrarse al público, ya era bastante llamativo por su aspecto como para serlo por su profesión, estaba harto de ser detenido en la calle por hombres y mujeres que buscaban llamar su atención, por desgracia, para ellos obviamente; siempre eran rechazados, dependiendo del humor del pintor, a veces frívolo otras amable.

En ese instante iba en el auto, no tenía ni la más mínima idea de lo que su manager hablaba solo que era sobre una exposición de sus pinturas, estaba sentado en la parte trasera del auto mirando por la ventana sin prestarle nada de atención a su mayor, realmente no le importaba si hacían mil y un exposiciones de su arte, el solo buscaba la manera de exteriorizar aquel dolor que esos sueños provocan en su corazón, interrumpió lo que sea que el mayor estuviera diciendo.

— Quiero un café, Ichiji-san, ¿podemos ir por uno de esos cafés que siempre compras? — El hombre desistió en su previa conversación y sabiendo que el rostro del novelista no era conocido se sentía en la comodidad de llevarlo a aquella cafetería, diciéndole que lo dejaría allí e iría a firmar el contrato con la galería para la exhibición a lo que el peliblanco solo asintió restando toda importancia a eso. Bajó del vehículo despidiéndose con la mano de su mayor, acomodo el suéter color crema que estaba usando ese día, despeinó sus cabellos y acomodo sus lentes de sol antes de ingresar a la cafetería ni siquiera presto atención a la persona que lo atendía en caja, se sentía oprimido por los recuerdos que no podía describir, pidió un latte sin azúcar con leche vegetal y un sándwich de pavo, por suerte no había olvidado su maletín en el coche, preguntó si podía quedarse unas horas en el local, a lo que la señorita de la caja asintió con gusto, le regaló una sutil sonrisa antes de dirigirse a su mesa por ponerse a escribir, de repente una oleada de inspiración llego a su cabeza.

Estaba escribiendo tranquilamente tras unos veinte minutos en los que espero su orden, cuando esta fue dejada en su mesa y alzó la mirada para agradecerle al mozo, su voz se quebró, un nudo en su pecho se apretó al reconocer aquellos ojos y aquella sonrisa, la que Ichiji denominaba su musa para la pintura pero el arte para Satoru no era más que una manera de sacar todos aquellos recuerdos que no sabía de donde provenían ni quién era aquella persona a la que constantemente retraba, no escuchaba nada, sentía sus mejillas húmedas y en un débil susurro pronunció un nombre, pensándolo con claridad no tendría ningún sentido que supiera el nombre de pila de uno de los empleados de una cafetería a la que visitaba por primera vez, aquel susurro salió tan roto y desgarrador debido al llanto, solo podía admirar el rostro confundido y preocupado del mesero tratando de llamar su atención para saber si estaba bien.

— Suguru...

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Para Suguru Geto la vida era sencilla, estaba terminando un masterado en su carrera de gastronomía, trabajando a tiempo completo en su cafetería ubicada en el centro de la ciudad, su vida era tranquila entre sus últimos estudios y el trabajo, el mayor drama que podría llegar a tener era en sus mañanas al no saber si usar tenis o botas para le trabajo, pero nada más que contar, si alguien le dijera qué destacaría de su dia a dia, Suguru sin pensarlo dos veces respondería paz.