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— S-sí, — jadeó, gotas de sudor resbalando por sus sienes mientras apretaba sus dientes. La polla de James saliendo de él de una manera fantástica, para segundos después volver con muchísima más fuerza que antes, volviéndose cada embestida más y más loco—. Quiero, que me folles fuerte, James. Hazme saber que soy tuyo.
 
Y sin poder negarse a aquella petición, una vez más, James perdió por completo el control.
 
De inmediato el salón se convirtió en uno lleno de eco, donde no paraban de escucharse los apasionantes berridos que el pelinegro dejaba salir, acompañados por el obsceno sonido que ambas pieles al colisionar causaban y los jadeos roncos que la deliberada garganta del ojimarrón soltaba. Desde luego, para ambos estaba siendo el mejor polvo de, sus vidas enteras, y sin pararse a pensar que estaban siendo bulliciosos, continuaron con su cometido.
 
Sean jamás imaginó que el ser follado por su alumno sería una de las mejores experiencias que viviría en sus años, y James lo pensó, pero sus pensamientos quedaron en el olvido, siendo pisoteados por las reales sensaciones que aquella follada estaba causando en su entero cuerpo.
 
Miles de escenarios corriendo por su cabeza, y sus ojos posados en la preciosa figura frente a él. El hombre de sus sueños siendo poseído por su completa calentura; su completo amor. ¿Había valido la pena aquella ardua y tortuosa espera?
 
La respuesta era un rotundo y gordo sí.
 
— Oh, James — gimió el pelinegro, estremeciendo por completo la entera anatomía del castaño, quien fijando sus ojos cristalizados en el rostro placentero que su amante poseía, sonrió—. Uhm, creo que...
 
Cogiendo su propia erección, el pelinegro decidió apurar el orgasmo que comenzaba a formarse en su interior. Las penetraciones constantes y sin bajar su intensidad, abordándolo una, y otra, y otra vez. Sin descanso alguno.
 
Sus ojos poniéndose blancos ante las cosquillas que corrían por su cuerpo, y los gemidos saliendo agudos y fuertes de su garganta; demasiado ruidoso y sin cohibición alguna. Cuando la polla de James golpeó su próstata, él no pudo aguantarlo mucho más, y presionando la cabeza de su pene, se corrió fuerte.
 
»— Oh, Dios — jadeó, su cabeza recostada en sus brazos cuando masajeó su pene sensible, y las embestidas de James no queriendo descansar. Escuchando los excitantes gemidos que éste pronto comenzó a soltar, apretó sus paredes internas, y sintiendo como las uñas del castaño se clavaban en sus caderas, volvió a chillar.
 
En un rápido movimiento, James salió de su interior, y volteando el cuerpo del pelinegro hasta dejarlo de rodillas en el piso, se deshizo del condón que los separaba, para pronto cerrar fuerte sus ojos y sentir los labios del mayor rodearlo. Gritó.
 
— Sí, sí — gimiendo, sintió la cálida cavidad del pelinegro abrasarlo, y sin poder dejar de masturbar su propio pene, se sintió en la cima. Su orgasmo acarreándolo de inmediato, y una maravillosa carretilla de sensaciones haciéndolo querer permanecer allí de por vida—. Oh, demonios.
 
Soltando la primera tira de crema blanquecina, el pelinegro abrió la boca, y cerrando por completo sus ojos, apreció el adictivo sabor agridulce que caracterizaba al semen de James; el cual segundos después, terminó por esparcirse en todo su rostro. Escuchando los jadeos del castaño bajar de intensidad, Sean abrió los ojos, una vista por completo erótica para James, quien no dudó en sonreír cuando, y sin cansancio alguno, el pelinegro cogió su erección, envolviéndola con su lengua y exprimiendo todo lo que podría existir allí.
 
Con su mano libre, Sean limpió los rastros de semen cubriendo su cara, y en un gesto lleno de provocación, desocupó su boca y lamió su dedo. Sus cejas arqueándose ante la debilitada mirada de su alumno, y el castaño temblando en su lugar. Aquello, desde luego, había superado todas sus expectativas, y sintiéndose sensible, se vio obligado a apoyarse del escritorio. ¿Qué había ocurrido?
 
— Disculpe mi atrevimiento, señor Martín — murmuró Sean, mordiendo su labio con coquetería, y echando su cabello despeinado hacia atrás. Una imagen por completo excitante, teniendo en cuenta que su cara permanecía llena de la evidencia que James allí habría dejado— sabe muy bien.
 
Y sin poder responder aquel osado comentario, James se dejó caer en la silla de su profesor, impactado.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora