Prólogo

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Amanda siempre recordaría aquel día con una claridad dolorosa, como si cada detalle estuviera grabado en su memoria. Era una tarde lluviosa, el cielo encapotado reflejaba el peso que sentía en su corazón. La escuela estaba casi vacía cuando decidió pasar por la biblioteca, un refugio tranquilo en medio del caos de su mente. Fue allí donde encontró a Marcos, su compañero de clase, sentado solo en una esquina, con una expresión que no había visto antes.

Marcos, un chico reservado y sensible, parecía más sombrío que de costumbre. Aunque no eran cercanos, Amanda siempre había sentido una conexión inexplicable con él. Quiso acercarse, pero algo la detuvo. La sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder la invadió, dejándola paralizada.

Aquella misma noche, la noticia se propagó rápidamente por la escuela: Marcos se había quitado la vida. El shock y la tristeza se extendieron como una marea imparable. Amanda, aún tratando de procesar la tragedia, fue llamada a la oficina de la directora, Dolores. Allí, la situación empeoró. Sin darle tiempo para explicaciones, las autoridades asumieron lo peor. Había indicios, pruebas que apuntaban a su implicación en la muerte de Marcos, aunque Amanda no podía entender cómo había llegado a esa conclusión.

Eva, su mejor amiga, estaba allí también, pero su mirada fría y distante no ofrecía consuelo. En lugar de apoyo, Amanda se sintió traicionada y más sola que nunca. Eva negó cualquier implicación, y la evidencia circunstancial comenzó a acumularse contra Amanda.

El juicio fue rápido y sin piedad. Amanda fue acusada de haber llevado a Marcos al suicidio y, antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, se encontró detrás de los muros opresivos del Reformatorio Santa Teresa.

Eva aun estaba en investigación, ya que por las pruebas encontradas no se podía definir aún a una culpable; pero la situación iba empeorando cada vez más hacia Amanda, así que Eva fue mandada hacia el reformatorio también por haber participado en el terrible hecho.

Cada segundo en aquel juicio seguía empeorando cada vez más hacia Amanda, e iba empeorando menos hacia Eva. No habia mucha informacion del caso como para dictar a un culpable, la mayoría de las veces que un joven se suicida es todo menos por cosas ajenas; pero hay casos especiales que con las pruebas necesarias se puede dictar un culpable. Este era el caso de Amanda y Eva.

Entonces el juicio terminó.

El silencio de las CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora