¿Qué gracia había en su sonrisa?

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Su mirada se pierde entre los recuerdos, las voces y el dolor, dolor que ha sentido toda su vida, dolor que antes no era notorio, dolor que lo llevó a esa situación, dolor de jamás ser suficiente para alguien o par algo, los recuerdos de sus sonrisas, el sonido de sus aplausos que un día estuvieron allí, recuerdos de los días en que brillaba todo el exterior pero su interior seguía igual, días en que todo el mundo le alababa y le llenaba, sus manos pálidas dejan entrever lo que fue, las marcas de navajas pasadas y las inyecciones auto infringidas pero que ahora no lo eran, sus muñecas enrojecidas por el forcejeo demostraban sus luchas por volver a ese mundo tan libre, a una realidad dulce y suave que le dejaba la felicidad en el fondo de su corazón.

Nunca pidió ser así, su padre solía decir que quien quiera llevar la corona debe soportar el peso de esta pero eso era algo que no solo se guardó en sus recuerdos sino que también lo hizo en su mente y alma quedando grabado como una ley en su interior, eso fue parte del precio de su corona, podía seguir y lo sabía, podía avanzar aún, que importaba lo que dijo el doctor, él no estaba siendo un maldito adicto a algún medicamento ni menos a drogas, solamente trataba de funcionar más y mejor, sus padres merecían un hijo excelente con notas excepcionales y él solo luchaba por ello, si tan solo le dejasen salir para poder culminar sus metas, volvería al centro si lo pedían pero debía culminar eso antes ¿acaso no lo entendían? Todos allí eran idiotas de primera mano, el enfermero ese que se fue con golpes era un estúpido, ni siquiera lo dejaba salir al jardín y ya no se le permitía hablar con los demás chicos, extrañaba a su mejor amigo, ni siquiera eso le era permitido, su estúpida tía lo condenó a eso y ella vivía seguramente una vida de mujer solterona que nunca quiere algo serio, vieja cascarrabias.

El sonido de la puerta le distrajo, ya no tenía sentido quien entrara, ya no había razón para voltear y buscar la mirada de su madre y rogarle que lo sacara de allí, al ver sus zapatos adivinó quien era, el doctor Xu, el director del centro.

—Muy bien, ayer se fue Park así que ahora te corresponde un nuevo enfermero ni creas que vas a librarte de eso— dijo tranquilamente, ni siquiera levantó la mirada, ya no había gracia en oponerse. — sé que quieres salir de aquí pero debes cooperar también jovencito.

—Nunca me sacarán que gracia tiene

—Escucha sé que quieres ir como los demás y seguir siendo un chico normal como todos tus compañeros pero ellos ya han pasado esto y han aceptado el tratamiento y deberías hacer lo mismo si quieres salir.

—Yo no soy como ellos

Se levantó de la cama queriendo salir pero fue capturado de un brazo, le dio una mirada de súplica pero nada hacía en el interior del médico, un enfermero ingresó a la habitación y al ver a su jefe se quedó en silencio.

—Atiéndelo Hong— salió de allí dejando al enfermero aterrado ante su presencia, se había corrido el rumor de que uno de los chicos nuevos lastimó a uno de los enfermeros y lo dejó en el hospital, eso solo fue uno de sus intentos de fuga.

El hombre lo ayudó a volver a su cama con paciencia, le entregó los medicamentos y luego se quedó allí esperando los tomase, se negaba a hacerlo, pero sabía que si hacía eso vendrían a obligarle a hacerlo.

—Sabes, el jefe dijo que traerían libros para los pacientes, supongo que eso te interesa— le dedica una mirada severa— para que no te aburras aquí sin nada que hacer.

—Puedes decirles que me traigan algunos. — dice en un susurro.

—Claro, le diré al doctor Xu —sonrió terminando de colocarle el medicamento, estaba cansado de todo eso, todos los días la misma rutina, todos los días la misma situación— puedes empezar hoy pero primero tengo que pedirles que traigan uno ¿cuál quieres?

—Finanzas, quiero uno bueno.

Sonrió, de todos los enfermeros Hongjoon era el mejor de todos y no solo por que le cumpliera cada capricho sino porque era el más comprensivo y el que menos le molestaba. El hombre salió de la habitación con su lista, él solo se quedó en silencio, cada hora era peor que la anterior, cada minuto era una pérdida de tiempo dentro de esas cuatro pulcras paredes, llevaba meses allí y no podía conseguir un avance, estaba bien, él lo sabía, no era como los demás, no era como ellos, nunca lo fue.

Las ataduras de sus muñecas le impedían moverse, el medicamento comenzaba a hacer efecto, su sensación era terrible, el mayor medicamento que le daban generalmente era el soportar las ganas de recibir una dosis, el mayor tratamiento era la abstinencia de las sustancias pero igualmente era el peor, su cuerpo se acostumbró a ellas y la ansiedad lo consumía, la desesperación era terrible y solo podía ser consumido por la idea de volver, no podía abandonar su meta, no podía caer tan rápido pero allí estaba, llevaba mas de medio año allí, había perdido casi dos periodos o tres, su vida se retrasaba totalmente cada minuto.

Different worlds soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora