†· •¿Qué sucedería si antes de la batalla contra el Clan formado por Victoria, Edward se encuentre con su verdadera compañera?•
†· •¿Y qué sucederá cuando éste se entere que aquella chica no es alguien cualquiera en este mundo?•
°†|| Edward C...
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SU MIRADA estaba puesta en aquellas dos mujeres que se abrazaban en un acto de noble cariño. Sentado sobre la suave textura de aquel sofá, miraba intranquilo por el ventanal de aquella habitación, mientras miles de pensamientos invadían su mente.
Sus manos se mantenían unidas sobre sus rodillas, volteando al suelo y dejando que cada pequeño detalle de aquella visión vuelva a él.
Su rostro, serio y ceñudo, reflejaba cuán confundido se sentía en aquel momento. Sus dedos se movían inquietos sobre su regazo, mientras el rostro de aquella hermosa y pacífica mujer llegaba a su cerebro.
¿Cómo podía estar sucediendo esto?
Desde que la humana había entrado en su vida él se había dejado llevar por aquel sentimiento de comodidad, de necesidad por tener a alguien. El Cobrizo veía todos los días como su familia vivía feliz al lado de sus parejas, anulando el mundo que los rodeaba solo con tenerlas a ellas. Pero él jamás había encontrado esa razón que lo impulsara a existir, esa pieza que le faltaba para completar el rompecabezas.
Sabía muy bien que Isabella Swan no era su compañera y también sabía que todo se le estaba saliendo de las manos. Su egoísmo por tener algo que no debería tener haría que la inocente humana saliera lastimada. La tímida muchacha únicamente era la portadora de la más dulce sangre que jamás llegó a probar, esa que lo enloquecía con solo olfatearla.
Su cabello blanco la hacía más interesante para el vampiro, un color extraño en las personas. Habían ciertas actitudes que la mujer mostraba en la visión que Alice había tenido las cuáles le hacían dudar de si ésta fuera una simple humana. Trajes oscuros y extraños artefactos metálicos y artesanales portaba en distintas ocasiones aquella enigmática joven.
Edward Cullen comenzaba a embriagarse por el misterio que ocultaba esa mujer, la mujer de sus sueños. Llegar a Forks era el principal anhelo que sentía el lector de mentes, quién cansado del sofocante sol que habitaba Arizona, deseaba con fiereza volver a su hábitad.
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