[28] Lobo de acero (3)

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Allistair】

Después de aquel encontronazo con un mal final, mi padre terminó enterándose de que la cosa había ido mal. Otra vez. Hacía mucho tiempo que no me gritaba que era un idiota, que si arruinaba todo lo que estaba consiguiendo le dejaría todo a Aster, aunque no fuera su mejor hijo, y que siempre le quedaría Melissa, aunque fuera todavía una niña.

Esas palabras me sumieron en el pánico, e incluso prometí que me encargaría de solucionarlo de todas las formas posibles. Pero a mi padre no le sirvieron esas palabras vacías, por lo que intenté nuevamente acercarme a Thanus con su Bestia en otras ocasiones, pero él me respondía con un gesto frío, daba media vuelta y se dirigía a la casa, ordenando a sus guardias que no me dejaran entrar. Los regalos eran devueltos, las flores se rompían hasta quedar sin pétalos, los bombones carísimos se derretían en su caja y las cartas nunca tenían respuesta.

Cada día que pasaba, veía a mi padre mirándome desde la distancia, negando con la cabeza antes de irse con su nueva esposa e hija, mientras Aster prefería quedarse durante horas en la biblioteca. Me sentí vacío, perdido y completamente devastado al no entender por qué Thanus no podía ver que estaba haciendo todo mi esfuerzo para llamar su atención, aunque me resultara indignante y vergonzoso tener que arrastrarme de esa manera.

También intenté mi suerte en los eventos sociales, pero lo único que conseguía era un silencio frío y que Thanus se diera media vuelta con su perro atado con una correa de oro, exhibiéndolo como si fuera un trofeo.

En uno de esos eventos, deseé ser yo quien llevara la correa y quien la sujetara alrededor del frágil cuello del chico. Pero luego negué con la cabeza, alejándome para evitar pensar en cosas extrañas.

Unas semanas antes de mi cumpleaños, intenté escribirle una carta a Thanus, pero terminé rompiéndola. Después intenté otra, y otra, y otra más... pero ninguna tenía las palabras correctas. Yo no era bueno con la palabrería edulcorada y empalagosa que usaban los nobles. Yo era un chico de acciones y demostraciones, no de discursos vacíos.

El día de mi mayoría de edad, terminé emborrachándome por la frustración y me largué al jardín de casa, amorrándome al vino para enturbiar mi mente aún más. No sé en qué momento me quedé dormido, ni por qué había dos chicas a mi lado con el cabello revuelto y los vestidos levantados cuando desperté. Simplemente me marché de allí, avergonzado y furioso, gritando a mis guardias que las escoltaran para que se bañaran y luego las enviaran a casa. No quería ni verlas ni saber qué hacían allí.

Fue un desastre total, y mi padre, después de dieciséis años, me pegó una bofetada que me tiró al suelo. Mi mejilla se hinchó en segundos, mientras observaba el verdadero significado de ser un "Lobo de Acero": un rostro tenso y una mirada tan furiosa que parecían salir dos lobos de sus ojos, listos para despedazarme.

No dijo ni una palabra, simplemente me dio la espalda y se marchó del salón, dejándome magullado, confundido y con el orgullo destrozado.

Durante esos dos años siguiente, mi vida se convirtió en un verdadero caos. Seguía intentando buscar a Thanus, pero con menos frecuencia, dado que él se daba la vuelta y los guardias me prohibían la entrada. Salía de fiesta hasta perder el conocimiento y despertar en alguna cama de taberna con una mujer al lado. Las miradas heladoras de mi padre, acompañadas de su silencio, se volvieron mi compañía constante. Intenté comprar la atención de las mujeres más hermosas para pasear conmigo y así despertar envidias, pero esa envidia que tanto ansiaba no se materializó, así que dejé de hacerlo.

Recuerdo claramente una ocasión en la que me arrodillé frente a la mansión de Thanus, suplicándole que volviéramos a hablar. Le aseguré que había conseguido cosas increíbles y que podría ayudarle a mejorar su vida si tan solo me daba una oportunidad.

Cuatro de corazones  [Actualizada en INKITT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora