Mi infinito.

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Hay una infinidad de personas que escriben muchas historias, que las cuentan, que se hacen escuchar y hay otra infinidad de personas que las sigue contando hasta que ya no es la historia original, cada quién le agrega o le quita algo y termina tan mutada que ya no se sabe de quién es en realidad, pero, una cosa si te aseguro esta historia es única y te prometo que serás la única en escucharla y en saberla pues no hay nadie más que pueda contarla.

He muerto una infinidad de veces, he despertado en una infinidad de lugares y he conocido una infinidad de personas, donde quiera que amanezca encontrare el olor de la mañana fresca y desayunare esas frutas maduras, bailare un vals y tomare un baño con agua hirviendo, esto es tan habitual que se vuelve monótono y por más que lo intente cambiar terminara en lo mismo, no lo puedo controlar, ni siquiera puedo cambiar ese vals, no puedo regular mi regadera y por más que me obligue a despertar por la noche se me es imposible y termino recibiendo el aroma de la mañana. Una época logre romper con esta monotonía, logre ver más allá y salir de este mundo de incertidumbre y malos tratos, pero la vida es muy dura, llegue a pensar una infinidad de veces que no podría más con ella, que sería más fácil terminar bailando ese vals y comer las frutas maduras por las mañanas. Sí, tuve miedo, y sí, me oculte en mi monotonía, no he sido valiente desde aquel día que me atreví a bailar ese vals por primera vez, no he sido tan valiente desde aquel día de invierno que empecé a tomar duchas con agua hirviendo, me derrumbe cuando vi caer esa variedad de frutas de el canasto, en ese momento fue cuando perdí toda la valentía y esa fuerza que me mantenía con vida, esa vida que no consiste solo en estar sino esa que me llenaba todos los días, esa que disfrutaba, esa que me arrebataron. Recuerdo bien la primera vez que encontré la vida, ese día soleado, en ese parque con ancianos leyendo el periódico y jugando ajedrez, los niños estaban corriendo, las madres estaban gritando, las parejas se besaban, todos se veían felices, todos disfrutaban de su día menos una mujer, la mujer que se encontraba sentada en la banca justo enfrente de mí, era una belleza, me conquisto con su cabello, su forma de sentarse, su mirada, esa mirada me conquisto, me ilusiono, me llevo tan alto que ignore por completo todo el ambiente, deje de sentir la banca bajo mis piernas, nunca había sentido el viento tan agradable, los aromas nunca habían sido tan fuertes, nunca me había sentido así solo con la mirada de alguien, no podía esperar más por verla sonreír y sentir como volvía a perder la cabeza dentro de mi mundo de fantasía, pero ese momento no llegaba, la mujer no se encontraba nada bien, solo podía ver como miraba al cielo y al verlo como derrumbaba la cabeza hacia abajo, fue en ese momento cuando me acerque a ella, cuando cruce por primera vez el asfalto que nos separaba de banca a banca, fue la primera vez que conocí a alguien con solo mirarla a los ojos, fue la primera vez que me atreví a ofrecerle mi hombro a alguien que nunca había visto antes y también la primera en hacer sonreír a la persona que me regalaría una infinidad de sonrisas. No pude evitarlo, me atrapo, su sonrisa era tan perfecta que podría hacer un poema sobre ella.

A partir de ese día supe lo que en realidad era un día, un día es lo más maravilloso que puedes obtener, un día es lo suficientemente extenso para vivir, un día es una maravilla, y con un día me bastó para conocer la vida.

- Ven, vayamos por un helado.

Se lo ofrecí extendiéndole mi mano, y cuando la tomo me di cuenta que esa era la mano que quería sostener toda mi vida, aquella donde colocaría un gran anillo. Comimos el helado, recuerdo bien que el mío era de mango y el de ella fresa, duramos mucho tiempo sentados a la mesa, platicábamos de nuestras vidas, reíamos y bromeábamos, era perfecto, ella era perfecta, no podía deja de ver su rostro, cada gesto era precioso, cada parpadeo me llevaba muy lejos. Perdí la noción del tiempo, se hizo tarde muy pronto, yo no quería que terminara, busque la mejor forma de seguir un poco más con ella.

- ¿Bailarías conmigo?

Se lo dije con la mano en el pecho y extendiendo la otra hacía ella, volvió a sonreír, volvió a mirarme, y de nuevo me dio su mano. La lleve a un lugar donde nadie baila, donde no podíamos ser interrumpidos por ninguna otra pareja bailando, la lleve a el centro del parque, reconocí su mirada, estaba confundida, solo la saque de la nevería para cruzar la calle y llevarla de nuevo al parque, saque mi celular del bolsillo, coloque mis audífonos, puse uno en su oreja, yo use el otro y reproduje una de mis canciones favoritas, walking after you de los Foo figthers.

Infinidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora