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Capitulo Tres.

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  EL FUERTE sonido de las campanas indicando las doce del mediodía llegaban a sus oídos como una dulce melodía.
  Por un momento la paz había vuelto a su cuerpo al dar con la noticia de que el suicidio planeado de Edward Cullen jamás se llegaría a efectuar, por lo que luego de verlo partir por aquella gran puerta, una nostálgica sonrisa se apoderó de su palido rostro.

—Amo Aro— llamó Dahlia con un toqué de inconsciencia en su voz—¿Podría revisar que el joven Cullen salga de nuestro castillo correctamente?— su pregunta fue hecha con aires soñadores, típica actuación que empleaba aquella vampiresa.

—Sí, joven Dahlia —dijo éste — Pero, mejor encárgate de hacer que regrese, mi niña, eso me pondría muy contento —expresó con anhelo.

—Por supuesto, señor, así será —afirmó con seguridad la joven, para empezar a correr por los anchos pasillos a la espera de chocar con la enorme puerta que daba a las calles de Volterra.

—Registren que no cometa ningún tipo de infracción — ordenó el rey de larga cabellera una vez que la Princesa Volturi había salido de aquella sala.

—Sí, señor— respondieron Félix y Demetri al unisono, comenzando a dar grandes zancadas hasta la salida.

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  Sus pasos iban a una velocidad invisible a los ojos humanos, eran pequeños y precisos, mientras su melena se mesía con el viento que chocaba con su rostro.

  Por otro lado, la humana abrazaba con devoción al inmortal frente a ella, con quién conversaba revelando información faltante para completar aquel enigma que se formó con la desaparición del cobrizo de su vida por tantos meses.

  Una radiante sonrisa se extendió por el pálido rostro de Edward Cullen cuando vió a aquella mujer aparecer como una ráfaga de viento por aquel ancho y tenue pasillo.

—No creí que fueras tan rápida, madre—dijo él cuando la bella mujer se paró frente a la pareja.

—Y yo no creí que pudieras arriesgar tu vida de tal modo, y mucho menos a manos de estas personas, Edward Anthony Masen Cullen — reprendió la mujer echando chispas por los ojos—¡¿Cómo crees que me puse, eh?!

  Isabella Swan se mostraba estupefacta detrás del torso desnudo de su novio, cuestionando por qué el vampiro había nombrado madre a aquella hermosa vampiresa de extravagantes ojos del color de una mandarina.

  El vampiro sabía perfectamente que su madre estaba profundamente enojada por su plan y ni siquiera quería saber que pensaría cuando supiera que estaba a punto de efectuarlo por su cuenta.

—¿Y por qué estás desnudo, Edward?—sus anaranjados ojos analizaron momentáneamente el cuerpo del joven en busca de algún daño, topándose así con la desnudes en la parte superior del vampiro.

— La capa estaría cubriéndome si Bella no me hubiera distraído para colocarmela luego—confesó con diversión el cobrizo.

  Fue en ese momento en el cuál la despampanante mujer notó como su hijo sujetaba una delicada y blanquecina mano que le pertenecía a una tímida mujer que estaba casi oculta por completo detrás de él. La misma la observaba con curiosidad y un deje de temor en sus ojos, los cuales se movieron nerviosos por la sala en busca de alejar la furtiva mirada que la mujer le daba.
  La Volturi al fin había encontrado la causa de tan sofocante olor que había llegado a sus fosas nasales ni bien dobló en aquel pasillo.

—Madre, te presento a Isabella Swan, mi compañera — dijo el joven inmortal empujando levemente con su agarre el cuerpo de la chica para que diera un paso al frente— Bella, ella es la mujer que me ha cuidado desde mi transformación a pesar de las circunstancias, Dahlia Volturi — presentó con una sonrisa.

Cullen, para los amigos —dijo ella con gracia, haciendo que el lector de mentes suelte una risa por tal ocurrencia—... Así que tú eres la muchacha por la que mi hijo estaba dispuesto a morir— habló analizando brevemente a la humana frente a ella— Bien, entonces bienvenida nuevamente a esta extraña familia, Bella...

  Unas fuertes pisadas retumbaron en los oídos de madre e hijo, quienes voltearon sus cabezas observando con caras serias como dos hombres, una alto y el otro más bajo, cruzaban con porte recto aquel pasillo.
  Instintivamente la vampiresa giró dándole una mirada precavida a su hijo, quién entendió a qué se refería la inmortal.

— Félix, Demetri ¿Qué hacen aquí?— inquirió la pálida mostrando un aspecto delicado y sotisficado.

— Venimos a hacer recados, Princesa—respondió con gracia el joven de baja estatura.

—No necesitaré sus servicios después de todo—informó Edward al leer los pensamientos de los inmortales.

—Aro quiere hablar contigo — espetó con voz ronca Félix.

—Pues, que coincidencia que yo vine justamente a eso— opninó con sarcasmo la vampiresa.

—Sucede que Aro prefería mayor... protección para tí, Dahlia— maquilló Félix en el momento.

  La mujer hizo un gesto ladeando la cabeza a un lado que dejó ver a los dos inmortales que no creía absolutamente ninguna palabra que escapaba por sus bocas.

—Como sea, deberíamos seguir esta charla en un lugar más apropiado — dijo Demetri con elegancia.

—Bien— dijo Edward —Bella ¿Por qué no vas a disfrutar del festival?— incentivó el vampiro.

—La chica viene con nosotros — habló seriamente Félix.

—Vete al infierno — espetó el cobrizo, haciendo que Dahlia ocultara una sonrisa.

—Chicos, chicos, esto no es necesario, luego habrá más de qué alimentarse, no creo que quieran secuestrar a una inocente adolescente ¿Verdad?

  La elocuencia con que cada palabra escapaba de la boca de aquella inmortal hacía que Isabella Swan se pasmara frente a tales acciones.

  De pronto el fuerte golpe del metal chocar contra el suelo hizo que todos voltearan hacia la puerta de salida, por dónde una pequeña mujer con gafas de sol y envuelta en un pañuelo, se adentraba inocentemente en aquel castillo.

—Vamos chicos, es un festival, no querrán armar una escena — dicha vampiresa se despojó de sus accesorios y se colocó al lado de la de ojos anaranjados, quién la observó con una media sonrisa.

—¡Suficiente!—un tosca voz se oyó resonar entre las paredes, mientras armónicos pasos se oían chocar contra la baldosa.

—Jane...— susurró intranquilo el lector de mentes.

  La Swan observaba cómo la familia Cullen agachaba las cabezas con temor, exceptuando a aquella nueva integrante que había conocido hacía pocos minutos, quién mantenía la cabeza en alto mirando a la recien llegada con indiferencia.

—Aro me envió para ver por qué tardaban tanto — explicó la bella joven observando con enojo a los otros tres integrantes de la Guardia.

  Sin esperar más, la rubia se dió vuelta haciendo resonar nuevamente sus delicados zapatos sobre el reluciente suelo.

  Fue ahí cuando la humana se dió cuenta que los Volturi no serían fáciles de tratar.

Princesa  || Carlisle Cullen   ¡PAUSADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora