Capítulo 16

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El día siguiente llegó y hablé con el conductor de la carroza de la familia de Evelyn, dándole la información de mi destino y pidiéndole de favor que me llevara.

Por suerte aceptó amablemente, y en tan solo unos pocos minutos me llevó hasta mi destino.

Me encontraba bastante nerviosa, a decir verdad, el hecho de acercarme más a mis poderes de alguna forma me hacía creer que el sacerdote lo sabría y no me quedaría más remedio que regresar.

Me aterraba. No quería desterrar a Alan.

Al mirar por la ventana pude ver que ya habíamos llegado, me di cuenta solo al presenciar aquellos árboles grandes y lujosas construcciones.

Era un condominio enorme de hoteles, los más lujosos de la ciudad.

No había visto algo similar por aquí.

El carruaje se detuvo y bajé, teniendo la oportunidad de ver aún más de cerca aquello tan precioso.

Abrí la boca impresionada por la vista cuando la voz ya familiar de Jack se hizo presente.

—Mey, me alegro mucho de que estés aquí, tenía miedo de que no vinieras. —Me dio un leve y cuidadoso beso en la mejilla y sonrió de manera angelical. Un asistente tomó mi bolso y lo subió a solo Dios sabe dónde.

Jack y yo lo seguimos mientras me hablaba de lo increíble que lo íbamos a pasar.

La actitud de Jack aún se me hacía muy extraña. Que actuara así me hacía sentir incómoda.

¿Tenía alguna intención más allá de ayudarme a controlar mi magia? ¿O me estaba haciendo ideas que no son?

—Esta será tu habitación mientras te quedas aquí. —Habló el mayordomo, pronunciando aquellas palabras con tanta calma y clase que por un momento me hizo sentir...salvaje.

Justo como nos llamaban los nacidos en Yahemerth, y no solo ellos, sino los habitantes de todos los pueblos vecinos.

Por parte tenían razón, y nosotros lo sabíamos. Comparado con ellos éramos eso, puros salvajes sin modales.

Yo no lo veía como algo malo, al contrario, prefería ser salvaje y vivir como me gusta a tener que llevar la espalda recta como si me hubieran metido un palo por el culo, y levantar el dedo meñique al beber algo en una taza, copa o donde quiera que ellos beban los líquidos.

El mayordomo hizo una reverencia y salió de la habitación, haciendo que se formara un silencio incómodo el cual fue destruido una vez que Jack dio un largo suspiro y luego continuó.

—¿Tienes hambre? —Preguntó.

—No, estoy bien, solo algo cansada.

—Entonces te dejo para que duermas un poco.

—Eso sería perder tiempo, y dos días no creo que sean suficientes para todo lo que me tienes que enseñar.

Necesitaba más que eso para recuperar todo el tiempo que había perdido. Lo que menos quería hacer ahora era dormir.

—En ese caso... Vamos, sígueme.

Jack me llevó a una especie de sala de estudio donde había cientos de libros en estanterías enormes, todas preciosas, de color rojo con dorado. Sus alfombras, cortinas, cuadros y adornos eran del mismo color.

Sacó el libro que más resaltaba de una de las estanterías más lejanas.

Su color dorado extremadamente brillante destacaba entre los otros.

El Complemento del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora