Capítulo 14: Dolores de Parto III

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La mañana se vestía de un gris melancólico, como un espejo del dolor que inundaba el corazón de cada persona que se congregaba en el cementerio. Gotas de lluvia que se mezclaban entre lágrimas, con un llanto silencioso de quienes despedían a un hombre extraordinario: Oscar, un héroe, un líder, un amigo, un padre.

Entre la multitud, David, su hijo, llevaba en su rostro la marca indeleble de un dolor profundo, un dolor que brotaba de las profundidades de un corazón destrozado. A su lado, Reagan, compartía en silencio la tristeza que embargaba a todos los presentes.

Para Venezuela, ese no era un día cualquiera. Era un día teñido de luto, un día en el que la esperanza parecía oscurecida por la pérdida de un faro que iluminaba el camino. Mientras la tierra comenzaba a cubrir el ataúd, David solo podía observar con infinita tristeza, sus lágrimas brotando sin cesar. Sus oídos solo percibían el eco de una melodía que resonaba en el aire:

"Y no se muere quien se va, solo se muere el que se olvida".

Las horas transcurrían, y uno a uno, los presentes se marchaban, dejando el cementerio envuelto en un silencio sepulcral. Solo David permanecía, arrodillado sobre la tierra húmeda. Con manos temblorosas, sacó una carta, un último mensaje de su padre:

"Hijo mío, la tierra prometida no se conquista sola. Necesita de un líder fuerte y capacitado como tú.

Yo me siento orgulloso de ti. Siempre que me quieras volver a ver, búscame en tu corazón,

Ya que espero siempre estar allí contigo, y en ti."

David leyó las palabras de su padre, cada frase grabándose a fuego en su alma. Al terminar, se levantó con una nueva determinación en su mirada. "Gracias, papá", susurró al viento, como si su padre pudiera escucharlo.

Con el corazón adolorido, pero también esperanzado, David se despidió de su padre, prometiéndole honrar su memoria y continuar su lucha por un futuro mejor.

Con el corazón adolorido, pero también esperanzado, David se despidió de su padre, prometiéndole honrar su memoria y continuar su lucha por un futuro mejor

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En la penumbrosa de la sala presidencial, un aire denso y pesado se cargaba de tensión. Rayner, con el rostro surcado por la ira y la frustración, irrumpió en la estancia. Sus ojos se clavaron en López, quien, junto a Adela y el Tirano del Bigote, se encontraba sumido en una conversación.

Rayner: (Con voz firme y acusadora) Veo que tomaste el asunto de Oscar por tu cuenta, López. .

López: (Con tono desafiante) ¿Y qué me dices tú, Rayner? ¿Acaso no ocultaste la misteriosa desaparición de tu hermano David? ¿Lo protegías? ¿Y ahora que se ha convertido en un líder opositor, también lo harás?

El Principe de VenezuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora