—No quiere que entre, no está bien— dijo John alterado andando por el pasillo. Llevaba ahí toda la noche, escuchaba a Beth quejarse dentro, pero no quería verla.
—Seguro está bien, es madre primeriza— aseguró Alexander. —En un rato se le pasa.
—No, no, no— dijo John. —Últimamente ha estado muy estresada. Debía reposar, yo le dije... Ay, Dios mío.
—Las complicaciones siempre se pueden dar— aseguró Eliza. —Esperemos que vaya bien... ¿Buscas un varón u otra niña?
—No me importa— la pobre Eliza intentaba entretener a John como podía.
—¿Has pensado nombres?
—Algunos... No sé ahora mismo nada— murmuró y la puerta se abrió. De inmediato todos miraron hacia allí.
—Pide la presencia del señor Hamilton— dijo el médico y John le miró confuso. Tanto Elizabeth como John le miraron y él levantó los hombros y fue adentro.
—¿Por qué no la mía?— Preguntó John preocupado. —¿Tan mal estará que no quiere verme?
—Puede que no quiere que te preocupes o siente que va indecente. Cuando tuve a mi primer hijo no dejé que mi marido me viese hasta que pasaron dos días. ¿Sabes lo agotador que es?
—No, no lo sé...
—Solo debes ser muy paciente con ella— afirmó y en muy poco tiempo Alexander volvió a salir con muy mala cara, como si hubiese visto un fantasma. —¿Qué sucede, Alex?
—Mortinato— dijo parándose un momento a ver a John y se marchó por el pasillo hacia su despacho.
—¿Qué?— Preguntó John. Es cierto que le había extrañado no escuchar lloros, aquello le tenía preocupado. —No puede ser— murmuró y Eliza le dio un abrazo. Qué difícil es la pérdida de un hijo al que se espera con ansias.
—Lo lamento tanto— murmuró Eliza. —Será a la próxima...
—¿Habrá próxima?— Se preguntó casi para él mismo. —Con lo que ha costado esta vez...
—Seguro que sí— dijo y entonces el doctor dejó la puerta abierta y salió. John entró de inmediato a ver a su mujer. Eliza también quería entrar pero lo dejó un momento a solas antes.
—Querida— dijo acercándose a la cama y se sentó a su lado. —Lo siento mucho— murmuró dándole un abrazo. Aunque al principio John no estaba muy decidido sobre tener un hijo más o no, quien puede negar que estaba emocionado una vez lo sabía. —¿Dónde está? ¿Puedo verlo?
—Se lo ha llevado ya el médico— aseguró.
—Entonces le preguntaré después— afirmó acariciando el cabello de Beth. —Lo intentaremos otra vez si quieres.
—Sí, cuándo me recupere, Jack. Me siento tan triste.
—Yo también. No merecíamos esto... ¿Quieres que te deje descansar? Parece que estás agotada— aseguró viéndole el rostro y ella asintió. —Sí necesitas algo avísame. Volveré en un rato.
—¿Puedes abrir la ventana? Hace calor.
—Sí— dijo dándole un beso en la frente antes de abrir la ventana e irse.
Debía ir a su despacho, a cumplir sus labores, pero antes quería hablar con el médico y preguntarle algunas cosas. Hablaron de la causa de muerte, la probabilidad de otro embarazo y algunas cosas más. —¿Puedo verlo?
—Sí, pase— dijo dejándole entrar a una sala y se lo mostró. —¿Sucede algo?— Preguntó viendo la cara de John.
—No— aseguró y se marchó lo antes posible. Fue de inmediato al despacho de Alexander y cuando entró no lo vio allí.
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Donde el viento no susurra | Lams
Ficção HistóricaJohn y Alexander se encuentran muy apegados hasta que un bebé se interpone en su camino en el ejército de Washington. Ambos pasarán el suceso por alto e intentarán mantener su relación con normalidad