La nueva aldea de los herreros

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Bastante temprano los hashiras se reunieron para ir a la aldea, Obanai, Sanemi y Tokito con apenas tres horas de sueño debido al entrenamiento nocturno, mientras que Mitsuri había podido dormir bastante bien pese a tener que levantarse temprano, aunque llegó un poco tarde.

— ¡Ya llegué! No se vayan sin mi.— Mitsuri corría donde estaban reunidos los hashiras.

— Llegas tarde.— Respondió Tokito.

— Mitsuri...— Obanai se sentía tranquilo de volver a verla, pero no se movió.

Mitsuri sin pensarlo dos veces, abrazó con fuerza a su pareja, dándole un beso en la mejilla bastante cariñosa, haciendo que Obanai se sonrojara un poco por estar en público.

— Te extrañé mucho Obanai.— Sonrió cariñosamente la pelirrosada.

Una tos les terminó interrumpiendo, un par de kakushis, una chica y un chico que estaban junto a una carreta.

— Tenemos que darnos prisa ¿Ya están listos? — Preguntó el chico enmascarado, impaciente.

La chica se acercó a los hashiras, entregándoles una venda para los ojos a cada uno, e incluso, una pequeña venda para la serpiente.

— Sabemos que a veces tu serpiente ve por ti, así que necesitamos que también le vendes los ojos.

Sanemi sonrió divertido, se le hacia ridículo que les hicieran seguir protocolos.

— Somos pilares ¿Por qué debemos ir con los ojos vendados? Somos el rango más alto de cazadores.

Obanai en silencio vendaba los ojos de Kaburamaru a lo que Mitsuri chilló de ternura, acariciando a la serpiente que se encontraba muy confundida por no poder ver nada.

— Nunca se sabe que puede pasar, hay que prepararnos para que en el peor caso, si los convierten en demonios, no puedan ir a atacar la aldea. — Respondió el chico, cruzándose de brazos.

— Está bien, solo es un protocolo Shinazuwaga. — Tokito le tocó el hombro con tranquilidad.

Sanemi chasqueó la lengua, y terminó por subirse a la carreta y vendarse los ojos. Tokito le siguió y también se vendó los suyos.

Obanai ayudó a Mitsuri a subirse, aún si ella no necesitaba ayuda, era una buena excusa para tocarle la mano con suavidad y gentileza, acariciando el dorso de esta con su pulgar. Mitsuri se sonrojó un poco, después de todo, Obanai sabía hacerla sentir mariposas en su estómago, y aceleraba su corazón con solo una caricia, estaba muy enamorada.
Esperó a que Obanai se vendase los ojos, para robarle un beso sobre las vendas de la boca, riendo un poco juguetonamente antes de vendarse sus ojos también.
Obanai sintió su corazón acelerarse por ese beso, y a ciegas, le volvió a tomar la mano cariñosamente.

La kakushi femenina se enrojeció como tomate al verlos besarse.

— ¡O-Oigan no hagan eso! Nosotros podemos verlos, no sean desvergonzados.

Sanemi y Tokito se sintieron confundidos, no sabían de qué hablaba la kakushi.

— ¿Están haciendo algo indebido? — Preguntó Muichiro.

— Lo siento, es que hace mucho no veía a mi novio.— Se disculpó Mitsuri haciendo un puchero, mientras se acurrucaba al lado de su pareja.

Obanai se sentía un poco avergonzado de ser llamado de esa manera, pero le gustaba.

— Ya no importa, solo, sujetense, será un largo camino.

Los kakushis suspiraron, y solo comenzaron a jalar de la carreta empezando el viaje hacia la nueva aldea de los herreros.
El viaje fue largo, y varias veces cambiaron de guías, Obanai y Sanemi seguían alertas pese a no ver nada, pero Mitsuri se había dormido con la cabeza recargada en el hombro de Iguro, y Muichiro se durmió con la cabeza recargada en el muslo de Mitsuri. Tenía suerte de que Iguro no lo podía ver, si no de un golpe lo hubiese despertado.

El cuidado del romance [Obamitsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora