Inseguridad.

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Si algo caracterizaba a Fernando era su habilidad para sobrellevar las dificultades de ser un piloto de Fórmula 1. Los malos comentarios y la presión eran parte del paquete, pero Alonso sabía cómo manejarlos. No afectaban su salud mental ni generaban inseguridades.

Cuando comenzó a salir con Lance, se sentía orgulloso. Tenía al novio más lindo, maravilloso, educado, guapo y extravagante que podría desear.

¿El problema?

Fernando era 17 años mayor que Lance. Había un mundo de diferencias entre ellos, etapas que Lance no había vivido y que Fernando sí. Al principio, aunque pareciera que no, esto no fue un problema. Lance le había asegurado que no le importaba la edad; solo quería estar con Fernando.

Y sí, eso lo calmó durante unos meses. Vivía feliz, tranquilo, sabiendo que Lance lo amaría sin importar nada, y viceversa.

Pero todo eso se esfumó cuando vio una publicación que juzgaba su relación: "Lance merece estar con alguien de su edad, alguien que pueda hacer lo que Fernando ya no puede." Decía aquel comentario.

Intentó que no le afectara, de verdad lo intentó. Pero sabía que tenían razón. Su relación no iba a durar lo que él deseaba; lo supo desde que se enamoró de Lance, lo supo cuando su mente comenzó a torturarlo.

Fernando intentó no ser afectuoso en público con Lance, o al menos no tanto como antes. Esto, obviamente, no pasó desapercibido para su novio. Cuando Lance intentaba rozar sus manos con Alonso, este lo detenía o se alejaba.

Por supuesto, esto tenía harto al joven Stroll, quien no entendía qué le pasaba a su novio y temía lo peor.

—Ya no sé qué hacer. Esto está llegando a mi límite.—dijo mirando a sus amigos.—¡Lleva dos semanas así!

Esteban miró a Mick, ambos con una expresión preocupada. No querían pensar mal de Fernando, pues en los dos años que llevaban juntos, había sido un buen novio: detallista, amable y cariñoso.

—Tal vez... solo está nervioso por su renovación.—sugirió Mick.

—No, papá ya habló con él. Extendió su contrato hace dos meses, pero aún no se ha hecho público.—dijo sin mirarlos.

—Entonces, solo queda la opción de que Fernando tiene a alguien más.—soltó sin filtro Esteban, bebiendo de su cerveza.

—¡Esteban Ocon!—lo reprendió Mick.

El francés solo se encogió de hombros. Mick le dio una seña con la mirada para que se retractara, pues Lance ya estaba al borde de las lágrimas.

—Lance, lo siento. No quise decirlo así, es solo que... eres mi amigo y no me gustaría que te lastimaran. Odio verte llorar.—confesó mirando a otro lado.

Nadie dijo nada. Lance solo miraba un punto fijo, sobrepensando. Una parte de él le decía lo lógico: que, efectivamente, Fernando tenía a alguien más. Pero quería aferrarse a la idea de que solo estaba así por los nervios de la carrera que se avecinaba.

Al día siguiente, Lance se levantó dispuesto a obtener respuestas. No quería seguir con lo que su mente insegura le decía. Así que una vez fuera de su habitación de hotel, se dirigió a la de Fernando.

Caminaba y pensaba en lo que diría. ¿Explotaría diciendo lo que le molestaba? ¿Y si llegaba a su habitación y veía a una chica o chico? ¿Y si Esteban tenía razón? ¿Y si Fernando se había aburrido de él? ¿Y si...

—¡Basta!—se susurró. Y sin pensarlo más, ya estaba en la habitación de su novio. Miró con duda la puerta; sus manos temblaban y sudaban, su corazón latía fuerte. Se mordió el labio inferior y, sin pensarlo más, tocó la puerta.

Inseguridades. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora