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La biblioteca de la Escuela Técnica de Hechicería Metropolitana de Tokio estaba en silencio, solo interrumpida por el suave murmullo de las páginas al ser pasadas. Tú y Megumi Fushiguro estaban inmersos en el estudio de técnicas de exorcismo, pero la tensión entre ustedes iba más allá de los libros.
—¿Necesitas ayuda con eso, Megumi? —preguntaste, deslizando tu mano por encima de la suya sobre el libro que estaban compartiendo mientras esbozabas una sonrisa traviesa.
Megumi levantó la mirada, encontrándose con la tuya.
—Creo que podría usar un poco de tu ayuda en este asunto.
Su tono era más sugerente de lo habitual, y eso hizo que tu corazón latiera más rápido. Te inclinaste más cerca, permitiéndote saborear la cercanía que habían evitado por tanto tiempo.
—¿Qué es lo que tienes en mente? —susurraste, jugando en tus labios.
Megumi tomo tu mano y la llevo hasta. Su entrepierna mientras se apoyaba en tu hombro y susurraba.
—He estado pensando en otras formas de... experimentar estas técnicas.
Tu respiración se detuvo por un momento, sorprendida por su atrevimiento.
—¿Experimentar, dices?— preguntaste enrojecida aún con la mano en ese lugar.
—Sí —respondió él, su mirada intensa y ardiente—. Creo que hay mucho que podríamos aprender de forma más práctica.
La tensión sexual en el aire era palpable, y tú sentías cómo cada célula de tu cuerpo respondía a la cercanía de Megumi. Sin decir una palabra más, él tomó tu rostro entre sus manos y te besó con fervor, sus labios buscando los tuyos con un hambre que te dejó sin aliento.
El beso era apasionado y urgente, con las manos de Megumi explorando tu cuerpo con una mezcla de ternura y deseo. Tú te dejaste llevar, sintiendo cómo la atracción reprimida entre ustedes se liberaba en un torbellino de pasión.
