𝟎𝟏

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𝐃𝐞𝐬𝐞𝐦𝐛𝐚𝐫𝐜𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐑𝐞𝐲

𝟏𝟏𝟕 𝐝.𝐂.

El suave crepitar del fuego en la esquina de la habitación, donde los huevos de dragón descansaban en las brasas, era el único sonido que rompía el silencio. Naerys, con sus ojos lilas fijos en los muñecos de algodón hechos por los sirvientes, los manipulaba con delicadeza mientras escuchaba los estridentes juegos de sus hermanos con los dragones de juguete. Para ella, esos gritos eran ensordecedores, así que se alejaba hacia su propio rincón de juegos, donde su amigo más cercano, Harwin Strong, siempre la esperaba.

Harwin había sido más constante en su vida que su propio padre, Laenor, cuya atención parecía dirigirse principalmente a sus hijos varones cuando estaba presente. Las pequeñas manos de Naerys se movían hábilmente entre sus juguetes, una sonrisa iluminando su rostro mientras esperaba ver a su madre aparecer para poder reunirse con sus tíos. 

Había escuchado a su tío Aegon hablar sobre una sorpresa preparada para Aemond, y Naerys, emocionada, también había preparado un regalo para él. Sin embargo, se preguntaba en silencio por qué Aegon organizaría una sorpresa si el cumpleaños de Aemond ya había pasado. Incluso se emocionó tanto que sus mejillas se ruborizaron brevemente, una sensación que la desconcertó pero que decidió no cuestionar en ese momento.

La puerta se abrió y su madre apareció. "Ella está aquí, ¿puedo acercarme, señor Harwin?" preguntó Naerys a con una mezcla de timidez. 

Harwin, que siempre la había mirado con ternura, respondió con una sonrisa tranquilizadora. "No tiene que preguntarlo, princesa", le aseguró.

Naerys asintió y se acercó a su madre. Notó de inmediato que algo estaba diferente en Rhaenyra: el sudor en su frente, la agitación y un leve gesto de dolor que intentaba ocultar.  Sin embargo, cuando Rhaenyra la miró, cualquier señal de malestar desapareció y le sonrió, haciendo señas para que la pequeña Naerys la abrazara.

"¿Te duele algo, mamá?" preguntó Naerys con preocupación en sus ojos, sin apartar la mirada de su madre.

"No, mi amor, estoy mejor que nunca", respondió Rhaenyra, acariciando con ternura el cabello de su hija. "Ve a comer algo con tus hermanos. Estoy segura de que te apetece un delicioso postre, ¿verdad?"

"Vamos, Naerys, no molestes a tu madre", intervino Laenor, con la mirada perdida en su recién nacido, provocando miradas serias de Rhaenyra y Harwin hacia él. En ese mundo, nadie debía tratar mal a la pequeña Naerys, incluso Jacaerys miró a su padre con una expresión seria.

"Un postre estaría genial", dijo Jacaerys de inmediato, animando a su hermana.

"Yo también quiero", agregó Lucerys al unirse a ellos, y Naerys asintió con tristeza antes de apartar la mirada de Laenor, quien sostenía a Joffrey en brazos, para seguir a sus hermanos hacia la comida.

No se podía negar que para Jacaerys y Lucerys, tener a una hermana como Naerys los hacía felices. Desde pequeños, su madre Rhaenyra les inculcó la responsabilidad de proteger a Naerys de cualquier peligro. Era evidente que Jacaerys, siendo el mayor de los mellizos, sentía la obligación de brindarles protección a ambos.

"Lo había olvidado, Aegon dijo que nos esperaría en la fosa de dragones", mencionó Jacaerys deteniéndose en el camino. "Será mejor que vayamos."

Naerys buscó entre los pliegues de su vestido y se dio cuenta de que había olvidado el regalo de Aemond. Miró a sus hermanos y jugueteó con las manos.

"Los alcanzo en un momento, se me antojó el postre", mintió, sabiendo que era la excusa perfecta para regresar. Naerys sabía que Jacaerys no la dejaría volver si Laenor estaba cerca; intuía que su presencia no agradaba a Laenor.

𝐍𝐚𝐞𝐫𝐲𝐬 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧  | 𝐀𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora