#17 - Inbetweener

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Me conocían como Nano. Muy pocas personas me han dicho de manera distinta. Me sentía conforme con ese alias, con tal de marcar la diferencia entre los demás. En el liceo, no obstante, me tenían catalogado como un inbetweener. No era lo suficientemente popular para ir a fiestas masivas, besar mujeres y consumir alcohol. Pero tampoco era lo suficientemente nerd para vivir jugando Age of Empires o dejar que me hagan bullying. Estaba justamente allí, al medio, casi tan al medio que podían cortarme a la mitad, como Trunks a Freezer, y cada parte respondería a su naturaleza.

¿Y cómo me dí cuenta de que soy de esa especie rara escolar? Fue en Primero Medio.

"Allí, donde está el chico melancólico", expresó el profesor al frente de la clase. Era una de aquellas intervenciones de alguna universidad o algún instituto perdido en el horizonte de la mediocridad, en la cual había una actividad que nadie recordaría ni al día, ni al mes, ni al año siguiente. Por supuesto que se estaban refiriéndose a mí, que justamente estaba escuchando algo de KoRn en un discman.

Había algo en ese disco compilatorio que se respiraba distinto a lo que había alrededor. Más denso, más pesado, más cautivador, cosa que puede ser grave para un adolescente tan delgado como una astilla. Agrupaciones como Deftones, Linkin Park o System Of A Down eran drogas auditivas cuando no lograba compenetrarme con mis compañeros de curso o cuando no entendía por qué veían Mekano, que representaba todo lo contrario a la imagen introspectiva que estaba proyectando. "Y tú, ¿por qué estás tan callado?", me repetían constantemente.

En un intento desesperado por desmarcarme de toda burla por ser como era, me apunté a una fiesta que iban a hacer en el mismo colegio. Pero debía ir con una actitud mucho más canchera, más galante, más atractiva. La idea era demostrarle a todos y a todas que Nano era más que el chico melancólico de la clase.

Con una chaqueta de cuero, legada por mi hermano mayor, que me quedaba algo suelta, aperfumado con el Drakkar Noir de mi papá y con unos lentes de sol en plena noche, fui con toda la actitud. Me acuerdo que tomé un taxi en la que se oía "Main Offender" de The Hives, cosa que alimentó aún más mi impronta rebelde. Tal como el nombre del libro de Susan Hinton que estaba leyendo para el plan lector del curso.

"¿Eres tú, Nano?". "¿Qué onda, bad boy?". "¡Wena, Terminator!". Todos quedaron boquiabiertos con la nueva pinta. Nadie se hubiera imaginado la actitud con la que me presentaría a esa fiesta. Mientras duró la atención, me sentí como un rockstar con ganas de devorarse el mundo. ¿Pero qué pasó después? Todos se fueron a bailar los estúpidos temas de reggeatón que estaban pegando en ese momento y me dejaron de lado. Ya se habían acabado mis minutos de "fama". Volví a ser el chico melancólico que escuchaba KoRn (Salvo en ese momento que ni siquiera había traído mi discman).

Mi primera incursión fuera de mi caja fue un debut del cual no quedan ni siquiera fotos. Sólo una canción del más imponente garage rock, creada para hacer sentir rebelde a quien la escuchase de casualidad, en el vehículo de un desconocido o por los audífonos de un muchacho que busca su identidad "definitiva" entre tanto programa tóxico juvenil y entre tanta porquería auditiva urbana.

La naturaleza del inbetweener es tan rara a veces...

La naturaleza del inbetweener es tan rara a veces

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