Horror en el plantio

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Un fuerte viento las arroja contra la hierba y al alzar la mirada se encuentran con el temible espantapájaros, mide aproximadamente dos metros, su rostro tiene los ojos del infierno y sus largos brazos están equipados con unas enormes garras, el espíritu maligno se presenta con un horrible grito, su sonido era como el de una bestia hambrienta.

—¿Así que tú eres el bastardo que acosa a esta chica? Te ves un poco sediento ¿Por qué no te refrescas un poco? —Beatriz le arroja agua bendita y el espantapájaros comienza a gritar y se enfurece, pero la astucia de la bruja la lleva a darle tres disparos en la cabeza y vuelven a huir.

—¡Toma esto maldita calabaza!

—¡Huyamos ahora que está distraído! —grita Lía con fuerza.

El padre de Lía, junto con Leonardo, ha escuchado los disparos, saben que el espantapájaros ha ido a buscar a la niña.

—Dios mío...

—No se preocupe, esa bruja cuidará bien de su hija.

—¡Por favor vaya a ayudarlas! Yo estaré bien, ustedes bien dijeron, esa criatura no me busca a
mí.

—Beatriz y Lía siguen corriendo, pero el espíritu maligno lanza unas raíces de sus manos y sujeta los tobillos de Lía, haciéndola caer y comienza a arrastrarla hacia él.

—¡Beatriz!

—¡Mocosa!

Beatriz corre con todas sus fuerzas para alcanzar a Lía.

—¡Dame tu mano! —le grita mientras se lanza para poder agarrar su mano y es arrastrada provocando que se lleve varias raspaduras en el cuerpo.

—¡Por favor no dejes que me lleve! Suplica Lía entre lágrimas.

—¡No lo hará!

Beatriz comienza a dispararle a las raíces de la bestia, pero es inútil, un mal tiro y podría lastimar
seriamente a la niña.

—¡Demonios! ¿Qué puedo hacer?—se dijo Beatriz así misma llena de frustración.

Afortunadamente Beatriz había conservado otro frasco de agua bendita y logra derramar un poco
en las raíces que las sujetaban y por un momento logran escapar y antes de poder celebrar el
espantapájaros lanza una de sus raíces y sujeta del cuello a Beatriz para después comenzar a
asfixiarla.

—¡Beatriz! —Lía no puede hacer nada pues el espíritu maligno la ha inmovilizado envolviendo
todo su cuerpo.

—¡Señorita Beatriz por favor no te rindas!

Beatriz trata de zafarse, pero es inútil, las raíces se aprietan cada vez más provocando que ella no
pueda respirar y comienza a levantarla del suelo tan alto que una caída podría terminar de matarla.

—No puede ser... ¿Así es como voy a morir? ¿No podré ayudar a esa niña? ¿No volveré a ver a
Ginebra? ¿Jamás volveré a ver a Leonardo? ...Leonardo... —Las lágrimas caen del rostro de
Beatriz. — Nunca fui una mujer especial, ni siquiera ordinaria, soy del tipo de chica por la que el
héroe no va, no soy la protagonista de la historia, soy la última mujer a la que alguien escogería, moriré aquí y nadie me ayudará...

Beatriz está a punto de perder el conocimiento, su vida pasa frente a sus ojos y cuando todo
parecía que todo estaba perdido, pasa un milagro. Leonardo llega a su rescate y de un solo arañazo despedaza las raíces que oprimían el cuello de Beatriz cayendo ella en sus brazos, los ojos de la bruja contemplan al elegante mayordomo y las lágrimas corren por su rostro como ríos.

—Leonardo...tú viniste...

Los ojos del vampiro brillan como los de un asesino, la fuerza que tiene es descomunal, ha liberado también ha Lía y le da el libro a Beatriz para que por fin puedan sellar a esa molesta criatura.

—Yo me encargare de distraerlo, en cuanto recuperes el aliento sella a este desgraciado. —dice
Leonardo, mirando fijamente a Beatriz, y el vampiro se pone frente a su adversario y le dijo mientras le clavaba la mirada a su enemigo.

—Esto se volvió personal, así que no tendré compasión de ti maldito.

El espantapájaros pega un fuerte grito y se le va encima a Leonardo y comienzan a pelear brutalmente.

—¿Te encuentras bien? —le pregunta Lía a Beatriz.

—Sí...

—Tienes que recuperarte rápido y ayudar a tu esposo.

—¿Qué? Él no es mi...

Beatriz mira a Leonardo bajo la luz de la luna, sus movimientos parecen la danza de un príncipe,
la luz brillante que emiten sus ojos rojos la embelesan, su corazón late con fuerza, como nunca
antes lo había hecho.

—¿Beatriz?

—Llegó el momento de regresar a ese fenómeno de vuelta al infierno.

El viento sopla con fuerza, Beatriz comienza a conjurar un hechizo, por primera vez en muchos
años la bruja de Misfa ha dejado salir su verdadera naturaleza, sus ojos brillan como dos luciérnagas a media noche y una luz emana de su cuerpo.

—Mi nombre es Beatriz Alayon, descendiente de la última familia de brujas, nacida en la gran ciudad de Misfa, mi madre es la luna y mi padre la noche, hoy te ato en el nombre de la luz.

Beatriz, comienza el conjuro de encarcelamiento, pero no está sola, detrás de ella están los espíritus de su madre y su abuela quienes le han brindado su poder para realizar el encantamiento, su piel se eriza al ver que el espíritu de su hermana María también la acompaña brindándole una grata sonrisa y terminan su conjuro con estas palabras.

—Nosotras somos las brujas de Misfa, bendecidas por el universo y la verdad, espíritu peregrino
te atamos y te regresamos al lugar a donde perteneces.

—El espantapájaros emite unos chillidos espeluznantes y se transforma en una parvada de
cuervos la cual en forma de remolino regresa de vuelta al trianer para después convertirse en
cenizas.

Lía esta impactada, sus ojos presenciaron el poder de una gran bruja, gracias a Beatriz,  hoy ella es
libre de esa maldición, por otro lado, Beatriz llora al ver los espíritus de su familia irse al cielo en
forma de bolas de fuego, está agradecida de haberse reconciliado con María la cual prometió acompañarla por el resto de su vida.

—Buen trabajo bruja de Misfa, —Leonardo, pone su mano en el hombro de Beatriz y ella se
rompe en llanto entre sus brazos mientras él le permite quedarse ahí por un rato.

El sol está por salir y Beatriz y el mayordomo le entregan a Lía a su padre, sana y salva como lo
prometieron, Marco aparta a Beatriz para entregarle una bolsa con dinero, pero ella la rechaza y
él le pide un último favor en secreto y así regresan a casa.

—¿Por qué no aceptaste el dinero? Creí que querías comprar varios kilos de carne.—le preguntó Leonardo extrañado.

—¿Me estas tuteando?—le preguntó Beatriz confundida.

—¿Te molesta?

—No... me agrada bastante... —Beatriz se ruboriza. — Estaba pensando ponerme a dieta por
eso no acepté el dinero.

—Si me lo preguntas, creo que así luces bien.

—¿Qué? —Beatriz está tan avergonzada que se va corriendo delante de él dejando atrás a
Leonardo.

La bruja se ha enamorado de aquel valeroso mayordomo y él la ve adelantarse mientras se le
escapa una sonrisa.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora