12. Un día poco normal

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Jane

Me vi sorprendida cuando mi hermano Barry me sacudió para despertarme.
Había ido directamente a dormir en el área de cuarentena cuando el conserje Martín dio la orden de dejarnos entrar al estadio, reprendiendo a los demás militares. Nunca imaginé volver a verlo, ahora me sentía segura, pero me preocupaban demasiado mis amigos.

Médicos revisaron a los amigos de Barry y a mí, y pasada la noche nos dejaron salir del área de cuarentena. Sebastián e Ian se habían marchado a otra zona del refugio, donde había más chicos del instituto. Barry, Tom, Ryan y yo permanecimos juntos, hasta que después se nos unió una chica a la que escuché que llamaron Daniela.

—¡Que bueno que siguen vivos! —exclamó Daniela, abrazando a Tom; él no le devolvió el abrazo— ¿Dónde está Alison? ¿y Marc...?

Una culpa horrible me cubrió por completo; cuando iban por mí de seguro habían perdido a dos de sus amigos. Me dieron ganas de vomitar. Me alejé de ellos y me dirigí en busca del conserje Martín para pedirle que vaya a buscar a mis amigos, porque sé que siguen vivos; no soportaré que se pierdan más vidas por mi culpa. Vi al conserje charlando con el comandante Mason; me acerqué a ellos intimidada.

—Disculpen... —los interrumpí, apenada. Al parecer estaban discutiendo.

—Ah, si, Mason, ella es Jane Miller —me presentó al comandante—, una de las alumnas más destacadas del Instituto Central... ¿Dónde están Pete y Diana...?

—Venía a decirle justo eso, mis amigos junto con otros sobrevivientes siguen en la escuela, pero me separé de ellos y vine aquí con mi hermano esperando que pudieran ir a ayudarlos...

—Niña —el comandante Mason se dirigió hacia mí seriamente—, di la orden de no evacuar a nadie de ese instituto después de hablar con el director Joseph... Todo esto empezó ahí.

—Mis amigos no están contagiados —insistí, molesta, por ahora ignorando el hecho de que mi instituto es el lugar del origen de los zombis.

—Mason..., son solo niños —le dijo el conserje Martín, intentando convencerlo—. Hay que ir por ellos, debemos salvar vidas, no abandonarlas...

—Perdimos a la mitad de nuestros hombres en aquel instituto.

—Entonces déjame ir a mi —sentenció el conserje. Era la mejor persona del mundo.

—Martín, eres demasiado terco... Iré contigo, de igual manera necesito pruebas del paciente cero para los doctores. Iremos a la noche, te esperaré junto a los helicópteros.

Dicho esto, el comandante Mason se marchó a grandes zancadas hasta el área de cuarentena. Me sentía alegre porque al fin vería a mis amigos de nuevo.

—¿Puedo ir con ustedes? —le pregunté al conserje Martín— Y muchas gracias por ofrecerte a buscar a mis amigos, te lo agradezco demasiado.

—Es muy peligroso para que salgas allá afuera otra vez...

—Pero sobreviví, además tendré tu protección... ¿Algún día nos contarás la historia de cómo te volviste militar?

—Algún día —soltó una carcajada y se fue, avisándome que lo viera al lado de los helicópteros al anochecer.

Me dirigí velozmente hacia donde estaba mi hermano y sus amigos y rápidamente les comenté la conversación anterior que tuve con los dos militares. Todos guardaron silencio por un minuto exacto.

¿Apocalipsis?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora