Cautela

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-Es un placer volver a verlo, Sir Kleós - saludó con amabilidad.

Le parecía demasiado curioso cómo había podido reconocerlo.

Había nacido con una habilidad ocular que le permitía poder reconocer las emociones humanas. Gran parte de sus trabajos eran aceptados por su propia voluntad. Aquellas personas estaban en sintonía con sus emociones. Podía reconocer cuán sinceras eran sus palabras.
Podría decirse que cada una de las mujeres que asesinó querían liberarse y acudían a ella.

Por otro lado, Alcides Kleos era un misterio. Podía fácilmente leer sus emociones más era desconocida la combinación. Era sumamente hermosa. Un caso especial. Nadie tenía esos colores de manera tan intensa. Solo una persona.

Y la había seguido la noche anterior.

-Para mí también, señor...- respondió Alcides sin bajar la mirada. Esperaba que la humana no se marchara. Apenas había podido encontrarla anoche. Además, estaba llegando el tiempo límite para matarla.

-"Tienes una semana. Zeus no te dará más tiempo" - había dicho Palas Atenea.

Levantó su vista hacia sus ojos y lo único que podía pensar era que esa mirada heterocromática siempre había sido desafiante. Demasiado hermosa.

Actúa normal.

No debía olvidar que Jack tenía toda la ventaja aquí. Londres era Jack .

-Quizás, usted pueda decirme su nombre ahora - expresó el recién llegado con una sonrisa mientras se acercaba a la mesa de la mujer.

Jack correspondió el gesto extendiendo su mano para ofrecer un asiento frente a ella.

Los colores mostraban cierto matiz de ansiedad. Ese hombre estaba nervioso pero sin malas intenciones por el momento.

No tomaría riesgos. Faltaban pocos días para marcharse de Londres. Al menos, debía descubrir que buscaba de ella.

-Supongo que sería lo adecuado. Ya nos hemos visto dos veces y creo que el destino hará que exista una tercera - expresó tratando de comprobar algún cambio. Alcides solo aceptó su invitación y se sentó junto a ella

- Espero que no haberlo ofendido por no presentarme anteriormente. Como sabrá, no es una buena idea dar su nombre a un desconocido- expresó a modo de disculpa.

-Gracias por decirmelo - Alcides sonrió otra vez  - creo que ahora ya no somos desconocidos.

Un breve silencio se hizo presente. Sin poder evitar ni quitar la mirada en el otro, una de las meseras se acercó a ellos.

-Good Morning, Sir. Es un placer que haya vuelto. Espero que le haya gustado su té - expresó la joven mujer de cabello azabache - me alegra volver a verlo - dijo con cierta alegría que llamó la atención de la  asesina.

Jack miró y vió en la mesera ciertos colores semejantes al de su madre. Semejantes a ese amor que decía tener por ella. Bebió un poco de su taza, tratando de parar esas ideas.

Es una joven. No debería confiar demasiado en un hombre de esta manera.

-Sí, la verdad me gustó bastante. ¿Podrías servirme lo mismo otra vez? - pidió amablemente Alcides haciendo sonrojar a la joven.

-Si.... si... si... no hay problema - respondió sin poder esconder su alegría - ¿Te gustaría algo más, Jack? - preguntó con total confianza haciendo que la asesina nuevamente se sorprendiera por tal acción.

-¿Ustedes se conocen? - preguntó Alcides mirando a ambas. No tenían ningún parecido físico.

No son familiares

Sin embargo, había una plena confianza. Era extraño conocer a alguien que podría ser cercano a la asesina.

-No...nosotros... - titubeó la joven

Se había dado cuenta de su error.

Rápidamente, Jack vió su preocupación. Al parecer tenía razón y más tarde, debería explicarle cómo ser más cuatelosa.

Ella se levantó de su asiento bajo la mirada de ambos.

-My lady me conoce porque siempre he venido a beber el té aquí - expresó tratando de calmarla y dispersar dudas - No puede culparme por eso, Sir - respondió fingiendo molestia - ahora si me disculpan debo irme. He estado mucho tiempo aquí, es una pena que no pueda quedarme - expresó haciendo una pequeña reverencia con su sombrero y alejarse.

Debo alejarme de aquí.

Luego caminó sin detenerse. No estaba nerviosa. Debía eliminar toda sospecha sobre Alice.

Ese hombre es peligroso.

Unos minutos después se detuvo en uno de los callejones cerca de la estación. Había una especie de galpón abandonado donde guardaba alguna de sus pertenencias.

Nadie sabía de sus crimenes. Debía proteger a Alice y a su hermano así que buscó un lugar lejos de ellos. Así, la estación era un escondite perfecto.

Una vez dentro, suspiró con pesadez.

Alcides Kleós sabía demasiado. Quizás era mejor no regresar por un tiempo. Ya encontraría la forma de explicar la situación a la joven.

-No deberías huir de esa manera - dijo una voz a su lado.

Jack vió al dueño de la voz.

Definitivamente no era el mejor momento para verlo.

Aquel rastro de luz ☄️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora