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– ¡No puede ser! Llegaré tarde.. –Jos nunca terminaba su desayuno porque prefería dormir 5 minutos más por las mañanas.

Recogió sus cosas que estaban desparramadas en la mesa junto a su café y las tostadas que se le habían quemado como de costumbre. Dio un último sorbo a su taza y se dirigió ciegamente hacia la puerta, se paró uno segundos a pensar y volvió sobre sus pasos para depositar un húmedo beso con aroma a café en mi frente, luego retomó su camino y cerró la puerta bruscamente para marcharse.

El sol apenas me quería ver la cara y aquel farol de la calle del frente seguía titilando a las 7:23 de la mañana. La vecina ya estaba barriendo la vereda de su casa con apenas unos grados de temperatura, las hojas de los árboles se desprendían con mucha facilidad en esta época.

Era una linda mañana de otoño, el humo de la tostadora y yo.

Me encontraba muy dispersa, mirando un punto fijo de la ventana, mi mente iba y venía en determinados asuntos hasta que el movimiento de las manecillas del reloj se hicieron perceptibles para mis oídos, entonces volví a "vivir". Si, a vivir. A estas horas de la mañana ustedes pensarán que es una desgracia, pero hoy estaba misteriosamente motivada a transcurrir el día.

Levante mi trasero de la silla y casi sin fuerzas tomé la mochila del suelo, me despedí de la tostadora con un –adiós– muy desanimado y me encaminé al instituto.

Durante las primeras cuadras me vi obligada a frotar mis manos entre sí, el frío era sumamente ridículo. Caminé hasta la casa de Darla, mi mejor amiga o algo así, y me paré justo en frente de su puerta.

Una figura sombría se hizo visible desde la entrada, y allí estaba ella, radiante de felicidad (es sarcasmo por supuesto).

Ambas caminamos en silencio sin discutir el ¿Por qué el sol se tardaba tanto en calentar nuestros traseros? Era un frío de cagarse, demasiado exagerado para abril.

El instituto era un desastre, no solo por lo descuidado que estaba, si no por los insoportables y hormonales adolescentes que debían concurrir.

Tanto los muchachos como las muchachas, no todos, pero la gran mayoría, tenían un nivel de exaltación particular, hasta el punto de ser muy crueles si lo deseaban, por eso con Darla manteníamos un perfil muy bajo, lejos de cualquier posible escándalo adolescente.

– ¡Mira! –ella disfrutaba hacerme sufrir– ¡El baile! Está decidido, este año iremos. –Me tomó fuertemente del brazo y me obligó a ver el anuncio.

– Claro que si.. –traté de zafarme de su agarre entre risas, quería evadir por completo el asunto.

Darla furiosa, como respuesta soltó mi brazo y desgraciadamente perdí el equilibrio de mi cuerpo. Para mi muy mala suerte, caí en brazos de quien no debía.

¿Recuerdan cuando les dije que mantuvieran un perfil bajo? Bien esto es muy cliché, hagan lo que digo, no lo que hago.

Mi corazón latía con tanta intensidad que dolía, empecé a dudar de si Darla realmente era mi amiga.

Sacc Trewid, alias; el deseado.

Ojos almendrados, con un intenso y espeso cabello castaño, siempre estaba despeinado, pero por supuesto que lucía bien, dentadura completa y bien blanca, un cuerpo del que decidiré no hablarles, y si bien era agradable a la vista.. va ¿Qué digo? Era espectacular a la vista, en lo personal opino que es un imbécil.

Por unos segundos mantuve mis ojos cerrados, lo que volvió la situación más humillante todavía. Sentí como sus manos me sostenían con gran fuerza generando una especie de hormigueo extraño en mi piel.

El Bosque de GivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora