Attack on Titan - Panaverso

Prólogo

Abro los ojos. Estoy en lo que parece otro plano astral diferente, una preciosa aurora boreal azul surca el cielo, cruzándolo por completo. Se pueden ver muchas estrellas, muchas más que de costumbre; son preciosas. Desde que he abierto los ojos, he estado tumbada de espaldas, observando el cielo, pero en un momento me incorporo, quedándome sentada. Me percato de que estoy sobre arena, lo cual es extraño, ya que en mi ciudad apenas hay. Mire a donde mire, hay arena, quizá en pequeñas dunas, pero por lo general es un terreno bastante plano.

Me pongo en pie y me sacudo la arena que tengo en la parte trasera de mi cuerpo. De repente, escucho una voz en la lejanía, muy alejada: "Kora..."

Me volteo hacia todas partes, intentando encontrar el origen de la voz. No me da tiempo de pensar siquiera cuando el cielo se torna completamente rojo, con motas de ceniza cayendo por todas partes, y un ambiente bastante más hostil, aunque aún sin vida. La voz suena de nuevo, pero algo más fuerte: "Kora..."

Vale, esto ya da mal rollo de verdad. Bastante asustada, comienzo a caminar, no sé si queriendo encontrarme a alguien o huyendo precisamente de ese alguien. 

Con la tercera vez que oigo mi nombre, aparece frente a mí un gigante; me atrevería a decir que es un titán, pero no se parece a ninguno que en mis siete años de vida hubiera visto: tiene la piel roja, mide más del doble de uno común, tiene los dientes expuestos y desprende un calor abrasador. Me quedo paralizada del miedo, observando como la bestia levanta uno de sus pies muy poco a poco, para, en el culmen de altura, ponerlo sobre mí. Estoy en medio de una sombra gigante, bajo un pie que está a punto de aplastarme. ¿Por qué no me puedo mover? ¡Vamos, Kora! ¡Haz algo!

Lentamente voy escuchando gritos, gritos de multitud. Es agonía lo que transmiten, aun así, no veo a nadie. El pie del titán finalmente comienza a bajar, a milésimas de segundo para aplastarme. Cuando su pie contacta con mi cabeza, en ese preciso instante, escucho mi nombre una cuarta vez.

—¡Kora!