Capítulo 1

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El reloj de la torre de Piata Mare dio las doce campanadas, anunciando la medianoche.
El pueblo dormía bajo un manto de silencio, roto solo por el suave murmullo del viento entre los árboles y el ocasional sonido de pasos apresurados en las calles empedradas. En ese momento, me encontraba en mi habitual paseo nocturno, buscando algo de compañía carnal.

La poca gente que aún se encontraba en la calle caminaba a prisa para dirigirse a sus casas, y ocultarse a puerta cerrada del temible espectro que corrompe la noche del descanso. Un ser que no está vivo ni muerto y que en algunas noches baja al pueblo para buscar su cena.
"Un vampiro", es lo que la gente murmura en la hora del te. Un asesino a sangre fría que como marca deja dos pequeños agujeros en el cuello de sus víctimas y sin ninguna gota de sangre.
Para algunos es una simple leyenda, para otros, es la constante pesadilla de sus noches.

Me senté en una banca de madera junto a la fuente de la plaza, era el lugar indicado para admirar la luna llena sin estar en mi castillo.
Poco a poco el pueblo se iba quedando más en silencio y solo escuchaba caer el agua fría de la fuente.
—Buenas noches, Conde— saludó a la distancia un anciano que trabaja en la iglesia de la colina. Un viejo de canas como la plata y encorvado de la espalda. Cubriéndose del frío con su abrigo café de pana y su sombrero negro.
—Buenas noches, Razvan— saludé desde la banca sin algún gesto eufórico.
—Conde, no debería estar solo a estas altas horas de la noche, recuerde aquello que la gente tanto murmura—
—No creo en leyendas ni en mitos, no es más que un cuento para mandar a dormir a los niños—
—Yo creo que es algo más que eso—
—Ve a dormir, Razvan, trabajas arduamente en la iglesia—
—Es por eso que ya voy a mi casa, a descansar— dijo siguiendo su camino. —Por favor, Conde, vaya usted también a descansar a su castillo... la noche es muy fría y la bestia no ha bajado a cenar—
—Estaré bien, gracias, Razvan— me despedí.

Eran las dos de la madrugada, la plaza estaba absolutamente sola, y una mujer que trabaja como mesera en un bar finalmente terminó de laborar.
La observé, ella cerraba la puerta del negocio con una mirada cansada a pesar de estar joven aún.
—Malnacido Sorin, ¿cómo se le ocurre dejarme trabajar hasta que saliera el último cliente? Y encima tener que limpiar todo el maldito lugar— se le escuchaba refunfuñar con desprecio.
Una joven de 30 años que es conocida por su mal carácter y sus servicios sexuales.
Caminó en dirección a la plaza donde me encontraba sentado y al verme se detuvo frente a mi.
—¿Me estabas esperando?— preguntó con desdén.
—¿Estás tan cansada?—
—... No—
Me levanté de la silla y emprendimos nuestro viaje hasta mi castillo.

Caminamos dejando la plaza y nos adentramos hasta el sendero del bosque que conduce a mi hogar.
—Tuve un mal día hoy— comenzó una conversación que a mi no me interesaba seguir.    —¿No me preguntarás porqué?—
—No tengo la intención de conocerte— respondí anodino.
—.... Entiendo— se decepcionó.

La caminata fue aburrida y silenciosa para ella, pero para mi no fue así ya que yo prestaba atención a los sonidos que emitía el bosque. Las hojas de los árboles moviéndose por el viento frío de otoño, el cantar de los grillos y los pasos de un venado junto a su cría.

Al llegar a las puertas de mi castillo, la invité a entrar. Ella cruzó el umbral y empezó a contemplar el lugar con asombro. Grandes candelabros colgaban del techo, iluminando el vestíbulo con una luz cálida y titilante. Bajo sus pies, una alfombra roja como la sangre se extendía a lo largo del suelo, conduciendo hacia un majestuoso espejo en el recibidor.
—Tu castillo es maravilloso— expresó con entusiasmo.
—.... Gracias— respondí con desdén.   —Es por acá... hay una chimenea encendida—
La conduje hasta una sala donde la chimenea ya nos esperaba con su llama ardiente.
—Es impresionante—
—¿Qué es impresionante?— pregunté dejando mi abrigo sobre una silla.
—Que tengas todo este lugar para ti solo, es la primera vez que entro a un castillo—
No respondí a su comentario, siempre trato de no entablar una larga conversación con las mujeres de su clase, no es la indicada para eso.

Susurros de los inmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora