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—Jack— dijo Harry sentándose en el sillón. Qué mayor estaba ese niño... con una esposa, hijos, una familia... —¿Qué es todo esto? Dime que no es cierto.

Al menos habían decidido abordar el tema con tranquilidad, en el que era el viejo despacho de su padre, con la chimenea ahí, los recuerdos... —Todo lo es, Harry. Ojalá nunca hubieses leído esas cosas tan desagradables. Sólo quiero decirte que está algo mal contado, pronto voy a responder públicamente...

—No me esperaba esto de ti. Tú pobre mujer...

—Ella sabía— aseguró John. —No le importa.

—No sé que más decirte— dijo levantándose. Claramente se veía la mirada de decepción, la misma que tenía su padre cuando hacía algo mal de pequeño. No era necesario que dijese nada más, aseguraba que estaba viendo a la reencarnación de su padre. Pronto Harry salió del despacho y John se quedó solo. Poco después, entró su mujer y le abrazó por la espalda, no era necesario que John le dijese nada, porque ella imaginaba como se sentía.

—Cariño— dijo Elizabeth acariciando su cabello. —Estás haciendo lo mejor que puedes— afirmó yendo frente al sillón donde estaba John sentado y le dio un beso. —Esto será difícil, pero... saldremos.

—¿Has leído las cartas que le escribí?

—Sí

—¿Qué opinas?— murmuró con los ojos llorosos.

—¿Qué crees?— Preguntó sentándose en sus piernas. —Qué desearía ser él. Interesarte de esa forma— aseguró.—Eres muy lindo. Ahora trata de no pensar en eso, piensa en nuestro hijo— dijo tocándose el abultado vientre. —Solo le quedan tres meses.

—Sí...— dijo llevado su mano allí.  —¿No temes que lea de mayor todo esto?

—No, porque sabrá en verdad quien es su padre y lo buena persona que es. Igual que Fanny. Es una niña fuerte que soporta todo lo que dicen de ella, no le importará lo que digan de ella. Está haciendo historia por Francia.

—Es tan espectacular y fabulosa— aseguró John. —Y yo un simple hombre normal que no le ha podido dar todo lo que merece.

—Le has dado todo lo que has podido a todo el mundo.

—Quiero dejarme el trabajo. No quiero volver a la casa blanca ni con Adams. Prefiero quedarme aquí en el campo.

—Aún tienes muchas cosas por hacer. No te rindas tan pronto. Inténtalo, a ver que opinan y luego... si no funciona venidmos. Por favor.

Ella pudo convencerle de que no dejase el trabajo. No estaba todo perdido aún. En su tiempo libre, siguió escribiendo su versión de los hechos, podría hacerlo también la señorita Reynolds... si es que sabía escribir.

—¿Me dejas que lo lea?— Preguntó Elizabeth tomando una hoja que recién había escrito John.

—Adelante, la idea es publicarlo...

"Antes de exponer cada punto de mis refutaciones a las afirmaciones expuestas lor el señor Hamilton, presento los hechos generales como yo los viví tratando de mantener una vision imparcial dentro de mi subjetividad. Conocí al Señor Hamilton el mismo día de mi llegada al campamento. Nos hicimos amigos antes de que el General Washington me nombrase Teniente Coronel, tan buenos que dejé de tratarle como un superior rápidamente. Me pareció un hombre inteligente y con una motivadora historia de superación personal. Comenzamos a hablar cada día, hora y minuto si era posible, el tiempo pasó para los dos y entre nosotros surgió un cariño como el que pueden tener un hombre y una mujer. En primera instancia yo mostré algo de aversión, pero tras pensarlo unos días, regresé para expresarle mis sentimientos y surgió una relación que hemos mantenido hasta ahora.

Yo estaba deseoso de presentarle a mi mujer y a mi futura hija, pero no encontré una ocasión adecuada dónde nuestra preocupación pudiese ser otra que la guerra. Mi esposa me escribió sobre su estado y me pidió que regresase a casa antes de que trajese una vida. No se me fue concedido el permiso de ausencia, nació mi hija y dos semanas después enviudé. Decidí no conterle al señor Hamilton, por lo que tanto me ha acusado de ocultarle secretos, porque quise desprenderme del dolor que me provocaba ser consciente de la agonía que vivió mi mujer en solitario.

Meses después se me concedió un permiso para ir a Carolina del Sur y establecer a un cuidador para mi hija. Mi padre, mi único familiar en las colonias era prisionero británico. Aunque mi idea original era dejarla con algún amigo de mi familia, cuando la hi supe que no podía dejarla y escribí una carta de renuncia. Regresé al campamento por dos cosas: para hablar con el General Washington de forma directa y despedirme adecuadamente del Coronel Hamilton. No me parecía adecuado dejar unas explicaciones como aquellas por correspondencia. Nunca fue mi intención ocultarle a mi familia.

En el camino fui gravemente herido por una emboscada, perdí a mi corcel y, mientras esperaba que pasase algún peregrino por el camino dispuesto a ayudarme me senté en el tronco de un árbol con mi hija en brazos, intentando calentarla con mi casaca. Pensé que iba a ser lo último que viese, y tras pasar una de las noches más duras de mi vida, a la tarde siguiente fui encontrado por dos de mis compañeros. Según sus relatos, tardé varios días en despertar y cuando lo hice lo primero que vi fue al Coronel Hamilton cuidándome como siempre hacía. Trajo de inmediato a mi hija y convirtió aquel día en el más feliz de mi vida.

A partir de ese momento, mi versión de los hechos no difiere en exceso de la suya, más que algunas de sus cartas que omite y que por respeto a su figura pública no expondré. Participó en la crianza de mi hija y cuando fue posible, mi padre se hizo cargo de ella. Vivimos el resto de años con nuestros encuentros y cuando contrajo matrimonio con la Señora Hamilton fui de los primeros en saberlo igual que ella sabía de mí.

Al fallecer mi padre, dejó en su destamento un matrimonio arreglado. Ahora tengo una esposa que no merezco y una excelente madre para mis hijos. En todo momento supo de mis sentimientos hacia el señor Hamilton y respetó mis decisiones."

—Jack— dijo Elizabeth dejando el papel. —Si que me mereces— aseguró sentándose sobre él y quedando entre sus brazos. —Estoy feliz de ser tu esposa.

—¿Por qué crees que Alex me ha hecho esto?

—Porque no está bien, John. Por mucho que no quieras verlo. Ha vivido muchos cosas y tiene muchos miedos. Debe preferir perderte a ti que perder su trabajo. Sabe que solo no se quedará, tiene a Betsy.

—La ha humillado.

—Pero le perdonará

Donde el viento no susurra | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora