Capítulo 29

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Kiran Anderson.

Apenas recuerdo haber visto a Stefanía y a Stefan riéndose en el sofá que está en la esquina de la habitación y luego quedarme dormido.

La anestesia aún no ha abandonado por completo mi cuerpo, pero si lo suficiente para sentir las leves caricias en mi pelo durante un rato.

Desperté en la cama del hospital, con la cabeza aún embotada por la anestesia. La luz tenue de una lámpara en la esquina apenas iluminaba la habitación. Las máquinas a mi alrededor emitían un zumbido constante y familiar, pero algo en el ambiente se sentía diferente, más pesado. Lo peor, estaba solo en esta habitación.

¿Dónde están mi mujer y mi hijo?

Miré a mi alrededor, intentando recordar por qué estaba aquí. La operación. Era mi última oportunidad para volver a caminar. Una mezcla de esperanza y temor me invadió. Sentí una presión en mi pecho cuando intenté mover las piernas.

Nada.

Paso mis manos por mis piernas, las paso una y otra vez, pero no siento nada.

El pánico comenzó a subir por mi garganta. Intenté otra vez, con más fuerza esta vez, pero seguía sin sentir nada. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos. "¿Y si no funcionó?", pensé, sintiendo una oleada de desesperación. Empecé a respirar más rápido, el ruido de las máquinas aumentó, alertando a las enfermeras.

La puerta se abrió de golpe y entraron dos doctores junto a mi familia. Vi la preocupación en sus rostros, especialmente en los ojos de Stefanía. Los doctores se acercaron, uno de ellos me miró con una sonrisa tranquilizadora.

-Señor Anderson, vamos a hacer una prueba de sensibilidad en tus piernas. Necesitamos ver cómo ha respondido tu cuerpo a la operación.

Asentí, aunque el miedo seguía atenazando mi corazón. El doctor comenzó a pasar un pequeño instrumento por mi pierna derecha, esperando alguna reacción.

Nada.

Sentí que el mundo se derrumbaba a mi alrededor. Mi respiración se volvió errática, y el pánico se hizo evidente en mi rostro.

-No... no siento nada... —logré decir, mi voz quebrándose.

Stefanía se inclinó hacia mí, tomando una de mis manos y sujetándola con fuerza.

-Amor, tranquilo —dijo, su voz suave pero firme—. Todo va a estar bien.

Pero no podía escucharla. La desesperación era demasiado fuerte. El doctor continuó con la prueba, moviéndose a mi pierna izquierda. De nuevo, nada. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas.

-¿Y si no funcionó? —murmuré, sintiendo una oleada de impotencia.

Stefanía, sin soltar mi mano, puso su otra mano sobre mi pierna inmóvil. El calor de su toque fue como un rayo a través de mi piel. Sentí algo. Un leve cosquilleo, una chispa de esperanza.

Solté un suspiro tembloroso, ella quitó su mano de mi pierna y toco mi rostro para que la viera.

-Respira, Kir. Cálmate, amor.

-Tócame la pierna otra vez, muñeca.

Ella lo hizo sin pensarlo dos veces, pasó su mano por mi piernas, logrando hacer que sienta su tacto cálido, apenas perceptible, pero ahí está.

-¿Lo sientes? —preguntó, sus ojos buscando los míos.

Asentí, sin poder contener las lágrimas. La sensación era tenue, apenas perceptible, pero estaba ahí. Sentí su mano en mi pierna.

Ámame a tú Manera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora