Finalmente luego de un par de meses de casi no dormir, el juicio había acabado. Cuando el jurado terminó de dictar su veredicto, rápidamente guardé todos los papeles en mí bolso. Salí de la sala mientras todos corrían a abrazar al acusado que había sido declarado inocente, pero inocente no era. Era un hombre manipulador que se aprovechaba de las mujeres y sí, quedó libre por qué yo lo defendí, lo ayude a qué permaneciera en libertad porque fui su abogada.
Caminaba apurada queriendo salir del establecimiento lo más rápido posible, pero antes de hacerlo, me llamaron.
—¡Seowoo! —escuché una fuerte voz que me gritaba, quien era mí hermano mayor. Me detuve y giré— ¿Por qué te vas?
—Estoy cansada, necesito dormir... —dije tocando mí frente. Me dolía la cabeza.
—Mamá y papá quieren que almorcemos con ellos —permanecimos unos segundos en silencio un tanto incómodo—. Creo que al menos deberías despedirte.
Suspiré y asentí. Al menos eso tenia que hacer.
Éste caso estuvo dando vueltas en mí cabeza. Me sentía mal al defender a un tipo sin moral, sabía que era parte de mí trabajo, pero yo odiaba ser abogada, nunca quise serlo. Ya me había tocado trabajar con personas así, pero ya estaba harta, no podía seguir.
Me encontraba frente a mis padres mientras ellos ya comían, a mí no se me apetecía nada. Solo miraba el vaso de agua que estaba frente mío.
—¿No tienes hambre, hija? —dijo mamá con su dulce voz pero a la vez preocupada.
—No tengo apetito...
Ella asintió y siguió conversando con normalidad con mí padre y hermano.
Si no quería seguir de ese modo, debía decirles lo que me ocurría, pero estaba siendo difícil, no podía mirarlos sin evitar llorar. Nada acabaría si no le ponía fin, así que suspiré y los miré.
—En realidad... —hablé interrumpiendo y llamando la atención. Papá me miró de reojo, como si estuviera molesto por interferir en su plática— Estoy cansada...me gustaría ir a casa y descansar.
Bajé la cabeza apenada y enojada conmigo misma por no tener el valor de decirles.
—Bueno... —esta vez habló papá, con frialdad— Ve y descansa, luego te asignaremos un caso nuevo.
Mis ojos se cristalizaron. Solo me limité a asentir y retirarme del lugar. Estaba esperando para que algún taxi pasará por el lugar, pero sorprendentemente no había ninguno por la zona. Miré mí reloj y vi que ya era tarde, no podía seguir esperando. Recordé que a un par de cuadras estaba la parada de autobuses. Así que caminé. Miraba a mis alrededores, los edificios, los restaurantes, todo era normal, como siempre. Luego de unos minutos, vi a unos metros una fila de personas, ya estaba cerca de la parada. Sonreí aliviada, quise retomar mí caminata, pero me tomaron del brazo bruscamente y me giraron. Frente mío estaba una mujer mayor, más baja que yo. Ésta estaba con los ojos rojos, al parecer de tanto llorar. Su respiración era muy fuerte y miraba con...enojo y tristeza. Su rostro me parecía haberlo visto.
—¿Sabes lo que acabas de hacer? —me preguntó, yo no entendía nada— ¿¡Sabes lo que has hecho!? —me gritó y yo fruncí el ceño— ¡Permitiste que un delincuente éste en libertad!
Ya la recordaba, era madre de una de las víctimas. De repente sentí una presión en el pecho.
—Yo... —no podía hablar. Era como si mí garganta se hubiera secado. No podía formular ni una sola palabra.
La gente de alrededor comenzó a mirarnos, y por las últimas palabras de la señora comenzaron a hablar entre ellos mientras me miraban con desprecio.
—¿No te da vergüenza salir a la calle después de defender a un violador? —dijo ella, mientras sus lágrimas caían y caían.
Un hombre se acercó y tomó del brazo a la mujer para alejarla de mí. Ésta se echó a llorar desconsoladamente. La miré unos segundos hasta aclarar la garganta.
—Lo siento... —una lágrima cayó y salí corriendo mientras todos me miraban.
Ver a aquella mujer me destrozó. Caminé varias calles, choqué con personas en el camino y éstas me miraban extrañados. Un taxi se detuvo y rápidamente entré. Golpeé mí cabeza contra mí bolso repetidas veces.
—¿Donde la llevo? —preguntó primero— ¿Está bien?
Rápidamente limpié mis lágrimas y asentí. Le dí mí dirección y comenzó a conducir.
Era parte del bufete de abogados, dónde los dueños eran mis padres. Ellos abogados y nosotros también, al menos mí hermano y yo. Recibimos mucha influencia sobre los derechos y las justicia. Nos criaron bajo mucha ética y valores fuertes. Jamás sentí interés en mí adolescencia por las leyes y todo lo demás, eso es lo que les molestaba a mis padres. A diferencia de mí hermano, yo era más rebelde, pero al escuchar cómo decían que así no llegaría a ningún lado, de alguna forma terminé estudiando abogacía. Esos 5 años de estudio fueron muy difíciles, sentía la presión de mis padres sobre mí, había algunas cosas que no lograba entender y me sentía muy mal. Trabajé 4 años sin parar. Terminaba un caso y luego tomaba otro, en algunas perdí, en otras gané. En muchas ocasiones mis amigos me decían que debía tomarme un descanso, pero como siempre, no los escuché.
Entré a mí departamento y tiré el bolso sin importarme lo que estaba adentro.
Necesitaba un descanso, un largo descanso...
De repente mí celular comenzó a sonar. Con desánimo agarré el celular. Mí amiga era quién llamaba. Suspiré y atendí.
—¡Seowoo, hola! —dijo casi gritando. Mí amiga era muy eufórica.
—Hola... —dije sin ganas.
—¿Que te pasa? ¿Te sientes mal? —solo respondí con un "ajá"— ¿Por qué no sales un poco? Estar encerrada todo el día con esos papeles obvia te va a cansar.
—Quiero un descanso... —estaba a punto de llorar.
—¿Sabes que? ¿Por qué no empiezas tu descanso con una fiesta?
—¿Una fiesta? —pregunté— Hablas sobre ir a bailar, besuquearme con un desconocido y emborracharme.
—¡Si!
Jamás lo había hecho. Ella siempre me invitaba, pero le decía que estaba ocupada. Y sinceramente, no estaría mal experimentar cosas nuevas.
—Esta bien, Naomi —escuché un grito—. Envíame la dirección.
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Me re olvidé que ayer había actualización, es que, estaba viendo un drama y me colgué
