LX: El Gran mar de arena blanca

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Melanie y Tamara llegaron a la habitación de Samira escandalizadas por la noticia de la pronta partida de su amiga.

- ¡Ay por los dioses Samira! Te vez como una exploradora, como una guerrera. – Exclamó Tamara al verla. – Te voy a extrañar mucho, espero que que salga todo bien, y luego nos puedas contar todas tus aventuras. – Tamara la abrasaba si cesar.

-No vamos de vacaciones Tamara, será un viaje algo difícil...- Dijo Samira.

- ¡Es terrible! Se supone que los recién casados deben tener su luna de miel, no este tipo de viajes. Quien sabe cuan peligroso es adentrarse en tierras salvajes. – Dijo Melanie desaprobando con su mirada el atuendo de Samira.

-Es una completa locura. – Exclamó Josh abriendo la puerta con confianza.

- ¡Aggsh Josh! No tienes permitido entrar así, como dueño de casa a las habitaciones ajenas- Se quejó Melanie.

-Ese salvaje de tu marido te está poniendo en peligro. Vengo de hablar con tu padre. Tu madre esta muy angustiada, le rogaba a ese bruto que te cuide y te regrese sana y salva. – Josh se quejaba de la situación.

-Fue mi decisión acompañarlo. Zahid dijo que mi opinión ahora debería ser cien por ciento escuchada. Además, no tengo que darte explicaciones a ti sobre mi decisión. – Samira se cansó de Josh y sus planteos. Se atribuía demasiados derechos para ser solo el hermano de su amiga.

Fue entonces cuando unos golpecitos tímidos llamaron a la puerta. Hade abrió y afuera estaba Mehmet vestido con su traje de viaje, su armadura de cuero y capa y turbante negros. No tenía la altura o la robustez de Zeth, pero aquel atuendo hacía destacar más sus ojos y su color de piel.

-Buenas noches Hade. - Le hizo una pequeña reverencia. Mi señor me envió por las pertenencias de la señora, si ya están empacadas, me las llevaré ahora para cargar los camellos. –

-Buenas noches Mehmet. Si están listas. Puedes pasar, por aquí. – dijo Hade haciendo pasar a Mehmet.

El muchacho saludó con una reverencia a Samira y a los demás también. Y tomando las alforjas que Hade y Mirella prepararon para Samira, se dirigió a Samira.

-Mi nombre es Mehmet mi señora, seré el segundo del señor Zeth en el viaje. Me llevaré sus cosas para acomodar el equipaje. Mi señor me pidió que le diga, que en cuanto esté lista y se despida de todos, la esperamos en los establos. – dijo el muchacho con amabilidad.

-Gracias Mehmet. Enseguida me uniré a ustedes. – dijo Samira.

Tamara corrió a abrazarla y Melanie también se despidió. Luego Samira fue a ver a sus padres para despedirse, pero ellos ya estaban en los establos.

El sollozo de Latifa que era abrazada y contenida por Mohamed quedó en segundo plano para Samira cuando llegó a los establos y se encontró con Zeth subido a su negó caballo con gran tagelmust negro en su cabeza, parecido al que Hade le había puesto a ella, un manto oscuro también y sus ojos grises que la recorrieron minuciosamente de pies a cabeza, provocando en ella unos escalofríos que se expandía hasta la punta de sus dedos. Cuando sus ojos se encontraron Samira tuvo que romper ese contacto visual porque su madre la abrazaba y entre sollozos le decía lo mucho que debía cuidarse y seguir todas las instrucciones de Zeth.

Mohamed le repetía que aún podía retractarse. Pero Samira buscó nuevamente a Zeth quien ya estaba de espaldas listo para avanzar hacia las puertas del oasis.

Dalilah, Maisa, y los hijos de Zahid estaban allí junto con el señor Kadir y su asistente.

-Mi señora, el señor le preparó su montura y riendas personalmente. Este caballo es mas joven y fuerte que el que suele montar. Es muy resistente, pero muy noble. – Murat le decía con entusiasmo.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora