𝘾𝙖𝙥í𝙩𝙪𝙡𝙤 38 - 𝙨𝙖𝙡𝙫𝙖𝙙𝙤𝙧

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Y ellos existieron en otra línea de código más allá de nuestro universo...

—Emma, ¡¿Qué mierda hiciste?! — Samuel sabía que algo iba terriblemente mal, y todos los teléfonos sonaban en la casa mientras su hermana lloraba desesperadamente.

—¡¡Tuve que hacerlo, Sam!! Los envié a su código madre, a donde los creé, ¡¡y ahora son libres de todo!! Envié a todos mis personajes lejos, a distintos mundos, pero tan lejos como pude

Israel, Lautaro... Pelusa, Estrella, Katy, Thiago, todos ellos están en otra línea alterna a la nuestra... —

—¿Y qué hay de nosotros...? 

—Yo... Puedo intentar usar este don... — empezó a dar vueltas por la sala, con ansiedad, tratando de pensar como usaría aquella capacidad de escribir. 

—¡¡¡Emma, nos van a matar!!! ¡¿No lo entiendes?! ¡¡VAMOS A MORIR!! — angustiado, comenzó a sollozar y se tapó el rostro. — ¡¡te has vuelto loca con esa wea!! Puta la wea... PUTA LA WEAAA 

La idea de morir a ninguno de los dos le gustaba, menos ser desaparecidos y jamás nunca volver a ser encontrados. Sabían que cualquier movimiento en falso los condenaría más de lo que ya estaban condenados ahora, y pronto se cortó la luz.

Era de noche, todo quedó a oscuras, y parecía que las otras casas del vecindario seguían con electricidad, así que eso les asustó más....

Emma, dudando un poco, buscó alguna linterna y en los cajones de un mueble en el amplio salón de la casa, buscó unas hojas de papel y un lápiz.

Al alzar la vista, iluminó el cuadro que le gustaba, aún estaba la joven ahí... Solo que esta vez parecía mirarla algo divertida y su mirada estaba aún más fija, era inquietante, pero parecía que observaba su alma y se burlaba de ella.

La pelinegra lo ignoró y suspiró, se sentó en la mesa aun iluminando todo con la linterna, y le pidió a su hermano que se acercara.

—Escúchame... Yo sé que esto te parecerá terriblemente malo... Yo sé que estás asustado, pero es lo que puede funcionar, podemos salvarnos de esto, ¿sí?  — dejó la linterna a un lado, apagada.

—B-bien... Dime... — aún se negaba a escuchar otra idea de su hermana, que parecía estar desquiciada y consumida por todo su estrés y problemas, pero no quería morir.

—Vas a ir a tu cama y te vas a acostar... Cierra los ojos, y no importa que escuches, no los abras. Habrá fuego... Pero no te quemarás — puso sus manos en las mejillas de su hermano.

—¡¿Quieres que me queme vivo?! — a pesar de estar en oscuridad, ambos veían un poco de sus rostros.

—¡¡Es aterrador, pero es lo que nos queda!! Podemos... Podemos intentarlo, y si no, escaparemos a otro lugar, no dejaré que mueras, Sam... — peinó un poco al contrario y se secó las lágrimas.

—¿Por qué....? 

—Lo siento tanto, Samuel, todo esto es mi culpa, es mi culpa, quiero al menos salvarte a ti. Eres joven... Eres bueno, sano, tienes que vivir toda tu vida 

—¡¿Primero me dices que nos quemaremos vivos para ir a otra dimensión, después me dices que yo me iré y tu morirás?! Dios... 

Fue una conversación muy difícil, pero a lo lejos ya se escuchaban algunas sirenas de policías, y sabían lo que se aproximaba con esos sonidos. 

Eran como las sirenas de la muerte, así que Samuel hizo caso y se quitó los zapatos, se sentó en su cama casi a punto de gritar por todo el terror que sentía y con la intención de respirar hondo y tranquilo... Se recostó.

Boca arriba, mirando a la nada ya que no había luz, se ahogó en sus lágrimas de mal augurio y se acomodó un poco.

Cerró los ojos con fuerza y empezó a rezar. Hace años no hacía eso, y había pasado por situaciones tan difíciles como la muerte de su madre cuando era muy joven, pero aun así no había rezado.

Intentó con todas sus fuerzas recordar el rezo, y susurró aquello con la esperanza de seguir vivo.

—Dios... Tengo miedo... Tengo mucho miedo de morir, por favor, ten piedad... Te lo ruego, te lo ruego, no quiero morir— decía en susurros exasperados, y aun con sus ojos cerrados.

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Emma tomó el lápiz y aun en la oscuridad, sabía que tenía que escribir. Su mano temblaba ligeramente, aunque, aun sabía que debía tomar la responsabilidad y las riendas de la situación si quería salvar a su hermano.

Ella también quería salvarse, pero no sabía si el tiempo daría para poder escribirse a ella misma ahí.

Comenzó a escribir, cada letra se iluminaba en fuego durante unos pequeños segundos, y con una mirada rendida ante las pocas posibilidades, pacífica ante la idea de su propia muerte, decidida ante la idea de entregar su alma por salvar a la única familia que le quedaba; solo vio su mano iluminarse en fuego.

El lápiz empezó a irradiar fuego casi a la mitad de la hoja, y aunque Emma temió por quemarse, las llamas jamás le hicieron daño.

Todo lo demás se empezó a quemar muy rápidamente, casi siguiendo algún rastro de Kerosene, y todo se incendió a su alrededor.

Desahogó sus deseos finales mientras escribía en la hoja a pesar de que sus lágrimas no salían de sus ojos, y cuando oyó que golpeaban agresivamente la puerta principal y gritaban su nombre, se apresuró en poner el punto final.

El fuego la había rodeado, quemaba su ropa, su cabello, pero jamás le dolió...

Lloró viendo la puerta, ya había terminado de escribir y sus deseos en aquella hoja también se quemaron.

Vio que un desconocido, alzó su arma... Escuchó el disparo... Pero no lo sintió.

Quedó ciega, no veía nada a su alrededor, todo se volvió un silencio profundo, y pareciera estar en un salón oscuro en el que solo podía escuchar su corazón latir.

Latía una y otra vez... Muy rápido, pareciera que se saldría de su pecho, pero no podía ni ver ni moverse, y menos escuchar algo más.

Todo fue un silencio tan fuerte que pareciera que el mundo desapareció.


𝙱𝚊𝚓𝚘 𝚕𝚊𝚜 𝚝𝚛𝚊𝚐𝚎𝚍𝚒𝚊𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora