Oscar miraba a través del cristal de la cafetería, observando cómo la lluvia caía suavemente sobre la ciudad. Era una tarde típica de otoño, con el cielo gris y una ligera brisa que hacía bailar las hojas caídas. A pesar del clima, la cafetería estaba llena de vida; la gente charlaba, bebía café y se refugiaba del frío.
Oscar había llegado temprano, como de costumbre. Le gustaba sentarse en la esquina junto a la ventana, donde podía observar a los transeúntes y disfrutar de un poco de tranquilidad antes de que el día comenzara a acelerarse. Tenía su cuaderno abierto frente a él, con notas dispersas y garabatos que intentaban capturar ideas para su próxima novela. A pesar de su esfuerzo, las palabras no fluían con facilidad ese día.
Perdido en sus pensamientos, Oscar no se dio cuenta del hombre que acababa de entrar a la cafetería. Samuel, alto y con una sonrisa que podía iluminar la habitación más oscura, se sacudió las gotas de lluvia de su abrigo y miró alrededor en busca de una mesa libre. Al ver que todas estaban ocupadas, sus ojos se posaron en Oscar, que estaba solo en una mesa para dos.
—Perdona, ¿está ocupada esta silla? —preguntó Samuel, señalando la silla vacía frente a Oscar.
Oscar levantó la mirada, sorprendido por la interrupción. Sus ojos se encontraron con los de Samuel, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Había algo en la mirada de Samuel que le resultaba reconfortante y misterioso a la vez.
—No, no lo está. Siéntate, por favor —respondió Oscar, haciendo un gesto hacia la silla.
Samuel sonrió y se sentó, colocando su abrigo sobre el respaldo de la silla. Sacó un libro de su mochila y lo dejó sobre la mesa, junto a una libreta de notas.
—Gracias. Soy Samuel, por cierto —dijo, extendiendo la mano.
—Oscar —respondió él, estrechándole la mano con firmeza.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, cada uno concentrado en sus propios pensamientos. Oscar intentaba volver a su escritura, pero la presencia de Samuel lo distraía de una manera que no había experimentado antes. Decidió que, quizás, una conversación podría inspirarlo.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó, señalando el libro de Samuel.
—"El Gran Gatsby" —respondió Samuel, levantando el libro para que Oscar pudiera ver la portada—. Es uno de mis favoritos. ¿Lo has leído?
—Sí, hace mucho tiempo. Es un clásico. Me gusta la forma en que Fitzgerald captura la esencia de la época y los sentimientos de los personajes.
Samuel asintió, claramente complacido por encontrar a alguien con quien compartir su amor por la literatura.
—Sí, es increíble cómo una historia puede ser tan atemporal. ¿Qué estás escribiendo? —preguntó, mirando el cuaderno de Oscar.
Oscar sonrió, un poco avergonzado.
—Intento trabajar en una nueva novela, pero parece que hoy las palabras no quieren cooperar. A veces es difícil encontrar la inspiración adecuada.
—Te entiendo —dijo Samuel, inclinándose hacia adelante con interés—. A mí también me pasa. Escribir puede ser un desafío, pero también es muy gratificante. ¿De qué trata tu novela?
Oscar dudó por un momento. No solía compartir detalles de sus proyectos antes de que estuvieran más avanzados, pero algo en Samuel le daba confianza.
—Es una historia de amor ambientada en una pequeña ciudad costera. Dos personas que parecen muy diferentes se encuentran y, a través de una serie de eventos, descubren que tienen más en común de lo que pensaban.
Samuel sonrió ampliamente.
—Suena fascinante. Me encantaría leerlo algún día.
Oscar sintió un calor en sus mejillas. La sinceridad en los ojos de Samuel lo conmovió.
—Gracias. Eso significa mucho para mí.
La conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de sus autores favoritos, intercambiaron recomendaciones de libros y compartieron anécdotas personales. Oscar se dio cuenta de que, aunque acababan de conocerse, sentía una conexión especial con Samuel. Había algo en su manera de hablar, en su risa y en la forma en que escuchaba que lo hacía sentir comprendido y valorado.
Pasaron horas sin que se dieran cuenta, y la cafetería comenzó a vaciarse. La lluvia había cesado y el cielo comenzaba a despejarse, dejando ver un atisbo de sol al atardecer. Samuel miró su reloj y suspiró.
—Bueno, creo que debería irme. Ha sido un placer conocerte, Oscar.
—El placer ha sido mío —respondió Oscar, sin querer que el momento terminara.
—¿Te gustaría volver a encontrarnos? —preguntó Samuel, un poco nervioso—. Tal vez podríamos seguir hablando de libros y escritura.
Oscar sintió una oleada de felicidad.
—Me encantaría. Aquí mismo, el próximo sábado a la misma hora.
Samuel sonrió, aliviado.
—Perfecto. Hasta entonces, Oscar.
Se despidieron con un apretón de manos, y Samuel salió de la cafetería, dejando a Oscar con una sensación de expectativa y emoción. Miró su cuaderno y, por primera vez en horas, las palabras comenzaron a fluir. La inspiración había llegado de la manera más inesperada.
Mientras escribía, no podía dejar de pensar en Samuel. Su sonrisa, su voz y la promesa de un nuevo encuentro llenaban su mente. Oscar sabía que algo especial había comenzado ese día, y no podía esperar para ver a dónde los llevaría su historia.

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Oscar x Samuel (un amor homosexual)
Любовные романыbanda historia hecha 100% con chat gpt Xd