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El reloj marcaba una hora avanzada y Sean sintió la presión del tiempo. El bar se estaba vaciando, el ambiente todavía tenso tras el reciente altercado. Miró alrededor, buscando la salida con la vista, su mente aún atrapada en la confusión de lo que había sucedido entre él y James.

—Es tarde y debería irme ya —dijo Sean, su voz traicionando el nerviosismo que intentaba ocultar.

James, que permanecía cerca, lo miró con una mezcla de seriedad y algo indescifrable en sus ojos.

—Deje que lo lleve en mi moto —sugirió James, su tono firme—. Los tipos de hace un momento deben andar cerca.

Sean no sabía a qué temía más: a estar solo con James después de lo que había pasado o a encontrarse nuevamente con aquellos peligrosos hombres. Su mente intentó sopesar las opciones, pero el miedo y la urgencia lo superaron.

— Está bien, pero solo porque es tarde —aceptó Sean, tratando de sonar casual.

—Claro, profesor. Vamos. Mi moto está detrás.

Salieron juntos del bar, el aire nocturno envolviéndolos en un manto fresco que contrastaba con la tensión aún palpable. La motocicleta de James estaba aparcada en un callejón oscuro, una máquina negra y brillante que parecía encarnar la misma mezcla de peligro y atracción que su dueño.

James le entregó un casco a Sean, que lo aceptó con manos temblorosas. Se subió a la moto, sintiendo la dureza del asiento bajo él, y luego se acomodó detrás de James. El contacto cercano era inevitable, y Sean no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo al estar tan próximo a James.

La moto rugió al encenderse, y en cuestión de segundos, se lanzaron a la noche, el viento azotando sus rostros y el ruido de la ciudad convirtiéndose en un murmullo distante. Cada kilómetro que recorrían, Sean intentaba calmar sus pensamientos, pero la proximidad a James hacía que su mente volviera constantemente a aquel beso, a la mezcla de deseo y miedo que lo había dejado sin aliento.

Llegaron al condominio de Sean en lo que pareció ser un suspiro. La moto se detuvo suavemente, y Sean se bajó, todavía sintiendo la adrenalina corriendo por sus venas. Le devolvió el casco a James, tratando de evitar su mirada, pero finalmente levantó la vista y se encontró con los ojos oscuros de su estudiante.

—Nos vemos mañana en la universidad —dijo James, su voz cargada de una promesa silenciosa.

—Hasta mañana, James —respondió Sean, su voz apenas un murmullo.

Mientras James se alejaba en su moto, el rugido del motor disminuyendo en la distancia, Sean se quedó en la acera, mirando fijamente al lugar donde había desaparecido. Un torbellino de emociones lo abrumaba: miedo, deseo, confusión. Se dio la vuelta y entró en su edificio, su mente todavía luchando por procesar todo lo que había sucedido esa noche.

El camino hacia su apartamento fue automático, sus pies moviéndose por inercia mientras su mente seguía atrapada en el beso de James, en las palabras que había dicho, en la mirada cargada de una verdad que no podía seguir ignorando. Al cerrar la puerta detrás de él, Sean supo que su vida había cambiado de manera irrevocable.

James abrió la puerta de su departamento con cuidado, intentando no hacer el más mínimo ruido. Su madre dormía en la habitación contigua, y la última cosa que quería era despertarla. El reloj marcaba una hora avanzada, y la tenue luz de la lámpara en la sala apenas iluminaba su camino. Se quitó los zapatos en la entrada, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies, y caminó descalzo hacia su habitación. Cada paso resonaba en el silencio de la noche, un eco sordo que solo él podía escuchar.

Una vez dentro de su cuarto, cerró la puerta con suavidad y se recostó contra ella, dejando escapar un suspiro pesado. La noche había sido larga y llena de eventos inesperados. Su mente volvía una y otra vez al momento en el bar, al beso robado y la confusión en los ojos de Sean. Pero ahora, en la quietud de su habitación, esos pensamientos debían ser relegados a un segundo plano.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora