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Y tras aquel jocoso comentario, la ronca carcajada del menor se hizo resonar. Por supuesto, no dejando de ser excitante para los oídos del joven profesor, quien, sin ningún tipo de inhibición, cogió la erección entre sus manos y le otorgó un par de leves masajeadas. Los ojos marrones cerrándose mediante el toque se prolongaba, y sus labios separándose para, por consiguiente, dejar salir unos apenas audibles jadeos.
 
— Uhm, — soltó, su observación volviendo a ser efectiva cuando notó que, desde luego, no podría perder de vista la fabulosa paja que le regalaba su profesor favorito porque, se trataba de una de sus fantasías. De inmediato su cuerpo se colmó de sensaciones; las emociones acarreándolo de un lado a otro y el sentimiento vivo aflorándose cada vez más. Necesitaba follar a Sean, y tendría que hacerlo rápido—. No sabes cómo me siento en este momento, siempre soñé con que algo así sucediera.
 
— Me alegra que se te haya cumplido, entonces — respondió casi de inmediato, su voz saliendo distorsionada por la excitación, y la sonrisa del menor ensanchándose ante ello. El saber que no sólo estaba pasándola bien él mismo, sino también el dueño de todos y cada uno de sus empalmes, lo hacía sentirse en una ridícula burbuja de felicidad. Burbuja que compartía, por supuesto, con Sean.
 
Obviando la conversación y procurando concentrarse en lo que le interesaba, Sean llevó una mano a su entrepierna y apretó, un jadeo abandonando su garganta ante el torturador toque, y sus ojos cerrándose cuando supo que no podría contenerse por más tiempo. Mordiendo el interior de su labio con seducción, él acercó su rostro a la pelvis de James, y sintiendo el calor que desprendía la entera anatomía del castaño, escuchó el escandaloso latido de su corazón, él lo haría.
 
— Es hora de devolverle el favor, señor Martín. — Y sin esperar que el castaño siquiera dijera algo a cambio, abrió su boca e introdujo todo lo que le fue posible del miembro contario. El cuerpo de James contrayéndose casi al instante, y las pestañas negras rizando sobre las mejillas vecinas.
 
Esponjando su lengua, comenzó un ligero vaivén. Los pequeños gemidos abandonando la boca rosa y el rostro por completo fruncido en una mueca rebosada de placer. Las caderas del castaño tomando vida propia cuando la humedad abrasante se apoderó de él, y sus dedos enterrándose en aquel negro cabello que tanto le gustaba.
 
De una manera amaestrada, los labios de Sean se ceñían de la otra piel, mojándolo y paseando la punta de su lengua de un lado a otro; acompañando a sus rápidos movimientos adquiridos. Hacía diez años en los que Sean no estaba ni cerca de hacer una mamada, pero al parecer, y debido a los excitantes jadeos que James dejaba salir, no había perdido su talento.
 
Rozando sus dientes por sobre la sensible piel, James jaló el negro cabello. Sus ojos cerrándose ante la impresión y el delicioso escalofrío que recorrió por completo su espina dorsal. Aquello estaba resultando ser muchísimo mejor de lo que pudo haber fantaseado a lo largo de todo aquel tiempo, y aún le resultaba increíble el hecho de tener a su amor imposible allí, de rodillas frente a él, chupándolo como siempre soñó. Podría estarse felicitando a sí mismo porque, de una vez por todas, había logrado su cometido, pero lo cierto era que su raciocinio estaba extinguido en aquel crucial momento, y se encontraba imposibilitado a pensar.
 
Un raciocinio que acompaña al del pelinegro profesor, el cual había aislado todos y cada uno de las cuestiones que, no le dejaron desinhibirse de la manera que ahora se encontraba haciéndolo. Sintiéndose más duro que nunca y con unas ganas tremendas de, después de tanto tiempo, volver a ser follado.
 
Porque no podía evitarlo. Él deseaba que James le recordase lo que era tener buen sexo con un, por supuesto, buen hombre.
 
Dejándose llevar por todos sus sucios pensamientos, Sean no tomó en cuenta el momento en que James lo cogió por sus brazos, incorporándolo para besarlo. Un beso en su totalidad húmedo, el cual le hizo recapacitar cuando los descarados dientes del castaño lo mordieron con sagacidad, rodando sobre sí y recostando el delgado cuerpo del escritorio; ocupando su puesto anterior.
 
— Eres magnífico — susurró James, su boca ansiosa y besando cada centímetro de piel que se presentaba frente a ella. Las mejillas del pelinegro coloreándose por el cumplido, viéndose sofocado por el insoportable calor imposibilitado a mermar, y sus dedos tornándose fríos ante la iniciativa— Grandioso y caliente; te quiero sólo para mí.
 
Desde luego, aquellas palabras eran ciertas, dichas en un contexto que, quizá, el joven profesor no comprendió. Los ojos de James se encontraban cerrados, expresando todos y cada uno de sus sentimientos mordaces con los besos repartidos en la tersa piel del pelinegro, chupeteando su cuello de manera sañosa y paseando sus manos por la cinturilla del estorboso pantalón. Cuando este fue quitado de su cuerpo, Sean reconoció que, ahora y después de todo, no había marcha atrás.
 
Hurgando en sus propios pantalones caídos, James encontró la reserva que habría llevado aquel día. Una milimétrica botella de lubricante junto con contados condones, por si acaso, la sesión decidía alargarse a más de un polvo.
 
A los ojos mieles divisar los objetos, su dueño soltó una leve carcajada, negando con la cabeza mientras escondía su sonrojo en el cuello del castaño. Sus cuerpos calientes y transpirados juntándose, y los ojos del pelinegro poniéndose blancos al tan sólo imaginar las sensaciones que, en breves, estaría provocándole aquel sexy chico.
 
»— Ahora voy a follarlo, Profesor Dante — con voz llevada por la lujuria, James mordió sus labios, el pelinegro siguiéndolo de inmediato cuando, con toscos movimientos, el castaño lo recostó de espaldas sobre el escritorio. Una preciosa visión de aquel cuerpo en su totalidad desnudo, y no pensando en las posibilidades de que pudieran descubrirlos en cualquier deplorable momento. Cerró sus orbes por escasos segundos, agradeciendo a quienquiera que le echó una mano con su sueño, y sin perder más tiempo, separó las piernas del mayor; una visión erótica, haciéndolo gotear —. Voy a follarte tan fuerte que olvidarás tu nombre y gritarás el mío.
 
Tras escuchar aquella motivadora frase, Sean disparó sus cejas hacia arriba. Sabía que, en unos segundos más, comenzaría a arder en el infierno, pero si aquél estaba gobernado por James, preferiría permanecer en él. Aquellas palabras rellenas de lascivia habían terminado por despertar aquellas sensaciones que, y aunque lo creía imposible, se encontraban dormidas. Y sin poder seguir esperando un milisegundo más para ser abordado, intentó actuar un lloriqueo que lo hiciese resultar vencedor en aquella pronta pelea.
 
Las manos del castaño moviéndose con plena rapidez y tosquedad, abarrotando sus dedos del viscoso lubricante bajo la atenta y miel mirada del pelinegro ansioso; sintiendo ridículas mariposas en su estómago y viéndose incapacitado a detener el vergonzoso aleteo de éstas. Relamiendo sus labios al fijar bien su mirada en el punto clave, James tomó una inspiración profunda, y es que no podía dejar de pensar de más. Por fin lo haría, no necesitaba seguir perdiendo tiempo.
 
Guiando sus descarados dedos a la entrada del mayor, sintió el estremecimiento de éste cuando el líquido viscoso hizo contacto con su sensible e íntimo lugar, soltando un suspiro turbado y cerrando sus ojos; deseando poder disfrutar todas y cada una de aquellas magníficas sensaciones que pronto estarían transportándolo a un lugar indefinible, y que sólo serían patrocinadas por una única y caliente persona
 
— Uh, James — gimió Sean, sus ojos poniéndose blancos bajo sus párpados al momento en que el menor acarició sobre su entrada. Aquella que habría estado en un largo descanso, lleno de una abstinencia torturadora. Cuando percibió un descaminado dedo abrirse paso en su interior, no evitó arquear la espalda de una teatral manera—. Joder.
 
— Uhm, — jadeó James, separando sus labios ante la preciosa imagen que sus ojos observaban. Sentía ganas de echarse a llorar, a la vez, de follar a Sean como, por supuesto, lo estaría haciendo en algunos minutos—. Estoy muy caliente.
 
— Ah — siseó el pelinegro, una deliberada sonrisilla abarcando sus hinchados labios cuando James se movió en su interior, jugueteando con su dedo y estrellándose contra sus estrechas paredes. Casi había olvidado lo bien que se sentía ser follado, y desde luego, aún no llegaba la mejor parte—. Vamos, James, te quiero a ti.
 
Y sin poder contenerse ante aquella terrible petición, James logró perder por completo la cordura.
 
Introduciendo los dígitos restantes de una manera descuidada, ocasionó que el rostro del profesor se encogiera en una mueca dolorosa; sin embargo, excitable. Sus dedos moviéndose dentro de su cuerpo, estirándolo de una manera conveniente que le hacía querer gritar; por supuesto, escuchando los bien afinados gemidos de Sean, los cuales estaban por llevarlo al patético borde.
 
Evitando correrse de una manera precoz, James abandonó el interior del pelinegro. El rostro de éste mostrándose relajado y su mano cogiendo su polla, la cual masturbó con delicadeza, jadeando bajo ante la acosadora mirada del castaño. Sin perder tiempo valioso, James rasgó la envoltura de un condón, poniéndoselo con demasiada prisa para cuando cogió una vez más la botella de lubricante; bañando su propio pene con él y sonriendo ante el placentero toque.
 
— ¿Estás preparado, precioso? — Cuestionó, un tono por completo cautivante que logró llamar la atención del ojimiel, quien, sin reparo alguno, asintió—. Prometo hacerte sentir bien, bebé.
 
Y cogiéndolo como si de una marioneta se tratase, James lo levantó de su lugar, poniéndolo de espaldas a su cuerpo y contra el escritorio. Una magnífica mirada de su pequeño culo aupado y el cabello brilloso cayendo alrededor de su cuello. Precioso.
Cuando James cogió la pierna del pelinegro y la situó encima del escritorio, dándole aún más acceso a su lugar deseado, no pudo seguirse conteniendo, y apretándose fuerte contra él, alineó su polla contra el culo del pelinegro, para adentrarse en él de una manera rápida y dolorosa.
 
— ¡Oh, jodido Dios, ¡James! — Dejó salir el pelinegro, sus ojos cerrados y sus nudillos poniéndose blancos ante la presión que comenzaban a ejercer. La risa del menor saliéndose desprevenida y maravillosas sensaciones haciéndolo sentir por completo en las nubes.
 
Sean se sentía bien; ciñéndose a su alrededor como si su vida dependiese de ello. Por otra parte, y ahogando el portentoso gemido que ansiaba escapar de su garganta, Sean suspiró. Volver a tener una polla llenándolo resultó ser impactante, pero de igual manera, no dejó de ser bueno.
 
Cuando a los escasos segundos, James comenzó a propiciar lentas y cortas embestidas, el pelinegro no pudo seguir conteniendo sus alaridos, y sintiendo como los dedos del castaño se enredaban en su cabello, jalándolo con fuerza excitante hacia atrás, pensó que aquello estaba valiendo la pena.
 
Hacía unas cuantas semanas atrás, Sean jamás hubiese imaginado que, por una vez en su vida, sería follado por un hombre; pero ahora que ocurría, no podía hacer más que agradecer por haber aceptado, después de todo. Increíble. James era increíble.
 
Aumentando la velocidad de sus arremetidas, James jadeaba alto. Su cabeza hacia atrás y ojos cerrados; sin embargo, una sonrisa en su totalidad patética. Millones de sensaciones haciéndose presentes en su sistema en aquel momento, y sintiendo a Sean más íntimo de lo que alguna otra vez lo hizo. Sintiéndolo suyo.
 
— Uhm, me encanta — ronroneó el menor, su mano dando una palmada al glúteo del pelinegro, sacándole un agudo chillido que acompañó el choque de piel contra piel—. Te sientes tan bien, Sean. ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo me siento en ti, bebé?

 

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora