Revoloteaban sus almas en el mismo aire
como si fueran extraños conocidos. Esque sentían lo mismo, aún ausentes de
tacto. Sentían el otro en ellos, como se siente
la sangre correr, como se siente la vida
misma. Con esa intensidad invisible que
acaparaban en su pecho, y que a veces
confundían con latidos, con angustia, con
nostalgia, con olas de aire que respiraban
con gusto a melancolía. Pero ese
sentimiento constante que buscaba al otro,
les daba la certeza que al igual que ellos, la
sangre siempre fluiría hacia el corazón
¿Y si te beso y el tiempo no para? ¿Y si al besarte la primavera es otoño? ¿Y si todo lo que te quiero se rompe en ese beso?
¿Qué le explico a la noche desvelada? ¿Qué le digo al corazón que te pide en cada estrella? ¿Cómo le cuento a este amor que es sólo espejismo pintado de luna?
Quizás tu destino es ser el dolor que habita en mi pecho. Quizás mi destino es buscarte en mis manos vacías. Pero aunque te quiera como a la vida misma, quizás sólo naciste para imaginarte mía.