Recuerdos parte 2

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~ Emma~

Fueron siete años de profundo dolor y sufrimiento para ambos. Mi madre luchaba contra una depresión aguda, y a mis 20 años, junto a mi hermana Sophie, debí cuidarla y acompañarla. Cada noche era una batalla, miles de noches sin dormir contra el miedo a que ella se hiciera daño o sufriera ataques de pánico.

Un año después del diagnóstico de mi madre, mi tío Walter, su hermano, se quitó la vida. Se había divorciado de su esposa y su hijo y ella se fueron lejos de él.

Mi madre y sus hermanos tuvieron una vida difícil; crecieron en el campo con demasiadas carencias. Pero mi madre jamás permitió que pasáramos lo mismo que ella. Siempre trabajó día y noche para proveernos lo que necesitábamos, siempre nos dio lo mejor.

La tragedia se multiplicó, sumiendo mi vida en un caos emocional del que no podía escapar.

El día que mi tío murió, mi vida cambió por completo. Si ya era difícil, imagínate con todo lo que estaba sucediendo. A pesar de todo eso, Nick estuvo a mi lado, no me soltó la mano, se quedó sin pedir nada a cambio. Incluso con todo lo que me estaba pasando en casa, él demostró que me amaba, o eso es lo que yo creía, quedándose a mi lado.

Fue muy duro ese primer año en el que mi tío falleció. Mi madre lloraba todo el día, no se levantaba de la cama, no comía, no se bañaba. Tenía buenos momentos y otros no tan buenos. Yo hacía lo que podía; cuidar de ella era mi deber después de todo lo que había hecho por mí y por mi hermana mayor, Sophie.

Estuvimos juntos con Nick 8 años y 11 meses. Había momentos buenos y otros no tanto. Como cuando fue a la casa de un narcotraficante y había damas de compañía que cobraban por sus servicios. Él me juró que no se quedó, que se fue de allí, pero yo jamás le creí.

Al día siguiente fue a casa con una marca en el cuello y con olor a alcohol. Llegó borracho a casa. Mis padres no se dieron cuenta de eso, simplemente traté de ocultarlo. Cuando mis padres se fueron, decidí confrontar a Nick sobre esas marcas en su cuello y comenzó una pelea interminable.

Estábamos en mi habitación y decidí preguntar:

-Oye, Nick, ¿qué son esas marcas en el cuello? ¿Estuviste bebiendo? -El olor a alcohol emanaba de su cuerpo, no podía casi ni hablar o mantenerse de pie.

- ¡No es nada! Es un grano que me salió, solo eso. No empieces con tus tontas preguntas, solo bebí una cerveza y ya -gritó.

En ese momento, di un paso hacia atrás. Tenía mucho miedo de que me golpeara, pero la impotencia invadía mi cuerpo y no podía evitar enojarme. Sabía que estaba mintiendo, tenía olor a perfume de mujer y estaba ebrio, ni hablar de las marcas en su cuello. Estaba con una ira que no podía controlar.

- ¡Mentiras es lo que dices! No te creo nada, anoche seguramente estuviste con alguna de esas mujeres y bebiste demasiado, ¡no puedes mantenerte de pie! -grité. No podía contener tanta impotencia. Estaba tan enojada, con tanto dolor, con todo lo que estaba pasando en casa, y ahora Nick llegaba a casa borracho y, lo peor, me había engañado. El dolor recorría toda mi alma. No podía creer en lo que se había convertido. Todo lo que estaba pasando...

Me miró con odio y me pegó una bofetada. Sentí cómo su mano impactó en mi rostro, provocando un dolor intenso. Inmediatamente caí al suelo, golpeando mi cabeza contra el piso. En ese momento, no podía pensar; solo quería que se fuera, que desapareciera del mundo. No quería que fuera real. Quisiera que el tiempo volviera hacia atrás y haber evitado ese momento.

Entre sollozos me levanté del piso y toqué mi cara con mis manos. Podía sentir el calor que emanaba de mi piel. En ese momento, le pedí que se fuera.

- ¡Solo vete, por favor, vete! -grité. Nick solo me miró. Podía sentir su fría mirada sobre mí. Tomó su mochila y se fue de casa, azotando la puerta con fuerza.

Ese día estuve en cama todo el día. Jamás le conté a mis padres lo que había sucedido. Si llegaran a enterarse, Dios sabe lo que serían capaces de hacerle a Nick. No fue su culpa, fue mía. Yo no debía gritar ni preguntar lo que había sucedido aquella noche.

Cuando lo supe, me destrozó por completo: los golpes, los momentos en que venía a casa alcoholizado. No sabía cómo ocultarles esta información a mis padres. Se darían cuenta en algún momento de todo lo que sucedía entre Nick y yo.

Después de cuatro años, en 2022, finalmente busqué ayuda. Comencé terapia para enfrentar mis episodios de ansiedad y ataques de pánico, tratando de comprender cómo pude haber sido engañada y lastimada de esa manera.

Un año después, en 2023, mi psicóloga y yo decidimos iniciar un tratamiento psiquiátrico debido a mi estado ansioso-depresivo. Fue un punto de inflexión doloroso pero necesario para mi recuperación. Comencé tomando fluoxetina, aripiprazol y lamotrigina, uno era un antidepresivo y el otro un estabilizador del ánimo.

Gracias a las terapias que estaba tomando pude abrir los ojos sobre Nick y al fin pude tomar una decisión que cambiaría mi vida por completo.

Mi relación con Nick terminó oficialmente en junio de 2023, en medio de un mar de angustia y desesperación. Aunque él prometía cambiar y decía que no podía vivir sin mí, su adicción al alcohol y su incapacidad para enfrentar sus propios demonios nos separaron definitivamente. Me enfrenté a meses de dolor y tristeza, luchando contra pensamientos suicidas y tratando de sanar las heridas emocionales que dejó atrás, intentando superar los traumas que me había generado al intentar salvarlo. Ese fue mi error: intentar salvarlo, me terminó hundiendo a mí, pagué los platos rotos que yo no rompí.

Después de un año llegó un nuevo comienzo

Pero después de tanto caos y oscuridad, llegó alguien nuevo a mi vida como un rayo de luz. Me recordó que la felicidad existe y que puedo construir un futuro mejor para mí misma, que las cosas bonitas también existen. Aprendí que no puedo salvar a alguien que no quiere ser salvado, y que mi prioridad debe ser mi propia salud emocional y bienestar.

### Recuperación y Crecimiento

Ahora, bajo el cuidado de profesionales y rodeada de apoyo, estoy reconstruyendo mi vida. Aunque las cicatrices permanecen, estoy encontrando la fuerza para mirar hacia adelante y creer en la posibilidad de un mañana más brillante, donde el amor y la paz interior sean mi prioridad.

En terapia, trabajé intensamente para recuperar mi autoestima y confianza. Aprendí a poner límites y a reconocer las señales de una relación tóxica. Descubrí que no estaba sola, que había personas dispuestas a ayudarme y a apoyarme en mi camino hacia la recuperación.

Mi relación con mi madre también ha mejorado. Con el apoyo de mi hermana Sophie, hemos encontrado maneras de cuidarla y de asegurar que reciba el tratamiento que necesita. Aunque aún hay días difíciles, hemos aprendido a apoyarnos mutuamente y a encontrar momentos de alegría en medio de la adversidad.

Mi historia es una de dolor y sufrimiento, pero también de resiliencia y esperanza. He aprendido que, aunque la vida puede ser increíblemente difícil, siempre hay una posibilidad de encontrar la felicidad y la paz. Mi viaje no termina aquí

Siempre Tú #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora