El principe malo

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"¿Alguien más sabe sobre el estado del príncipe?" Aegon lanzó una mirada de reojo al guardia que lo escoltaba

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"¿Alguien más sabe sobre el estado del príncipe?" Aegon lanzó una mirada de reojo al guardia que lo escoltaba. No era sorpresa que su hermano se metiera en problemas. Si le dieran una moneda de oro cada vez que Aegon aparecía borracho tirado en las escaleras o desnudo en medio de la fortaleza, definitivamente estaría nadando en dinero.

"No, mi princesa", respondió Rhaenyra asintiendo ante las palabras de Ser Erryk. "Está bien."

En sus aposentos, Aegon yacía recostado en un sillón, con los ojos enrojecidos y una sonrisa traviesa en el rostro, claramente afectado por el alcohol y una noche de pasión.

Al escuchar la voz de su hermana, se asomó por encima del respaldo del sillón, conservando solo la camisa mientras los pantalones, bueno honestamente no sabía dónde los había olvidado.

Se enderezó en sillón con una sonrisa traviesa, apoyando los codos en los reposabrazos.

"Hola, querida hermana. ¿Qué te trae por aquí?"

Rhaenyra lo miró de arriba abajo con una mueca de disgusto al verlo en tal estado. "Ten un poco de dignidad y poner unos pantalones, Aegon", dijo, sonando extrañamente como su madrastra.

Aegon soltó una risita, aunque mantuvo la camisa puesta, evidenciando su incomodidad por la forma en que hablaba su hermana.

"Vamos, hermana, ¿no te alegras de verme?"

A pesar del tono juguetón, continuó hablando con una chispa de provocación.

"No quiero herir tus sentimientos, pero realmente has arruinado mi día", dijo en un tono sarcásticos para luego voltearse hacia Ser Erryk, "¿dónde lo encontraste esta vez?"

Ser Erryk miró a Aegon antes de dirigir la mirada hacia Rhaenyra. "Estaba tirado en la entrada de la Fortaleza, princesa. Llegó sin oro, no traía botas, tampoco pantalones y por supuesto llegó en estado de ebriedad."

Aegon soltó una carcajada mientras se reclinaba en el sillón, mirando fijamente a su hermana.

"Vamos Nyra, ¿tan mal es mi aspecto para ti?"

Dijo con dramatismo, aunque aún podía sentir mal olor de la basura, el alcohol y la noche de desenfreno aún impregnaban su ropa, y podía sentir como su cabeza palpitaba por el malestar

Rhaenyra indicó al guardia que se retirara. "Hemos hablado de esto, Aegon. Solo necesitas hacer una cosa: mantener las apariencias y no humillarme más de lo que ya has hecho. ¿Es tan difícil, hermano?"

Aegon rodó los ojos, apoyando la barbilla en su mano, pero manteniendo su sonrisa traviesa y gesto relajado.

"De acuerdo", hizo una pausa y soltó una risa sarcástica. "¿Mantener las apariencias? Por favor, ¿esperas que me levante cada día y finja ser un príncipe perfecto y obediente? Desde cuándo eso va conmigo..."

Prometidos, no amantes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora